Image: Los paraguas de Edimburgo

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Teatro

Los paraguas de Edimburgo

El Festival Internacional se moja políticamente

31 julio, 2008 02:00

Un momento de la obra Jidariyya.

La capital de Escocia es en agosto la meca de los artistas. El autor Ignacio García May realiza un recorrido por los principales títulos de la programación del Festival Internacional de Edimburgo (del 8 al 31), que ofrece una lectura geopolítica de la situación internacional.

Paseando por Edimburgo, incluso en el clima relativamente acogedor del verano, es probable que el visitante descubra que Stevenson no mentía cuando escribió aquellos deliciosos versos infantiles: "Por todas partes llueve, llueve sobre el campo y los árboles, llueve aquí sobre los paraguas, y sobre los barcos en el mar". Aunque, si bien se piensa, Edimburgo sin lluvia sería como Venecia sin canales o Nueva York sin rascacielos. En esta ciudad, construida a los pies de una colina que evidencia un pasado de volcanes y glaciares, se celebra, desde 1947 -la misma fecha del primer Aviñón-, uno de los mayores festivales culturales del mundo. Su fundación, apenas acabada la Segunda Guerra Mundial, fue un grito a favor del arte como instrumento de fraternización internacional.

Dado que Edimburgo, a diferencia de otros festivales que yo me sé, se basa en una programación meditada y no en los caprichos del que contrata los espectáculos, puede encontrarse en él una lectura geopolítica: "Las fronteras", reza el folleto promocional de esta temporada, "se han redibujado en todas las direcciones. (…) Un festival (…) es un lugar donde los desafíos personales y colectivos a los que, como sociedad, nos enfrentamos, pueden explorarse (…) más allá de esas mismas fronteras que a menudo se nos presentan como problemáticas". Toda una declaración de principios que se ve corroborada cuando descubrimos que los países invitados de este año conforman, ciertamente, un mapa virtual de la política "caliente" contemporánea: Polonia, Bosnia, Georgia, Líbano, Turquía, Israel, Palestina, Irán.

Brecht-Weill. Así las cosas, resulta coherente que se inaugure el festival con una versión en concierto de esa metáfora cruel que es Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny de Brecht/Weill (supongo que con los derechos de autor pertinentemente gestionados; ustedes me entienden). La música ocupa el máximo protagonismo dentro de la programación, pero es el teatro lo que aquí nos interesa. A destacar, un espectáculo que pronto veremos en Madrid, Dybbuk, versión libre y actualizada por Krzystof Warlikowski de la obra de Anski que Vajtangov convirtió, en 1922, en emblema del Teatro Habima, el Teatro Nacional israelita, con una puesta en escena legendaria. Warlikowski le ha dado al relato original un giro inesperado al introducir en él una nada complaciente reflexión sobre cómo los fantasmas del Holocausto se han convertido, a su vez, en "dybbuks", esto es, en espíritus que toman posesión de los vivos: exorcismo y olvido se transforman, dentro de la obra, en conceptos dolorosamente paralelos.

Un gurú de la modernidad musical y teatral, el alemán Heiner Goebbels (¡menudo apellido!), que también vendrá en otoño a Madrid, presenta I went to the house but did not enter. Como es costumbre en los espectáculos de este creador singular, la pieza, compuesta a partir de textos de Beckett, T. S. Eliot y Maurice Blanchot, concede especial importancia a la interacción entre palabra, música y diseño de luces. También es estreno absoluto, puesto que ha sido creada expresamente por David Harrower para el festival, 365, producción del National Theatre of Scotland. Drama social que se inscribe en una vieja y noble tradición del teatro británico, describe la vida de un grupo de adolescentes en una institución de acogida. Interesantísima resulta la apuesta del Teatro Mariinsky, Krol Roger, es decir, El Rey Roger, de Karol Szymanowski, ópera enigmática y casi de culto, muy raramente representada. Szymanowski, fascinado por la cultura del Mediterráneo y del cercano Oriente, revisita muy libremente el mito de Dionisos trasladándolo a la Sicilia medieval; el monarca del título juega aquí el papel de Penteo en un marco musical que oscila entre la vanguardia y el orientalismo.

El misterio Sarah Kane. No podía faltar en el festival un texto de Sarah Kane, 4.48 Psychosis, pero ustedes me perdonarán que no me extienda sobre él porque sigo sin entender qué le ven a esta señora y prefiero dedicarle este espacio a otro espectáculo que me llama más la atención, Devil´s Ship, lírica alusión a la imagen que la luna creciente dibuja sobre el mar. Esta producción iraní con reparto íntegramente femenino, dirigida por Attila Pessyani, un antiguo discípulo nada menos que de Peter Brook y de Tadeusz Kantor, ayudará a derribar ciertos estereotipos nefastos sobre la cultura del país de Firdusi, de Hafez, y de Ahmad Shamlu.

Aunque quizá la aportación más exótica a la programación sea la instalación del cineasta Abbas Kiarostami, Looking at Ta´Zieh, en la que se nos muestran diversos aspectos de la celebración del más importante drama popular y religioso persa. Como por casualidad, el mismo día en que escribo esto un amigo iraní me habla de la sequía que padece su patria; y pienso que quizá Edimburgo podría compartir con ellos un poco de su lluvia.