Image: La cartelera denuncia

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Teatro

La cartelera denuncia

Coinciden los estrenos de Presas, El enemigo de la clase y Pulsión, tres obras de temática social

15 noviembre, 2007 01:00

Un momento de Presas, de Ignacio Del Moral y Verónica Fernández

Tres obras que comparten su interés por representar conflictos sociales -Presas, El enemigo de la clase y Pulsión- llegan a la cartelera madrileña. Lejos de ser un teatro contundente como el que practicaron algunos autores de los años 50 (Sastre, Martín Recuerda...), el "nuevo" teatro social se conforma con plantear las contradicciones de una sociedad acomodada y su particular modo de ver la vida.

Suena bien que dos de los espectáculos que coinciden en la cartelera madrileña hayan sido montados el pasado año en la Escuela de Arte Dramático de Madrid (Resad), en los talleres de los alumnos de fin de carrera. Presas fue dirigido por Ernesto Caballero y el texto fue un encargo, ya que necesitaban una pieza con muchos personajes femeninos; luego se exhibió en la alternativa Triángulo. Ahora el Centro Dramático Nacional la estrena el día 22, dirigida también por Caballero, pero en una nueva producción con más medios y actores "profesionales".

Ignacio del Moral (San Sebastián, 1956) firma la obra junto con Verónica Fernández . El teatro de Del Moral suele clasificarse como "social", quizá porque procede del teatro independiente de los 70, cuando imperaba este estilo. Sus constantes colaboraciones cinematográficas (Los lunes al sol) y televisivas (Farmacia de guardia, Querido maestro), que exigen un lenguaje más realista, contribuyen a esta clasificación. En cualquier caso, él no cree que el teatro social de hoy tenga el mismo sentido de denuncia que el de antaño: "Yo no me planteo hacer denuncia, sino poner de manifiesto las contradicciones de una sociedad acomodada, que vive más o menos confortablemente".

Huir de la actualidad. Presas ha tenido buen recibimiento allí donde se ha escenificado. Realmente, su argumento reproduce un esquema clásico: aborda el mundo de la cárcel a través de una presa que acaba de ingresar. A diferencia de la obra que María José Goyanes protagoniza en estos momentos en la sala Galileo, Dile a mi hija que me fui de viaje, la de Ignacio del Moral y Verónica Fernández habla de las prisiones del pasado, no de las de hoy. Y lo hace a conciencia, según explica su autor, quien decidió ambientarla en la España de la década de los 40 porque "nos permitía rehuir muchos tópicos que hubieran sido inevitables en el caso de haber ambientado la obra en la actualidad (las drogas, la inmigración) o en la inmediata posguerra (que habría requerido un tratamiento más politizado)".

En realidad, del Moral ha perseguido una obra universal, su texto apunta a la representación de un mundo insatisfactorio, cuyos agentes del mal son de orden social: "Lo que ocurre en Presas podría ocurrir en cualquier país de los que, ayer u hoy, padecen o han padecido regímenes totalitarios: la acción podría tener lugar en la Argentina de Videla, en la Rusia de Stalin, en la Corea del Norte de hoy o, tal vez, en la Cuba de Castro. En definitiva, en cualquier lugar donde la represión y el adoctrinamiento son la forma de relación entre el Estado y los ciudadanos".

En buena sintonía con Aristóteles, Verónica Fernández espera provocar un cierto efecto catártico en el público. "He visto llorar a espectadores que veían nuestra obra... hemos conseguido que teman y compadezcan", dice la autora. Por su parte, Del Moral persigue tímidamente fines más brechtianos, más cercanos a la idea de un teatro capaz de transformar la realidad : "No debemos dejar de pensar que lo que sucedió en el pasado puede repetirse -dice- basta con que la ciudadanía haga dejación de su responsabilidad, basta que el desencanto, el cinismo, combinados con la ignorancia y la pérdida del espíritu cívico, dejen paso a esos salvadores y padres de la patria que, finalmente se convierten, casi indefectiblemente, en sus verdugos y violadores".

También en El enemigo de la clase se repite un argumento archiconocido del celuloide y del teatro: la rebelión de las aulas y la violencia juvenil. La producción que se presenta hoy en el Teatro Lara nada tiene que ver con la estrenada en la Resad; ha sido dirigida por Marta Agelat y está protagonizada por un joven elenco de actores, algunos procedentes del cine (Eloi Yebra, Críspulo Cabezas, Bernabé Fernández...).

Escrita en 1976 por Nigel Williams, la obra muestra cómo un grupo de seis alumnos, que acaba de "expulsar" a su profesora de la clase, reproducen las tiranías del esquema social mientras esperan en el aula al nuevo profesor. En este sentido, es un texto que atribuye al ambiente social, y no al individuo, la gran responsabilidad de los conflictos.

Adaptada por el autor David Desola (Baldosas, Almacenados, Siglo XX que estas en los cielos), cree que este texto "setentero" se adapta muy bien a los tiempos actuales "en los que la gente está muy sensibilizada con el tema de la violencia juvenil dentro y fuera de las aulas". Explica que su labor ha consistido en "actualizar y contextualizar el texto, tanto en el lenguaje como en la propia raíz de los personajes, pero siempre intentando respetar el espíritu de la obra". En este sentido ha dado pinceladas para que se reconozcan los colegios de los barrios de nuestras ciudades. La obra no ofrece soluciones a los conflictos planteados pero sí sugiere de donde deben proceder: de la sociedad, es decir, del sistema educativo. Bajo esta lógica, es fácil suponer cuál será la gran aportación para resolver los conflictos: lo positivo de la convivencia.

Cuestionar la sociedad. Desola cree que la expresión "teatro social" tiene hoy un sentido "un poco peyorativo". En su opinión, el teatro "debe reflejar una realidad reconocible por el espectador", "cuestionar la sociedad", sin olvidarse de divertir y emocionar, sin ser dogmático, aunque sí doméstico. "El enemigo de la clase es la historia que sucede en cualquier escuela de cualquier barrio bajo, de cualquier ciudad de nuestro país. Su sentido no es otro que el de cuestionar, que no es poco".

Por último, en la Cuarta Pared se representa desde ayer Pulsión, que reúne textos de la llamada generación inglesa de los 90, es decir, de Mark Ravenhill, Abi Morgan, Stephen Greenhorn y Hillary Fannin. En realidad, se trata de una pandilla de autores bastante gamberros que escriben sobre las extremas costumbres de jóvenes adictos a las drogas y al sexo, y marginados como los enfermos de sida. Son textos que quieren dar en las narices al espectador -de ahí el nombre que recibe el movimiento de autores en Inglaterra, In yer face-. El montaje de la Cuarta Pared lo ha dirigido Miguel del Arco y sigue un estructura circular: cada pieza se une a la otra gracias a un personaje que viaja entre ellas.