Image: El adiós de Aiguardent

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Teatro

El adiós de Aiguardent

Marta Carrasco se despide en la Abadía

10 abril, 2008 02:00

Un momento de la obra

Marta Carrasco despide en La Abadía su espectáculo más famoso y el que la dio a conocer como artista en solitario, Aiguardent.

Al principio fue Gustav Mahler. Luego, con la profundidad sinfónica del compositor bohemio como banda sonora, llegó un taburete con ruedas sobre el que sentarse mientras daba vueltas a la banqueta y a qué iba a hacer tras dejar la compañía de Ramón Oller. Un mes después fue la opinión de un amigo, Pep Bou, que tras ver el resultado de esas vueltas le dijo que no necesitaba crear un espectáculo, que el espectáculo es lo que había hecho durante ese encierro consigo mismo en el espacio casi vacío de Sant Cugat. Y así nació Aiguardent, el montaje con el que Marta Carrasco irrumpió, como artista en solitario, en los escenarios hace ya 13 años con una fuerza descomunal que aún mantiene, al igual que su personaje protagonista.

Quien quiera ser testigo de esa fuerza de danza y teatro con la que la artista catalana se presentó tiene apenas diez oportunidades de presenciarla. Ni una más, porque tras la decena de funciones con las que estará en el Teatro de La Abadía hasta el 20 de abril, Carrasco aparca a su personajes Violeta. No la "asesina" ni la jubila, pero sí deja descansar a esa "mujer al límite, perdedora y alcoholizada", como la traza Carrasco, con la que ha convivido durante tantos años entre ingentes chorros de soledades y aguardiente.

Tierna y llena de rabia. Porque ahí está la tierra donde florece un ser "lleno de rabia y ternura porque no es querido ni aceptado por nadie, pero al que sólo había que abrirle un poco el corazón para que se expresara sin cortapisas". Por esa rendija salió una mujer soberana de sí misma, dueña del sello vital que proporciona el "no tener miedo a perder nada porque no tiene nada que perder". Excepto su vida, a la que pasea de continuo por el abismo evitando siempre la caída al vacío, mientras manifiesta sus inquietudes. Entre trago y trago presenta un desconocido mundo para quien no forma parte del reino de los perdedores, ése que está a la vuelta de la esquina, aunque muchos piensen que está muy lejos tan sólo porque no quieren ver lo que tienen delante. Pero que desgasta, incluso agota a los que lo frecuentan, como es el caso de la actriz bailarina, necesitada de un descanso tras su larga relación con Violeta.

A cambio ha recibido muchas satisfacciones, entre las que figuran los Premios Max a la Mejor Coreografía y Mejor Bailarina, y también el Premio de la Crítica de Barcelona 1996. A este espectáculo han seguido cinco más (Blanc d’ombra, Mira’m, Eterno, Ga-gà y J’arrive) en los que Carrasco ha mantenido su interés por lograr un gran impacto visual con escenas de gran calado poético, mezclando las técnicas de la danza y del teatro. También ha mostrado una gran libertad para exponer sus inquietudes personales que ahora pasan por pensar de nuevo lo que va a hacer tras dar una licencia temporal a Violeta. Tal vez vuelva al taburete con ruedas mientras escucha a Mahler.