El Cid llega al Pavón de la mano de Vasco y García May
Muriel Sánchez, ‘la muerte’ en los romances del Cid.
Poesía y escena se funden en los Romances del Cid, un montaje que recala el 1 de marzo en Madrid con dirección de Eduardo Vasco y dramaturgia de Ignacio García May. La obra de la Compañía Nacional de Teatro Clásico es la nueva colaboración del mismo tándem que convirtió el cervantino Viaje del Parnaso en una exitosa obra teatral. El Cultural analiza su historia y sus símbolos.
Después de la sorprendente propuesta de El viaje de Parnaso con la que nos sorprendió la Compañía Nacional de Teatro Clásico, el tándem compuesto por Eduardo Vasco e Ignacio García May vuelve a propiciar un maravilloso encuentro entre poesía y teatro a partir de los Romances del Cid.
Sin intermediarios. Y es que éstos constituyen una semilla de pura teatralidad. Como los define Eduardo Vasco: "Son una forma que trabaja sin intermediarios, de manera frontal, con las convenciones básicas y los intérpretes expuestos, solos, ante el ávido espectador. Aparecen como una forma casi espontánea del actor, capaz de evocar todo el universo con el poder de su palabra, de transportar al público a través de lugares, personajes y épocas con historias del pasado que se vuelven presentes en su imaginación. El mejor teatro es el que sucede dentro de los espectadores". La versión de García May conserva el poder subyugante de los dos pilares básicos de los romances (la historia y los símbolos) y el amor por las palabras. Como si de Ciudadano Kane se tratase, a partir de doce escenas -concisas y bien dibujadas- y tres personajes -El Caballero, La Muerte y El Arcángel- García May construye un retrato caleidoscópico de la figura del Cid a partir de lo que otros dicen de él. Según palabras del mismo autor "nos encontramos ante uno de los espectáculos más modernos del teatro clásico aunque esto pueda parecer una paradoja. En El viaje del Parnaso la acción dramática todavía podía ceñirse a un argumento claro pero en este caso hemos prescindido absolutamente de él para configurar una lógica que tuviera más que ver con los códigos simbólicos que determinan el mundo medieval".
La modernidad intacta. La absoluta modernidad del espectáculo no tiene nada que ver con la voluntad de crear una versión moderna sino más bien con mantener intacta la modernidad de los romances primigenios. "La ventaja de trabajar con Ignacio es que podemos probar juntos y cambiar durante el viaje sin ningún problema para crear un montaje lleno de teatralidad en el que el público pueda disfrutar escuchando los romances del Cid", asegura Vasco. Viejas historias que nada tienen que ver con los viejos pergaminos de la historia. Quizá tampoco con una catedral gótica. Pero sí con la filigrana de los tapices medievales que adornan las paredes de la catedral de Zamora.