¿Te acuerdas de Fernando Vizcaíno Casas? El escritor fascista que triunfaba en la nueva democracia
- El autor valenciano vendió más de 4 millones de ejemplares de una novela de humor en la que un Franco resucitado hacía autostop.
- Más información: La mejor biografía de Franco, ahora en viñetas: los traumas infantiles que lo convirtieron en un tirano despiadado
Se queja la industria editorial de que las ventas están cada día más atomizadas y de que, para sobrevivir, es necesario editar un número creciente de títulos, de modo que la suma de sus pequeñas tiradas cuadren las cuentas. Así fue como me dio por buscar datos de los libros más vendidos en España en el último siglo y me encontré a este verdadero monstruo del mercado libresco.
Los datos parecen coincidir: ...Y al tercer año resucitó vendió casi cuatro millones y medio de ejemplares, una cifra que multiplica por diez, o aún más, a cualquiera de los libros más vendidos en España en las últimas décadas.
Cuatro millones y medio. ¿Quién hay que ser para conseguir vender semejante barbaridad? Pues Fernando Vizcaíno Casas, el mismo que le dijo a una reportera de Cambio16 en una entrevista que no se confundiera: él no tenía nada que ver con la extrema derecha porque él era fascista. Ahí queda eso.
Tratándose de semejante personaje es imposible saber si lo dijo en serio o no, y tampoco es fácil deducirlo de su biografía. Hijo de un fabricante de paraguas y abanicos, nació en Valencia en 1926 y se inició en el periodismo a los veintidós años como crítico de cine en varias publicaciones del franquismo temprano.
Ya con veinticuatro años se trasladó a Madrid para estudiar derecho, y se especializó como abogado laboralista, más en concreto en la defensa de los derechos de los actores teatrales, trabajadores del cine, el circo y otros espectáculos. Entre sus obras de esa época destacan un diccionario del cine español y una compilación profesional de la legislación aplicable a la cinematografía.
De abogado a escritor superventas
De todos modos, su principal interés seguían siendo las letras, y ya en 1949 ganó un premio teatral por su comedia La senda iluminada, una divertida historia sobre la Escuela de Vocaciones Anormales y sus curiosos habitantes, que deben aprender a estar locos como es debido. Es importante no confundir la senda iluminada con Sendero Luminoso.
En los años siguientes, escribió varias obras de teatro y guiones más, y fue galardonado con distintos premios, como el Premio Nacional de Teatro y la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos. También escribió radionovelas, telenovelas y programas para televisión.
Aunque algunos lo consideraban un escritor del régimen, y parece que realmente lo era, su verdadero éxito llegó tras la muerte de Franco, con una larga serie de novelas satíricas, cáusticas y de un humor ácido y corrosivo que gustó mucho en la época. La primera de ellas, de 1976, fue Niñas, ¡al salón!, que hablaba sobre los vicios, la hipocresía y las apariencias de la alta sociedad.
A esta la siguió, el mismo año, la controvertida De camisa vieja a chaqueta nueva, que contaba la conversión de los viejos falangistas en nuevos socialistas, aludiendo directamente a Felipe González. En la presentación de esa novela, dijo Vizcaíno Casas que, como abogado laboralista, se había enfrentado una docena de veces a Felipe González, que también lo era, y que cabía subrayar dos puntos: que Felipe no le había ganado nunca, y que en todas las ocasiones él defendía a los trabajadores y González a la patronal, cosa que se podía comprobar fácilmente en los juzgados o en el Colegio de Abogados. El cachondeo fue importante.
El autoestopista Francisco Franco
Pero su verdadero éxito llegó en 1978, cuando publicó ...Y al tercer año resucitó, una novela de humorismo distópico sobre lo que sucedía en España en 1978 tras la resurrección repentina de Franco. Como ya dije al principio, vendió más de cuatro millones de ejemplares, lo que es casi como decir que había un libro de ese título en la mitad de las casas de España.
La novela empieza con Franco haciendo autostop delante del Valle de los Caídos, hasta que, cuando lo recoge un camionero, le pide que lo lleve al Palacio del Pardo. A partir de ahí, se trata de una obra desternillante, llena de huidas a Francia, personajes disfrazados y gente buscando camisas azules por todas partes. Dos años después se hizo también una película, dirigida por Rafael Gil.
Tras este descomunal éxito, Vizcaíno Casas siguió escribiendo sátira política hasta alcanzar los más de cuarenta títulos, de los que algunos fueron también grandes éxitos, como Las autonosuyas, de la que también se hizo una película. En este caso, Austrasigildo, el alcalde de Rebollar de la Mata, decide convertir su pueblo en una entidad autónoma serrana y convence a los alcaldes vecinos para “chupar del bote, ponerse sueldos opíparos y pasearse en coche con chófer”, además de convertir su defecto de dicción en una nueva lengua oficial, el farfullo, que deberá enseñarse obligatoriamente en las escuelas.
También fue muy leída, o muy reída, la colección de escritos oficiales de la transición titulada La letra del cambio, de 1986. En ella aparece, con fotografías incluidas, el nombramiento de determinado personaje como vocal del Conejo general del Poder Judicial, y la subsiguiente fe de erratas del Boletín Oficial del Estado, al día siguiente, que reza, textualmente, que donde dice Conejo General del Poder Judicial, debe decir Consejo General del Joder Judicial. Pueden imaginar lo que dio de sí semejante cadena de errores en manos de un escritor como Vizcaíno Casas.
Por lo demás, y durante muchos años, compaginó las colaboraciones como articulista en el diario El Alcázar y la revista Interviú. Sí, tal cual: el periódico más retrogrado y ultramontano, y la revista libertaria y desinhibida de las chicas en paños menores.
Falleció en Madrid a los setenta y siete años, trabajando aún como abogado laboralista del bando obrero, dicen que a menudo sin cobrar, aunque él lo negaba siempre, seguramente por el viejo prurito católico de que no sepa la mano izquierda lo que da la mano derecha.
Así que, ciertamente, no logramos discernir si era ultraderechista, fascista, o qué, pero su plusmarca de libros vendidos sigue imbatida cuarenta años después, por más que a veces se le borre, por razones fáciles de suponer, de todos los listados y antologías.