'Testigo de cargo': Agatha Christie, a juicio casi cien años después
- El primer 'thriller' judicial de la historia regresa al teatro de la mano de Fernando Bernués y Roberto Santiago, con Fernando Guillén Cuervo como sir Wilfrid Roberts.
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Publicado por primera vez hace prácticamente cien años, Testigo de cargo es hoy una de las obras de Agatha Christie más emblemáticas —con permiso de La ratonera o Diez Negritos—. Adaptada por la propia escritora a teatro en 1953, Billy Wilder la llevó al cine poco después y fue serie de televisión en varias ocasiones, la última en 2017.
Una nueva versión teatral, dirigida por Fernando Bernués y escrita por Roberto Santiago, nos da la oportunidad de repasar este clásico de la dama del crimen que tiene el merecido honor de ser considerado como el primer thriller judicial de la historia, antes de que lo cultivaran autores como Erle Stanley Gardner con su serie sobre el abogado Perry Mason, o, más actualmente, John Grisham o Michael Connelly.
Fue un 31 de enero de 1925 cuando Agatha —que en aquella época ya había empezado a tener problemas en su no tan idílico matrimonio con Archie Christie, del que se acabaría divorciando oficialmente en 1928— publicó por primera vez Testigo de cargo. Lo hizo bajo el título de Las manos del traidor en Flynn's, una revista pulp semanal.
La historia, al contrario que otras de las novelas de Christie, se centraba en el juicio de Leonard Vole, un joven atractivo, acusado de ser el asesino de una mujer mayor y rica que le había dejado todo en herencia. Un relato de engaños, manipulación y crimen que no habría de llevar el título que hoy se le conoce hasta 1933, cuando apareció así reunido en la colección británica El sabueso de la muerte y, de nuevo en 1948, con la publicación en Estados Unidos de Testigo de cargo y otros relatos.
Fue la propia Christie quien, en 1953 y tras el éxito en los escenarios de La ratonera, se animó a adaptar este relato al teatro. La obra se estrenó en Londres un año después, lo que la convirtió en la primera dramaturga en tener tres de sus obras en cartelera de manera simultánea: La ratonera —que se representó de manera ininterrumpida desde 1952 hasta el 16 de marzo de 2020, La telaraña y Testigo de cargo, por cuya dramaturgia recibió el Premio Edgar a la mejor obra de misterio, llegando a representarse durante 645 funciones, hasta junio de 1956.
Aquella historia teñida de “intriga”, “misterios” y “giros sorprendentes”, en palabras de Roberto Santiago, trataba ya entonces temas esenciales hoy, como “las relaciones tóxicas", bajo el interrogante de "cómo alguien es capaz de confundir el amor y la entrega con la sumisión, y se deja manipular hasta poner en riesgo su propia vida”, comenta el escritor y dramaturgo para quien "en ese sentido, es muy actual".
“También, y eso solo se atrevería a hacerlo alguien que vivió mucho y muy deprisa, habla de la identidad humana: quiénes somos en distintos momentos de nuestras vidas; cómo esa esencia es algo mutable, en permanente cambio”, matiza.
Sin embargo, para la escritura de la dramaturgia, Christie, que al parecer no había quedado del todo satisfecha con el abrupto y “abierto” final del relato original, al tratarse de una de las pocas historias escritas por ella que dejaba al culpable sin castigo, lo hizo con una significativa modificación que sería la que popularizó Billy Wilder en 1957, protagonizada por Tyrone Power, Marlene Dietrich y Elsa Lanchester, además del carismático Charles Laughton, para quien se modificó el papel del abogado defensor, un hombre malhumorado pero brillante que acababa de sufrir un infarto cuando acepta el caso.
Considerada por la propia escritora como la única película basada en una de sus historias que realmente le había gustado, hay quien dice que fue Dietrich quien accedió a participar en la película a cambio de que la dirigiera Wilder. Durante la campaña publicitaria de la película, se tuvo además mucho cuidado de no revelar el sorprendente desenlace de la historia, hasta el punto de que ni si quiera los actores tuvieron acceso a las últimas páginas del guion hasta que se rodaron las escenas. Un misterio que se trató de conservar después de su estreno con una petición sugerente en los créditos, la de no revelar “a nadie el secreto del final”.
Salpicada por el sentido del humor del propio Wilder, en la película que cede el protagonismo al carismático abogado interpretado por Laughton, se matizan aún más los personajes del cuento de Christie. Son “personajes universales con los que nos identificamos enseguida, prototipos muy particulares de la lealtad, la codicia, el poder o la traición”, comenta Santiago sobre este título que, en su opinión, y a pesar de La ratonera o Diez negritos es “sin duda su obra más redonda, ambiciosa y actual”.
Desde entonces, varias han sido las versiones de esta pequeña historia que se hizo grande sobre las tablas. Tras triunfar en Londres y Broadway, en España la obra se estrenó por primera vez en 1956, en el Teatro Infanta Isabel, bajo la dirección de Luis de Baeza. Y, entre sus últimas adaptaciones, se encuentra la serie dirigida por Julian Jarrold -The Crown-, versionada en 2016 por Sarah Phelps, cuya mayor particularidad es que volvió al final original de la historia, anterior a la obra de teatro que versionó la propia Christie.
En la versión que llegará al Teatro Fernán Gómez del 19 de diciembre hasta el 26 de enero, Fernando Guillén Cuervo interpreta al carismático abogado Sir Wilfrid Roberts, con un reparto que completan Isabelle Stoffel, Bruno Ciordia, Adolfo Fernández, María Zabala, Markos Marín, Borja Maestre y Nerea Mazo.
“Esta versión que estrenamos ahora en el Teatro Fernán Gómez es una adaptación directa de la obra original de Agatha Christie —comenta Santiago—. Ella la transformó en un artefacto teatral preciso que llevó a los escenarios con grandísimo éxito”.
No en vano, Testigo de cargo “era uno de los escritos favoritos de la autora, le tenía un gran cariño por el enorme valor emotivo que tenía para ella. Y, además, fue el primer gran thriller judicial del siglo XX", remarca Santiago. "En ese sentido, yo me he limitado a unificar algunos personajes, recortar la duración y traer a hoy en día el conflicto que plantea la obra, siendo siempre muy fiel a la esencia y el espíritu del texto original”. Una oportunidad de revisitar este clásico del suspense que, sin duda, no decepcionará a los amantes del misterio, los juicios, Agatha Christie o los giros inesperados. Silencio en la sala.