Miguel Rellán, un bailaor en la Rusia bolchevique: el libro de Chaves Nogales que llega al Teatro de La Abadía
- 'El maestro Juan Martínez que estaba allí', del histórico periodista y escritor sevillano, se convierte en monólogo con la dirección de Xavier Albertí.
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Era la Rusia zarista en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial terreno abonado para que estallara una revolución como la que devino en octubre de 1917. Un enorme país obsoleto hasta la raíz de su estructura social y económica, pobremente desarrollada en lo industrial y donde el despiadado clasismo, herencia de una servidumbre abolida tan solo medio siglo antes, dejaba en carne viva aquel resquemor que más tarde se tornaría en una bacanal de sangre y venganza.
Obreros de ciudad y mujiks del campo despedazarían por igual a aquella guardia real que, hasta el momento, les había estado reprimiendo con tanta dureza y crueldad. Por descontado, también recibieron su parte aristócratas, burgueses y todo aquel que oliera a sucio capital.
De todo aquello fueron testigos los ojos de Juan Martínez, un bailaor flamenco de Burgos que estuvo allí, y así nos lo contaba el célebre periodista Manuel Chaves Nogales, que en El maestro Juan Martínez que estaba allí (Libros del Asteoroide) rescata la voz del burgalés para que este nos cuente de primera mano sus peripecias en aquel país mientras intentaba sobrevivir con Sole, su mujer, y su baile.
Si es que existió tal burgalés. Xavier Albertí (Lloret de Mar, 1962), director de la adaptación al teatro de este texto de Chaves Nogales que se podrá ver en el madrileño Teatro de la Abadía del 28 de noviembre al 22 de diciembre, tiene sus reservas: “Seguramente, hubo alguien que vivió una experiencia similar a la de este tal Juan Martínez, pero yo tengo la sensación de que es una creación puramente ficcional de Chaves Nogales”.
Con la apariencia de la entrevista periodística, apostilla el también director artístico del Teatre Nacional de Catalunya, “lo que hace es una novela con la que cubre los importantes hechos históricos que acontecen durante la guerra civil rusa”.
En la adaptación de Albertí, que viene de representar Fuenteovejuna en Montevideo con la Comedia Nacional, un inmenso Miguel Rellán, recién cumplidos los 82 años, se pondrá en la piel del maestro Juan Martínez para compartir su experiencia en aquellos años en Rusia que en buena medida condicionarían el devenir del resto del siglo.
Rellán, afirma el director catalán, “es el actor perfecto para poder contárnoslo todo desde la distancia que nos da su edad, con esa idea de una generación que hace ver a otra la energía de la supervivencia, la energía de aceptar las grandes violencias de la historia como la única posibilidad para transformarlas, para cambiarlas”.
Porque en el momento en el que, durante el preámbulo que antecede a El maestro Juan Martínez que estaba allí, cuenta Chaves Nogales que se encuentra con el bailaor en París, este tiene 43 años, casi la mitad de primaveras que Rellán.
Sin embargo, Albertí ha querido jugar con la figura de Juan Martínez, nombre extremadamente común en España, considerándolo una especie de símbolo de lo corriente en situaciones extraordinarias, “alguien que podría ser cualquiera de nosotros, de cualquier edad, con cualquier nombre, no hay nada que nos obligue a aplicarle una identidad o apariencia concreta. Es, sencillamente, un hombre español con el cual Chaves Nogales recoge mucho de la tradición picaresca del Siglo de Oro español”.
Este fulano de tal representado por Rellán se encontrará solo sobre la tarima en los 65 minutos que dura la obra. La estructura del monólogo es una fórmula que no es nueva para Xavier Albertí: el año pasado trajo a las tablas del Teatro Español Don Ramón María del Valle-Inclán, la adaptación de la biografía escrita por Ramón Gómez de la Serna sobre el autor de Luces de Bohemia con tan solo el actor Pedro Casablanc en escena durante una hora y quince minutos.
“Habrá una tarima y nada más. Y un actor que con su palabra y su baile cuenta una historia”.
“Cuando haces varios monólogos”, reflexiona, “te das cuenta de que son un terreno de laboratorio absolutamente fascinante para contrastar el equilibrio profundo que tiene que haber entre actor y palabra, porque ya la situación desaparece y lo que aparece realmente con una profundidad exhaustiva es el arte actoral al servicio del texto, de la palabra”. En el escenario tan solo quedará, por lo tanto, palabra y cuerpo, lo segundo al servicio obediente de lo primero.
Por lo demás, no habrá más que “una tarima que puede parecer una pista de cabaret donde la iluminación (de la mano de Juan Gómez-Cornejo) nos va a hacer imaginar espacios muy diversos. Durante ese viaje, que va desde París a Odesa, pasando por Constantinopla, atravesamos las grandes tormentas de esos seis años de guerra civil rusa. Vamos a ver una tarima y nada más. Eso y un actor. Un actor que con su palabra y con su baile nos cuenta una historia”.
Si para la palabra se han servido del texto de Chaves Nogales, al que han tratado de mantenerse fieles en todo lo posible, para el cuerpo han recurrido a la figura del legendario bailaor Vicente Escudero, amigo de Miró y Picasso, y conocido por trasladar al baile la abstracción de las vanguardias: “Le hemos mirado, le hemos analizado, nos hemos empapado de él –apunta Albertí–, hemos visto cómo sus manos dibujaban líneas cercanas a lo que podía ser la estética mironiana y eso nos ha dado libertad para plantear la relación del cuerpo de Rellán con las palabras que salen de su boca”.
Todo ello para seguir apreciando lo que tiene de grande la figura del periodista y escritor sevillano, que durante décadas se ha mantenido en aquel olvido que se le otorga al que es incómodo. “Nos tendría que dar vergüenza haberlo olvidado –sentencia Albertí–, cualquier tradición literaria tendría que tenerlo en el altar de los grandes nombres de la literatura”.