Image: Delbono o la rabia en escena

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Teatro

Delbono o la rabia en escena

El director italiano vuelve a Madrid con 'Il silenzo' y 'Guerra'

1 noviembre, 2007 01:00

Bobó y Delbono en la obra 'Urlo'

Esta semana la protagoniza Pippo Delbono, ya que presenta con su compañía dos espectáculos en el Centro Cultural de la Villa, dentro del Festival de Otoño de Madrid: Il silenzio, hoy y mañana, y Guerra, los días 4 y 5. Se trata de un teatro celebrado internacionalmente por su lirismo, que combina el cabaret con la poesía, la música y la danza; un teatro de contrastes, lúdico y humanista.

"Yo no hago psicologismo, no hago un teatro de personajes, sino poético, visual, donde es más importante el gesto que la palabra. Una sola frase me sirve a veces para construir una escena", explica Pippo Delbono, director de una compañía radicada en Varazze (Italia) y que se ha convertido en los últimos años en uno de los referentes escénicos del país transalpino. Delbono visitó Madrid hace una década, cuando presentó en la Cuarta Pared Barboni, un espectáculo profético en la trayectoria del grupo. Esta obra nació tras un seminario que Delbono impartió a actores en el manicomio de Aversa, y donde algunos pacientes podían participar como observadores. Fue allí donde encontró a Bobó, sordomudo y analfabeto y a quien rescató de sus 45 años de internamiento para incorporarlo al grupo con los actores profesionales. La experiencia fue tan positiva que, más tarde, otros dos "barbonis" se han unido también a la compañía. En su opinión, "sus gestos son pura poesía, es una gente para la que el arte es la única razón de su existencia, porque el arte les ha procurado una identidad". A diferencia de los actores, no entienden el teatro como un trabajo, sino como la vida misma, y ése es el credo que le gustaría a Delbono que profesasen en su compañía.

Duros entrenamientos físicos. Los espectáculos de Delbono son muy lúdicos, combinan momentos de tensión con otros de liberación, y parecen improvisados, como si los actores anduvieran libremente por el escenario, al ritmo de la música, un elemento también muy presente. Sin embargo, esta libertad no es improvisada, sino que Delbono somete a sus intérpretes a duros entrenamientos: "Soy muy exigente con el trabajo físico de los actores, y con algunos llevo trabajando unos quince años. Lógicamente a Bobó y los que no son profesionales no les exijo lo mismo, pero esta convivencia ha transformado el virtuosismo de unos y otros hasta alcanzar cierta armonía".

Delbono también ha acuñado una denominación a su estilo escénico, lo que queda muy aparente en los medios y da empaque a un artista. Lo llama "teatro de la rabia", pero cuando intenta largar su discurso teórico no es muy preciso ni original: "Mi teatro busca una fuerza que lo inspire, una energía no violenta que lo distinga del teatro burgués, una rabia propulsiva que se transforme en energía de vida. No grito porque esté enojado, sino porque me da fuerza, me anima, como hacen algunos deportistas".

En Madrid va a presentar en el Centro Cultural de la Villa dos de los espectáculos más emblemáticos de su repertorio: Il silenzio, que se escenifica hoy y mañana, y Guerra, previsto para los días 4 y 5. Como él mismo explica, el punto de partida de sus espectáculos "suele ser un tema que me interesa o una pregunta acerca de algo que no entiendo o cuyas respuestas que se dan no me satisfacen". Muy viajero, la vida misma es la gran fuente de inspiración de este director que encuentra en sus travesías abundante "materia" teatral.

Así, Il silenzio surgió hace ya siete años, tras una visita a Gibellina, ciudad italiana que en 1968 fue asolada por un terrible terremoto. Delbono se sorprendió del prolongado impacto que aquella catástrofe había tenido en los habitantes de Gibellina, pues a pesar de haber transcurrido más de 30 años, el miedo persistía en ellos. Su espectáculo está consagrado a la memoria de aquella tragedia, pero también a otros "terremotos" sociales que tuvieron lugar por esos años: el mayo del 68 y el movimiento hippie.

El segundo espectáculo nació en Sarajevo y, en contra de lo que pueda pensarse, "no habla de la guerra en el sentido tradicional, sino del mostruo que todos llevamos dentro". Guerra se estrenó en 1998 y se identifica muy bien con la filosofía de esta compañía. Nace de la necesidad de representar la vida que surge de la marginalidad, de la enfermedad, del sufrimiento.

Dos años por espectáculo. En un espacio desnudo se narran historias de personas que proceden del mundo de la anormalidad y de la locura, gente realmente libre en el sentido de que no padecen la presión de las normas sociales. Un espectáculo que también, añade Delbono, "habla de la diversidad y de los que no piensan como nosotros".

Delbono viene a emplear casi dos años en estrenar un nuevo espectáculo, aunque la compañía sigue representando casi todos los títulos de su repertorio, que se compone de once. "Para mí es necesario que la obra encuentre su vida, su pulsación, y es el público quien se lo da. Ahora, por ejemplo, hay obras que están mucho más vivas que cuando comenzamos a representarlas", explica el director.

Su relación con los actores y su interés por estudiar formas teatrales orientales están muy en sintonía con una de las escuelas en las que Delbono se formó, el Odin Teatret de Eugenio Barba. Allí coincidió con Pepe Robledo y ambos montaron la compañía: "Aprendí mucho allí sobre el entrenamiento del actor y su relación con el público", dice Delbono, "pero yo no me reconozco en su estilo, no me interesa un teatro sin humanidad".

Artífice de un teatro físico que no le ha impedido incurrir en el teatro de texto, como su adaptación de Enrique V de Shakespeare, donde convirtió la historia de este rey caprichoso y sanguinario en un largo poema sobre los combates que cada hombre libra consigo mismo. Más recientemente ha sido tentado también por la ópera, y ya ensaya un espectáculo sobre el músico Frank Zappa que, anuncia, "será un grito contra los libretos y sus autores".

Más Festival de Otoño

La omisión de la familia Coleman. Claudio Tolcachir, actor, pedagogo y dramaturgo argentino, presenta por primera vez en España su primer texto. Tolcachir, que ha trabajado con directores como Daniel Veronese (Espía a una mujer que se mata), trata en esta obra la disolución de la familia en una estética de la pobreza y la decadencia. La Cabrera (Madrid), día 3; C.C Paco Rabal-Palomeras Bajas, día 4. Sala Pradillo de Madrid, del 6 al 9 de noviembre.

Negro sobre blanco es lo nuevo de Heiner Goebbels, compositor y director de escena suizo. Se trata de un concierto interpretado por 18 músicos que no se limitan a tocar, sino que van conquistando el espacio con múltiples e inesperados objetos. Matadero/Naves del Español, desde mañana y hasta el 4 de noviembre.

Carles Santos es posiblemente el compositor contemporáneo más popular del país. También director de escena, sus creaciones son una mezcla ingeniosa de ópera, teatro, circo e ilusionismo. El fervor de la perseverancia es una ópera de pequeño formato, en la que se proyecta una película "superpornográfica" inspirada en Chopin y Sand, y que el mismo Santos interpreta al piano, acompañado de una mezzosoprano y una actriz. Español, del 7 al 9 de noviembre.

Blanca Li y su compañía presenta Corazón loco, un espectáculo que la coreógrafa estrenó en el Festival de Granada. En la obra los movimientos de los bailarines inspiran la música. Una pieza sobre los juegos caprichosos que crean las relaciones amorosas. Albéniz, del 7 al 11 de noviembre.