Image: Fomenko y Lepage

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Teatro

Fomenko y Lepage

Llegan a Madrid 'Lobos y corderos' y 'Lipsynch'

23 octubre, 2008 02:00

Un momento de Lipsynch, lo último de Robert Lepage. Foto: érick Labbé

Por fortuna, en los últimos años, el Festival de Otoño de Madrid incurre en invitar a las compañías de dos directores extranjeros que, en mi opinión, son sinónimo del mejor teatro que nos visita de Europa. No comparten mucho, aparentemente, pues una se dedica a escenificar la literatura rusa en la mejor tradición de las compañías de repertorio, mientras la otra ha escogido el camino del teatro contemporáneo erigiéndose en estandarte de lo más innovador y sorprendente que se ha visto en los escenarios de la última década. Son la compañía rusa Atelier, que dirige Piotr Fomenko, y la canadiense Ex Machina, de Robert Lepage, que en esta 25 edición del Festival viene aliada con la formación británica Théâtre sans Frontières.

La deslumbrante adaptación de Guerra y paz, de Tolstoi, en la que Fomenko invirtió con su compañía siete años, o la hermosa y emocionante Tres hermanas, de Chéjov, ambas programadas en ediciones anteriores del Festival de Otoño, permitieron dar a conocer en Madrid a los "fomenki", como habitualmente se llama a los actores que trabajan con el director ruso desde 1988. Se trata de una generación de estudiantes surgidos de la escuela GITIS (Academia Rusa de Artes Teatrales), donde Fomenko daba clases. Reconocido pedagogo, el director reunió un joven elenco, hoy ya no tanto, para poner en práctica un teatro basado "en el arte del actor". Pero también, como el propio Fomenko dice, un teatro que se sostiene en textos potentes y poéticos: "Amo el teatro de texto, pero para que pueda transformarse en acción sobre el escenario es necesario que los artistas se involucren totalmente. Deploro que el teatro contemporáneo considere a menudo el texto como un elemento secundario".

Su repertorio son los grandes autores rusos -"es necesario ir hacia atrás para avanzar", afirma-, pero su grandeza radica en que los escenifica como si fueran contemporáneos: con una gran sensibilidad para captar el ánimo de los personajes, precisión en el detalle, sorprendente economía de medios escenográficos y extraordinaria armonía de todos los elementos de forma que los actores parecen vivir de verdad lo que ocurre en la obra. Viendo a estos actores se puede compartir la discutible teoría que adjudica a cada literatura nacional un código de actuación, y que explicaría, por ejemplo, por qué los españoles son raramente verosímiles haciendo a Chejov.

Esta cuarta visita de la compañía a Madrid es para presentar Lobos y corderos, de Otrovski (1823-1886), un gran desconocido en nuestro país pero muy popular en Rusia, incluso durante los años del comunismo. Es uno de los primeros títulos que montó la compañía, cuando los intérpretes eran jóvenes. "Hoy son adultos y la obra ha cambiado tanto como sus actores", ha dicho el director. Una comedia de enredos en apariencia, que deviene en sarcástico retrato de la burguesía provinciana de la Rusia del XIX. Fomenko es muy respetuoso con el texto y así ocurre que sus puestas en escena se prolongan durante horas. Lobos y corderos dura tres horas y media, y aunque el hecho de que se escenifique en ruso con subtítulos en español puede resultar también disuasorio para el público de aquí, las obras de Fomenko te atrapan de principio a fin y las barreras del idioma se diluyen (Teatro Valle Inclán, del 24 al 26 de octubre).

La larga duración de este espectáculo es un elemento que comparte con Lipsynch, lo último de Robert Lépage, quien ha superado aquí las seis horas que duraba su épica Trilogía de los Dragones, también representada en el Festival años atrás. En esta ocasión Lépage se ha inspirado en la voz humana para construir un espectáculo en el que se cuentan nueve historias en nueve horas, enlazadas unas con otras, y que van desarrollando una compleja intriga de tintes policíacos que transcurre, como viene siendo habitual en su teatro, en varias ciudades del mundo. Siempre innovador, el canadiense investiga ahora desde las formas más primitivas de expresión, como es el llanto de un bebé, a las más sofisticadas, el canto operístico, aunque su objetivo final sea hablar de la muerte.

La gran aportación de Lépage
Lépage prefiere escribir sus propias obras con ayuda de los actores, que en Lipsynch son nueve intérpretes: "Creo que dirigir es una forma de escribir y por eso le pido a los actores que sean más que actores. Me gustan las historias contemporáneas y me interesa encontrar nuevas formas de contar nuevas historias". Es inevitable hablar de su teatro y no mencionar los recursos tecnológicos que usa, pero este asunto es engañoso: las constantes transformaciones que sufre el escenario en sus obras y que suelen hacerse frente al público son en muchas ocasiones trucos teatrales tan antiguos como el teatro a la italiana. Lépage ha incorporado también al teatro planos que hasta ahora eran exclusivos del lenguaje fílmico (él también es director de cine), modificando de esta manera la tradicional perspectiva del público. ésa ha sido una de sus grandes aportaciones. (Teatro de Madrid, del 25 de octubre al 2 de noviembre).


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Lobos y corderos