Image: Lucía Lacarra

Image: Lucía Lacarra

Teatro

Lucía Lacarra

“No hay que ser un entendido para ir a ver un ballet. La danza es arte, es emoción”

17 julio, 2008 02:00

Lucía Lacarra. Foto: Wilfried Hüsl

Lucía Lacarra vuelve a España con Duke Ellington Ballet, elegante espectáculo de Roland Petit que protagoniza con el Asami Tokio Ballet. El 17 y 18 de julio actúa en La Granja (Segovia) y continuará la gira por Las Palmas (23 y 24), San Sebastián (26), Pamplona (28), Peralada (31), Mallorca (2 de agosto), Madrid (5 y 6) y Santander (8 y 9).

Desde que salió de su Guipúzcoa natal, Lucía Lacarra no ha parado de viajar. Su primer destino fue Madrid, donde se formó con Víctor Ullate. Pero luego, como el resto de grandes artistas españoles de ballet, tuvo que irse al extranjero para dedicarse a su profesión. Su última parada es la compañía de la ópera de Múnich, donde es una de las cuatro bailarinas principales de la formación. Aunque, curiosamente, si es conocida por algo fuera del mundo de la danza en España es por haber bailado en el concierto de Año Nuevo en Viena.

-El Duke Ellington Ballet, ¿es un espectáculo formado por piezas sueltas o hay algún hilo que tire de todas?
-Son piezas completamente separadas, con músicas diferentes y ambientes diferentes. Roland Petit ha hecho su selección, en el orden que ha querido, para lo que se ha inspirado en el nombre de una canción o en una variación musical. Son trozos separados, cortos, pero con una historia cada uno.

-¿Qué es lo que cree que va a sorprender más de la obra ?
-La obra entera. Va a ocurrir como hace dos años con Pink Floyd, que la gente no esperaba que se pudiera hacer ballet neoclásico con esa música. El público no sabe lo que le espera, es muy original.

-Su gira anterior fue con el espectáculo de Pink Floyd que cita, ¿qué le interesa más ahora, los títulos clásicos o un repertorio más contemporáneo?
-La mezcla. Me gusta bailar el repertorio más extenso. Clásicos, líricos, neoclásicos, contemporáneos. Estoy abierta a todo. El gran tesoro es el repertorio. Interesarme, me interesa todo, no me importa el nombre que se le ponga.

-¿Con cuáles se siente más cómoda?
-Con roles dramáticos, interpretativos, como La Bayadère o Carmen, que me permiten convertirme en otra persona. Aunque cómoda me siento en todos los estilos.

La bailarina de Petit
-En ambos casos las coreografías son de Roland Petit, que siente devoción por usted. ¿Qué ha supuesto trabajar con él?
-Roland Petit me cambió la vida. Cuando le conocí, en 1992, tenía muy poca experiencia, nunca había interpretado un rol de verdad. Me descubrió un mundo maravilloso en el que había que bailar con todo el cuerpo, cómo transmitir en el escenario aunque no tuviera pasos que hacer. Nadie me ha marcado como él.

-¿Hay coreógrafos jóvenes que reemplacen a maestros como él?
-En la danza no existe quien reemplace a quien. Si alguien quiere reemplazar a alguien, está perdido. El coreógrafo tiene que seguir su originalidad, su creatividad. Y empezar desde joven, no cuando deje de bailar. El coreógrafo nace, no se hace, con algo que transmitir. Luego necesita inspiración, trabajo. Y un bailarín que ponga cuerpo a esa inspiración.

-Estuvo en el San Francisco Ballet, ¿qué diferencias hay entre las compañías de EEUU y Europa?
-La mentalidad de trabajo. Como en Estados Unidos las compañías no dependen de los gobiernos, son empresas que tienen que conseguir el dinero para funcionar, se gestionan de otra manera. Dan más importancia a la parte técnica frente a la artística, por lo que tienen otro repertorio, que va de los clásicos a los contemporáneos, pero no los dramáticos. Estar en una compañía estadounidense requiere mucha tensión, estresa mucho.

