Making of
Óscar Aibar
17 julio, 2008 02:00Ahora se atreve con la difícil gestión de tratar una experiencia real como asunto literario, y logra, hay que señalarlo, una muy digna resolución, máxime teniendo en cuenta el lance que se propone Making of: contar las penalidades de dos meses de rodaje -el de la película Atolladero- y su posterior estreno; narrarlo con una técnica compositiva similar al montaje cinematográfico al organizar la trama en 71 secuencias de ingenioso título que buscan resumir, cada una, un contratiempo, y asestar así, entre todas, una ingeniosa puñalada a las convenciones del cine de género ahormado y rígido, pues su aportación aparece rotulada nada menos que como "western de ciencia-ficción".
Su argumento es como sigue: un director de cine asiste a un festival de género fantástico en un pueblo de la provincia de Murcia (Alcantarilla, un pueblo real, con la presencia real de una base militar que tiene apariciones imprevisibles e inexplicables) al que le invitan para rendirle homenaje por una película rodada quince años atrás, una película del Oeste con dinosaurios e invasión de extraterrestres. Eso supone volver a verla y reencontrarse con todas las emociones vividas entonces. Aquel rodaje invade su memoria, que se recrea con todos los pormenores trágicos y cómicos -muerte de uno de los actores protagonistas, un actor con "incontinencia nerviosa" que exige continuas interrupciones, problemas de producción, graves disyuntivas entre el deber y la amistad…- que le obligan a ir de-construyendo el proceso de construcción de la película, elaborando un discurso delirante en el que reinan -igual que en el rodaje- los sobresaltos y la "sensación de caos y desasosiego".
Toda la recreación de aquella experiencia ocupa un primer plano, un primer tiempo cuya intensidad transcurre ajena al tiempo de la realidad; y lo llena un universo estético que arranca de una idea trepidante, colmada de humor y acción, pero va derivando hasta acabar en una obra "extraña" y extrañamente triste. Ese tiempo alterna sus apariciones con tomas sueltas del presente en el pueblo que se celebra el festival, con otras formas del absurdo y otro estado de ánimo. Sólo la banda sonora -"una canción rota y amarga"- subraya la verdad de los dos tiempos, la verdad de quien escribe. Vale la pena conocerla.