Image: Historias del otro lado

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Teatro

Historias del otro lado

28 febrero, 2008 01:00

Charo López en un ensayo de la obra.

Las consecuencias absurdas de una guerra junta por primera vez a Charo López y Ariel Dorfman. La actriz da un giro a su trayectoria escénica con el estreno de El otro lado. El montaje, la segunda obra del autor chileno tras su debut teatral con la aclamada La muerte y la doncella, supone además la première mundial en español del texto, que tendrá lugar en el Teatro Nuevo Circo de Cartagena el 6 de marzo. Con Charo López comparte reparto Javier Torrijo y Eusebio Lázaro, director también de este montaje con reminiscencias beckettianas.

Después de pasear la divina cojera de Sarah Bernhardt por los escenarios de media España, Charo López vuelve a subirse a las tablas convertida ahora en una mujer a la que la guerra parte su vida. Mejor dicho, su casa, porque eso es lo que le ocurre a un pobre matrimonio al que un conflicto entre dos países vecinos convierte su vivienda en objetivo militar, primero, y frontera entre ambas naciones, al llegar el armisticio. Así, con la linde dividiendo la casa por la mitad y sus moradores necesitando visados para poder ir al cuarto de baño o a la cocina según la parte de la vivienda en donde se encuentren, se desarrolla El otro lado, la obra con la que Ariel Dorfman regresa también a los escenarios.

A diferencia de su anterior texto, el dramático La muerte y la doncella donde indagaba en el terrible mundo de la tortura y la venganza, el autor chileno dirige su mirada hacia lo absurdo de la sociedad, que recuerda en cierto modo a Samuel Beckett. Aunque en realidad, el tema escogido por el autor chileno, pero de nacimiento argentino, no es del todo original, pues el caso se ha dado en más de una ocasión, por ejemplo, en el caserón familiar de los Baroja, con parte de la casa en España y otra en Francia.

Beckett revisitado. "Sí, es muy beckettiana", reconoce Charo López, "pero aquí hay una fe en la vida" que le distancia de la biblia desesperada que es Esperando a Godot. En esta ocasión la pareja, formada por un hombre y una mujer a los que se les une un soldado para controlar las idas y venidas que hacen en su propia casa, sí sabe lo que espera, la vuelta del hijo al que la guerra llevó fuera y del que desde entonces no han vuelto a saber nada. A eso se añade en la obra de Dorfman un texto dividido claramente en tres etapas, que comienza con "una parte hilarante debido a la situación grotesca que se desarrolla en el escenario, una segunda en la que poco a poco aparece una sonrisa poética, y un final que deja al público dudando sobre lo que ha visto", según el director del montaje y marido en la obra, Eusebio Lázaro.

¿Un cambio de registro? Esa combinación de estilos tal vez sea lo que ha animado a López a escoger el texto de Dorfman para su nuevo proyecto escénico. Aunque cuando se decidió por El otro lado "no buscaba hacer un cambio de registro", la nueva obra le permite recorrer una galería tragicómica de sentimientos y emociones que le aleja un poco de sus últimos trabajos, caso de los más graves Las memorias de Sarah Bernhardt, Los puentes de Madison o del divertido Tengamos el sexo en paz. Esa consideración es lo que lleva a la actriz a proclamar su "enamoramiento de la obra por el tratamiento magistral que Dorfman hace de la realidad". Para la intérprete salmantina, el autor ha sido capaz de crear una pieza en la que "se confunden realidad y sueños" por donde pasean unos pobres personajes que, por motivos ajenos a ellos, se ven metidos en un conflicto del que no conocen ninguno de los motivos que les ha llevado a requerir de la autorización de unos extraños para prepararse la comida, acostarse en su cama o, simplemente, hacer sus necesidades fisiológicas en su cuarto de baño cuando el cuerpo lo demanda.

Aunque El otro lado no se queda solamente en contar una historia propia de las ‘Guerras de Gila’. La obra también es un recorrido por una serie de "problemas que tienen mucho que ver con el mundo de hoy". Entre otros, la actriz destaca clásicos de la sociedad como la muerte o la destrucción, pero algunos más como "la visión del otro". Esta manera de entender a los demás como alguien ajeno, diferente y, por lo tanto, casi enemigo ha sido siempre, y continúa siendo, garantía de enfrentamiento entre los hombres. Por eso Dorfman acierta, según la actriz, al "mostrar que todas las personas son otras para alguien", aunque comparten los mismos deseos y aspiraciones humanas. Pero a los que basta el ofrecimiento de cualquier bagatela para que olviden esos rasgos comunes, establezcan diferencias entre ellos, olvidando su similar condición y se conviertan en enemigos acérrimos, en el odiado otro al que se puede hacer cualquier cosa para conseguir su derrota.

Lázaro comparte la visión de su mujer en la obra pero, además, destaca "el humor" con el que Dorfman es capaz de conducir el texto para evitar el exceso fácil que convertiría en farsa la grotesca historia de unas personas convertidas en extrañas en su propio domicilio. Esto se produce, cree el director, por lo bien pintados que están los tres personajes, especialmente el del tercer personaje de El otro lado. Para Lázaro, una de las claves del texto es el cambio que se produce en el soldado, un hombre simple al que su "ferocidad del principio se va transformando poco a poco en ternura hasta enamorarse de él y querer adoptarlo", como le ocurre al matrimonio formado por los otros dos protagonistas. Por eso, piensa, la trama gana en profundidad a medida que se desarrolla consiguiendo que en ningún momento sea "una obra de buenos y malos, sino de seres humanos a los que la situación les desborda, pero sin llevarles al límite".

Una casa, tres personajes. A un paso del abismo sí que conducía Dorfman a sus personajes de La muerte y la doncella. La obra, su única creación teatral hasta su regreso con El otro lado, tiene varios puntos en común con el nuevo trabajo. En La muerte y la doncella, el autor y profesor universitario abría las puertas del infierno juntando a tres formadas y cultas personas amantes del cuarteto de Schubert que da título a la obra, en una casa aislada.

En El otro lado, el dramaturgo mantiene el mismo número de personajes y el encierro en una casa alejada de todo el mundo donde sus habitantes quedan expuestos a sus propios designios. También una incógnita final cuya respuesta han de dar los espectadores, porque los propios personajes la desconocen. Pero, a diferencia de La muerte y la doncella, ellos no son los sujetos de lo que gobierna sus vidas, no protagonizan el horror. Al revés, el matrimonio de ancianos y el soldado son meros objetos de un mundo desquiciado y absurdo que padece lo que se les cae encima sin conocer siquiera sus claves y que consigue dividirles la vida en dos partes absurdas.

Un éxito internacional

Novelista, autor de ensayos y profesor universitario en EEUU, la relación de Ariel Dorfman con el teatro no es muy larga, pero desde luego sí lo es afortunada. Su primera obra fue La muerte y la doncella, con la que presentó el terrible dilema que se le aparece a un matrimonio cuando por azares de la vida tienen en sus manos al presunto torturador de la mujer, y que llevó al cine Polansky. Desde entonces no había vuelto a escribir teatro hasta El otro lado, que tras su representación en Tokio, Seúl y Nueva York sube por primera vez en el idioma español en que fue escrita.