Image: Trece lunas

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Novela

Trece lunas

Charles Frazier

17 julio, 2008 02:00

Charles Frazier. Foto: Marion Ettlinger

Trad. de Mariano Antolín Rato. Alfaguara. Madrid, 2008. 510 páginas, 21’50 euros


Nacido en Carolina del Norte y doctorado en Literatura inglesa por la Universidad de Carolina del Sur, Charles Frazier (1950) es uno de los autores estadounidenses más rápidamente reconocidos y valorados en el panorama literario norteamericano de comienzos del siglo XXI. Cold Mountain, su primera novela, fue galardonada con el National Book Award y el Weatherford Award en 1997; pero fue la película dirigida por Anthony Minghella -incuestionable hito cinematográfico del 2004- la que popularizó a Frazier. El penoso peregrinar del herido soldado confederado Inman (Jude Law) buscando el consuelo de su amada Ada (Nicole Kidman) sobrecogió a millones de espectadores y sirvió para popularizar a un autor con tan solo un título. Cuando reseñamos Monte frío (El Cultural, 24 /01/1999) concluíamos afirmando que se trataba de una novela de "fácil lectura". Y similar apreciación podríamos efectuar sobre esta nueva entrega, Trece lunas, escrita de acuerdo a similares presupuestos.

En este caso el narrador y protagonista es Will Cooper, quien a sus 90 años, y viendo próximo el final, rememora la historia de su vida que abarcó casi todo el siglo XIX. El padre de Will murió antes de que él naciera y, huérfano, fue entregado a unos desalmados tíos que no dudaron en enviarlo al inhóspito territorio de los Apalaches, entonces dominado por los "salvajes" cherokees. Tenía solo doce años y comenzó a trabajar en un almacén de abastos que llegaría a ser suyo tras la muerte del dueño. Pero lo más apasionante fue su relación con los indios, fundamentalmente con el jefe Oso, en cierta forma el padre que nunca llegó a conocer; también merece ser reseñada su relación amorosa con Claire, aunque esta resulta un tanto dispersa e inconclusa, tal vez porque "el Estado nos prohibía unirnos en matrimonio. Sólo hablar de ello hacía que nos sintiéramos unos forajidos, lo que a esa edad parece". Si en Monte frío la historia funcionaba como marco referencial en Trece lunas se convierte en el referente conceptual. No resulta exagerado afirmar que, aunque no lo parezca a primera vista, nos encontramos ante una novela histórica donde al lector le resultan infinitamente más atractivos los acontecimientos que suceden durante el desarrollo de la acción, que las venturas y desventuras acaecidas entre los protagonistas de los acontecimientos secundarios. Ya he mencionado pre-
viamente cómo la relación amorosa Will-Claire resulta insustancial por lo intermitente y deficientemente desarrollada -en nada se parece a la de Inman-Ada; incluso la apriorísticamente atractiva interacción con el jefe Oso se antoja un tanto artificial por lo naif y sentimental, como cuando el guerrero indio asegura que entre los dos, él mismo y Will, lograrán salvar a la tribu "Yo [Oso] y Will os salvaremos" (pág. 220).

Las similitudes entre Trece lunas y Monte frío son numerosas -en ambos casos, por ejemplo, nos encontramos ante dos protagonistas cultos que se refieren con desparpajo a figuras de alto valor intelectual-, pero la estructura es distinta. En la primera se intercalaban los relatos de Inman y Ada; ahora, por el contrario, tan solo tenemos el punto de vista del narrador omnisciente, Will, lo que se traduce en una pérdida del dinamismo narrativo de aquella. Bien es cierto que la parte positiva de ello tiene que ver con la apreciación de la mencionada figura de William Holland Thomas -pese a que el autor, en la nota final asegure que "Will Cooper no es William Holland Thomas, aunque compartan parcialmente algo de ADN" (pág. 509)- un hombre astuto cuyas proezas son justamente reconocidas en esta novela.