Image: María Adánez

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Teatro

María Adánez

“Strindberg muestra en Julia la pérdida del honor”

13 marzo, 2008 01:00

María Adánez. Foto: Ricardo Cases

Después de unos inicios teatrales en el mundo de la comedia, la actriz cruzó al drama de la mano de Miguel Narros con Salomé. Ahora, con el mismo director se convierte en La señorita Julia.

-Vuelve a intepretar el papel de una seductora de hombres, ¿qué diferencias encuentra entre ambas?
-Tienen muchas diferencias, pero prefiero hablar de sus semejanzas, que son muchas. Las dos son mujeres muy presionadas por el entorno en el que viven, que les impide ser libres y les conduce a estar atrapadas por sus propias obsesiones. Salomé descubre el amor a través de un profeta del que, como no quiere ni mirarle y le detesta por ser mujer, pide su cabeza obsesionada. Julia también es una persona obsesiva que lo que busca es ser feliz, sentir el amor, motivo por el cual quiere pasar la noche con el criado, pero todo se le vuelve en contra. Las dos intentan ser libres sin conseguirlo, acaban atrapadas, sin salida.

-Teniendo las dos perfiles similares, ¿con cuál se ha sentido más identificada personalmente?
-Julia tiene un recorrido mayor, aunque el monólogo de Salomé, cuando le traen la cabeza del Bautista es una joya. Pero a Julia le pasan más cosas, es como si fuera muchos personajes en uno. Es contradictoria. Medio hombre y medio mujer; con mucha fuerza, y débil al tiempo; adulta y niña pequeña. Está llena de obsesiones pero es muy clara.

-Una persona de esas características, ¿no es una enferma? ¿Cuál cree que es el mensaje de fondo de Strindberg?
-Todos somos así en mayor o menor grado. En su caso está potenciado para que haya conflicto, porque si no fuera así, no habría teatro. El eje central de la obra es la pérdida del honor. Si entonces una señora de clase alta se acostaba con un criado no tenía muchas salidas. Strindberg habla de la lucha de géneros. Una es la de la Señorita, en retroceso, y la otra la de Juan, que sube. Ambos manipulan todo para conseguir sus fines. Pero más importante es la lucha entre el hombre y la mujer. La de clases, afortunadamente, está un poquito obsoleta, pero la de sexos está vigente, con su violencia física e intelectual.

Juventud e infierno
-¿Cómo muestra ese planteamiento Miguel Narros?
-Hay dos funciones en la obra. La primera parte es la de la juventud, la de las ganas de ser feliz y la fiesta. La segunda es un descenso a los infiernos, desde que hacen el amor. Ahí empieza el lío. Julia, que está harta de relaciones frívolas, se siente culpable por acostarse con un criado y por eso quiere justificarlo con el amor. Pero descubre que la intención de este tío es otra y empieza la lucha. Juan va a ser muy duro. Para él, Julia es la primera rama, la que le sacará de allí. Es una función contundente, pero con el buen gusto y la elegancia de Miguel Narros. Yo no quería hacer una Julia fría, suave. Es, como todo el montaje, bestia, fuerte, con las grandes pasiones potenciadas para así coger más fuerza, más energía.

-¿Cómo fue el reencuentro con Narros para este personaje?
-Desde la absoluta sencillez, porque somos muy tímidos. Le entiendo y me entiende. Me respeta y le respeto. Siempre hemos llegado a un entendimiento del personaje. Mi Julia es la suya, como debe ser, porque los actores interpretamos desde las manos del director. Es un gran psicólogo que un día te hace dar una voltereta lateral, otro cuatro piruetas y luego te dice que eso no vale. Así te saca el personaje.

-Primero hizo comedias y ahora dramas, ¿qué camino seguirá en el futuro?
-He hecho sobre todo comedia, pero no me veo toda la vida así. Siempre he dicho que las carreras de los actores empiezan por unos derroteros y luego siguen por otros, dependiendo también de tu inquietud. Llegar al drama se lo debo a Narros. Confió en mí y me ha abierto otros caminos. Pero ya le he dicho que la próxima debe ser una comedia. ¡Que ya vale de sufrir!