Image: Galdós, entre la novela y el teatro

Image: Galdós, entre la novela y el teatro

Teatro

Galdós, entre la novela y el teatro

El día 13 se estrena 'Puerta del Sol'

11 septiembre, 2008 02:00

Carlos Álvarez Novoa en Puerta del Sol. Foto: Chicho

Todo muchacho despabilado, nacido en territorio español, es dramaturgo antes que otra cosa más práctica y verdadera. Con estas palabras, no exentas de ironía, Galdós evoca desde la madurez su deslumbramiento juvenil por el teatro. En las Memorias de un desmemoriado confiesa su escasa dedicación a los estudios de Derecho, cuando llegó a Madrid en los agitados años sesenta, pretendidamente con el objetivo de cursarlos. En vez de hacerlo, vagabundeó curioso por las calles de la ciudad, frecuentó cafés y teatros, tomó nota de cuanto oía y veía, y, por las noches, pergeñó febrilmente dramas y comedias en verso y en prosa.

Pero Galdós no tardó en deshacerse de aquellos bosquejos iniciales, de presumible impronta romántica, y durante más de dos décadas pareció olvidarse del teatro, para sumergirse en la escritura de su dilatada obra narrativa. Contagiado una vez más por el lenguaje cervantino, don Benito reconoce que, desengañado de que Dios no me llamaba por aquel áspero camino, rompí todos mis papeles y no volví a cuidarme de que había escenarios en el mundo. Sin duda hay mucho de hiperbólico en esa manera de expresarse, porque no son extraños en sus novelas los relatos de representaciones teatrales, y no faltan las referencias a actores ni a coliseos. No era posible reflejar la España de la Restauración sin atender al sustento básico de su vida social, ni lo era tampoco que el espíritu curioso de Galdós se desentendiera de comedias, óperas y dramas.

Dramaturgo tardío
Cuando en la década de los noventa, el ya afamado novelista se reconcilia con la escritura dramática, dice hacerlo convencido por la insistencia y los ánimos de Emilio Mario. Es probable que influyeran en su decisión razones económicas o acaso la necesidad de saldar una vieja deuda consigo mismo. El actor y empresario del prestigioso teatro de la Comedia -precursor en España de la moderna dirección de escena--era el valedor más idóneo con que Galdós podía contar. Aconsejado por Mario, transformó la novela dialogada Realidad en una obra dramática, que se ensayó cuidadosamente durante más de un mes. Se estrenó el 15 de marzo de 1892 con un memorable reparto, en el que figuraban María Guerrero, Miguel Cepillo, Emilio Thuiller, Julia Martínez o el propio Emilio Mario. A punto de cumplir los cincuenta años, Galdós comenzaba su carrera teatral.

Durante los años siguientes, siguió escribiendo novelas, pero no abandonó el teatro. Sus dramas superan ligeramente la veintena, un número no muy alejado de la producción de Buero Vallejo, por ejemplo, lo que no ha parecido bastar, sin embargo, para que a Galdós se le recuerde como dramaturgo. Ya en su tiempo, sus estrenos resultaron controvertidos y él mismo se quejó de la indiferencia de la crítica. Pero no le faltaron admiradores ni éxitos resonantes. Pérez de Ayala lo defendió con vehemencia y llegó a parangonarlo con Shakespeare. Y ante el comentario despectivo de quienes sostenían que lo que hacía Galdós no era teatro, replicaba tajante: "pues peor para el teatro". El triunfo clamoroso de Electra, estrenada en el Español en el primer año del nuevo siglo, lo convirtió momentáneamente en un referente simbólico de la nueva generación. Los hermanos álvarez Quintero terminaron y estrenaron póstumamente, en 1921, Antón Caballero, su obra inacabada.

No obstante, su teatro ha viajado con dificultad en el tiempo. Las últimas décadas no han sido pródigas en estrenos de dramas galdosianos. Acaso los más significativos hayan sido La de San Quintín, en 1983, en el María Guerrero, dirigida por Juan Antonio Hormigón, quien nunca ha ocultado su admiración por el maestro, y el "semimontado" de La razón de la sinrazón, dirigido por Antonio Malonda, también en el María Guerrero, en 1998. Sin embargo, no han faltado adaptaciones teatrales de algunas de sus novelas. En 1972, José Luis Alonso llevó a los escenarios, en versión teatral de Alfredo Mañas, Misericordia, un libro que ya había preparado para la escena María Teresa León. El propio Mañas repitió con Miau en 1987.

Razones para su olvido
A comienzos de los ochenta, Nieva llevó a escena Casandra, pero, significativamente, partió de la novela y no de la versión teatral. En 1993, Enrique Llovet adaptó Tristana, que dirigió Manuel ángel Egea y contó con Manuel de Blas y Victoria Vera en el elenco. Y en 1994, Pérez de la Fuente dirigió una versión de Fortunata y Jacinta firmada por Ricardo López Aranda. Nuria Gallardo, Maru Valdivieso y Juan Gea encabezaban el reparto.

Es posible que esta paradoja responda a varias razones. Su prestigio como novelista parece ser la más importante, pero no hay que descartar otro motivo. Pese a que no falten partidarios del teatro galdosiano entre la crítica universitaria, la lectura de sus dramas nos proporciona frecuentemente la indeleble impresión del envejecimiento. Se nos muestra demasiado deudor de su tiempo, como lo fue también Echegaray, el Nobel denostado. En el teatro de Galdós, como en el de Echegaray, a quien admiró sinceramente el novelista, abundan los golpes de efecto, los momentos de grandilocuencia, el recurso a un lenguaje que en ocasiones percibimos como desmesurado. Y también una proclividad al maniqueísmo y a la necesidad de llegar a una lección moral. Muchas de sus novelas, sin embargo, han mantenido una notable frescura y sus personajes resultan más entrañables, sin tener que soportar la carga de la conclusión ideológica o moral.

Galdós no se equivocó en su amor por el teatro, pero quizás tampoco cuando intuyó la aspereza de sus caminos.

Puerta del Sol. Un episodio nacional es la versión teatral de la tercera parte de los Episodios Nacionales de Galdós, concretamente los que narran desde el Motín de Aranjuez al levantamiento del 2 de mayo. El día 13 se estrena en el Albéniz, donde permanecerá hasta el 28 de septiembre. Dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente, es una gran producción de la Fundación 2 de Mayo, cuyo coste supera el millón de euros. La adaptación es de Jerónimo López Mozo, quien dice haber sido respetuoso con el lenguaje y las ideas galdosianas. El cartel lo componen 40 actores, el pintor José Hernández como escenógra, José Manuel Guerra en la iluminación, la música original de Fernández Sastrón.