-Y antes se formó en la escuela de Ullate con Tamara Rojo, María Giménez, ángel Corella e Igor Yebra. ¿Qué ocurría allí para que salieran tantos bailarines con talento?
-Hubo una mezcla ideal de ingredientes. Es cierto que es una generación especial, con mucho talento, pero también con una gran pasión por el trabajo, muchas ganas y una misma meta, que era la de bailar en una compañía. Y, por supuesto, la mano del maestro, la de Víctor Ullate. Tengo un recuerdo excelente.

-¿Considera un desperdicio que España desaproveche el talento de personas como usted y de los citados, que han tenido que marcharse para poder dedicarse a su profesión?
-Sí. Es una pena. Lo ideal es tener la posibilidad de elección, porque no todos queremos hacer las mismas cosas. Hay quien se quiere quedar y quien quiere irse fuera, depende de las metas de cada uno.

-A pesar de lo que suele decirse, en España hay público para el ballet como se demuestra cada vez que hay espectáculos, pero ¿existe afición entendida en España?
-La cuestión no es ésa. No hay que concienciar a la gente, no hace falta. La danza es arte y como con otras disciplinas artísticas todo el mundo tiene derecho a él y a hacer su propio juicio. No es imprescindible ser un entendido para asistir a un espectáculo de danza, como no lo es para ir a un museo o ir al cine. Si yo voy a una ópera no sé quién es el que canta mejor, pero sí sé quién me gusta y quién me emociona. El arte es emoción, artista es quien crea emoción. A mí lo que más me ilusiona es cuando, en el País Vasco, viene alguien del campo que no ha visto un ballet en su vida y me dice que le ha emocionado lo que he hecho. Mi trabajo es ése, conseguir llegar a ellos con lo que hago, aunque no entiendan de piruetas o sepan lo que es un "pas de bras".

-¿Qué habría que hacer para que la danza en España estuviera a la altura de la de Francia o Alemania si ya hay bailarines internacionales?
-Crear una compañía de talla internacional con un repertorio extenso. El repertorio es lo que va a atraer a los bailarines, no el hecho de venir a España. Por eso no tiene que estar limitado a un estilo. Pero ponernos a su altura va a costar mucho.

-¿Qué le parece la intención del Ministerio de Cultura de crear una nueva compañía dedicada a algún teatro lírico español?
-Es una idea maravillosa. En España tenemos mucha tradición, bailamos para todo. Si tenemos un teatro en cada ciudad, ¿por qué no compañías? Deberíamos tenerlas, como ocurre en Alemania.

No hay que perder lo bueno
-Esa compañía conviviría con la CND que dirige Nacho Duato. ¿No sería mejor concentrar todos los esfuerzos en una sola que bailara clásico y contemporáneo?
-No. Duato ha creado una compañía única, muy buena, que no se debe perder. España es un país enorme, con bailarines muy buenos, que puede tener más de una compañía. No hay que perder lo bueno que tenemos, sino crear otra, que sería lo ideal.

-Si se creara una compañía con garantías, ¿volvería usted a España o su vida pasa ya exclusivamente por Múnich?
- Estaría feliz de venir, pero… La garantía se crea con los años, con el trabajo, que al principio es muy duro. Estaría dispuesta a bailar con la compañía sin dejar Múnich, donde estoy muy feliz bailando quince roles en una temporada y cuando aquí, al principio, probablemente serían sólo dos. Más adelante, dos o tres años después, podría venir. Primero se tiene que crear la compañía.

- Tanto trabajo, dedicación y renuncias como exige ser bailarina, ¿merecen la pena?
- Sí. Diez segundos en el escenario valen por todo el esfuerzo. Lo más duro es el periodo de formación, las clases, pero cuando escuchas el aplauso del público merece la pena todo.