Image: Burbuja teatral

Image: Burbuja teatral

Teatro

Burbuja teatral

La caída del Muro dobló el número de escenarios e inyectó más dinero

6 noviembre, 2009 01:00

Sasha Waltz & Guests en Dialogue 99

La reunificación convirtió Berlín en el laboratorio escénico de Europa. Tanta es la pasión de los alemanes por las "artes vivas", que más del 60 % del presupuesto de cultura de la ciudad (448 millones de euros) se destina al teatro y la música.

Alemania es el país europeo que más subvenciona el teatro y la música. No hay ciudad que no disponga de un teatro municipal y cada región (y hay 16 Landers) mantiene al menos otro con una compañía estable de actores que van alternando y repitiendo un repertorio de obras. Este modelo alcanza en Berlín su vértice. Allí hay cinco teatros dramáticos (Schauböhne, Berliner Ensemble, Deutsches Theather, Volksböhne y Maxim-Gorki), tres grandes teatros de ópera (Staatsoper, Oper y Komische Oper), cinco orquestas (con la Filarmónica a la cabeza), dos teatros para niños y jóvenes y una red de salas de pequeño y mediano formato y todos sostenidos por el Senado de la ciudad (órgano de gobierno de la municipalidad y del Lander), que este año ha dedicado a la cultura 448 millones de euros, de los que el 60 % se ha destinado al teatro y la música.

Las instituciones citadas son las que han quedado después de una criba, porque con la reunificación los berlineses se encontraron con una duplicidad de teatros y compañías oficiales. Berlín ha mantenido una dependencia casi absoluta de la hacienda pública desde el fin de la II Guerra Mundial. Con la construcción del Muro, el Berlín Oeste quedó aislado y el mínimo empresariado que había abandonó sus fábricas y negocios; la desmilitarización de la ciudad (los residentes no estaban obligados a hacer la mili) y el apoyo que prestó el Gobierno Federal a las artes estimuló la afluencia de jóvenes, que promovieron una cultura alternativa. La caída del Muro supuso una gran inyección económica, pero los berlineses occidentales vieron cómo ésta iba sobre todo a la zona Este. Allí, el fin del Muro hizo posible el resurgimiento de sus barrios, había muchas fábricas y oficinas desmanteladas, así como casas que los jóvenes ocuparon creando "alternativos" centros de arte y espacios escénicos.

Este ambiente todavía se respira en Berlín, aunque los nostálgicos del movimiento alternativo hablen de una especulación inmobiliaria que ha frenado el ánimo burbujeante de la ciudad. Pero 20 años después de la reunificación, Berlín sigue percibiéndose como una "capital en permanente creación", con una vida cultural sorprendente y una oferta escénica diaria apabullante: unas 60 representaciones de teatro dramático y musical, 30 espectáculos para niños, 40 de cabaret y comedia, y un incontable número de conciertos y óperas.

El Staatsballet de Berlín es paradigma del efecto de la reunificación. Tras la caída, la capital se encontró con tres teatros de ópera con sus respectivos ballets, dos en el Este y uno en el Oeste. El Senado creó una Fundación (Stiftung Oper Berlin) que integra los tres teatros citados, más el Staatsballet y una quinta estructura de servicios comunes (talleres de vestuario, atrezzo...). El Staatsballet tiene autonomía y hoy lo forman 88 bailarines, bajo la dirección artística del ruso Malakhov. Su presupuesto es de once millones de euros, de los que el 30% procede de taquilla.

Fábricas de espectáculos
Respecto a los teatros dramáticos oficiales, éstos tienen poco que ver con los que conocemos en España. Son auténticas fábricas de hacer espectáculos, sostenidos por una plantilla de técnicos y actores fijos que puede oscilar entre los 200 y los 800 empleados (la normativa alemana obliga a los teatros a hacer fijos a todo el personal artístico y técnico que lleve más de quince años trabajando en un teatro). La obras que producen raramente giran por otras ciudades o países.

Destaca la Shauböhnne, el único teatro dramático que ha quedado en la zona Oeste después de la caída del Muro. Conoció en los 70 su época dorada con Peter Stein, pero también hoy, con Thomas Ostermeier al frente, destaca por su arriesgada programación. La polivalencia y flexibilidad del edificio, que ideó el arquitecto Eric Mendelsohn aplicando las sugerencias escénicas de Stein, permiten ofrecer hasta tres espectáculos a la vez. Al mes se exhiben unas quince obras, que duran en cartel tres o cuatro días y para lo que es necesario que personal técnico y tramoyistas (135 personas) cambien permanentemente los decorados. Cada temporada estrena una quincena de obras, que la compañía (85 personas) suele mantener en cartel durante dos o tres años. Se engulle quince millones y medio de euros, de los que doce son aportados por el Senado.

De igual forma funcionan los cuatro grandes teatros de repertorio de la zona Este: Deutches Theater, Maxim-Gorki, Berliner Ensemble y la Volksböhne. El primero es el más antiguo de Berlín y está vinculado a grandes leyendas del teatro alemán (Max Reinhardt, Brecht), pero el que más ha dado que hablar tras la reunificación ha sido Volksböhne, cuya estética exterior presagió ya en 1914, cuando se edificó, el feo constructivismo comunista, mientras su interior es de un decadentismo vintage. Su fama se debe a su director, Frank Castorf, autor de libérrimas y deconstruidas versiones de clásicos.

Público alternativo
Precisamente de este último teatro salió Matthias Lilienthal, director del Hebbel Theater (HAU), en la zona Oeste, y cuyo modelo difiere de los anteriormente citados. Sostenido también con fondos públicos (seis millones y medio de euros anuales), acoge unas 400 obras de teatro y danza radicalmente contemporáneas. Lilienthal sostiene que en Berlín la burguesía desapareció tras la II Guerra Mundial y que lo que hoy queda son guetos culturales (okupas, viejos izquierdistas, inmigrantes...); él se propone llegar a algunos.

Hay también una red de salas equivalente en nuestro país a las alternativas. Destaca la Sophiensaele, en el Este, de donde han salido figuras tan representativas de la escena berlinesa como la coreógrafa Sasha Waltz y su marido Jochen Sanding. Este último capitanea el último proyecto escénico berlinés: Radialsystem, antigua fábrica rehabilitada que gestiona pero ya con capital privado.

Y Mr. Mauer hace taquilla

El cine, espejo de la realidad, ha reflejado la caída del Muro de Berlín en títulos muy diversos. Destacan dos que, además, han tenido un gran éxito en España. En la memoria reciente aún resuenan los ecos de la espléndida La vida de los otros (2007), ganadora del Oscar a la Mejor Película Extranjera y que en nuestro país logró la proeza de convocar a casi un millón de espectadores en las salas.

Florian Henckel-Donnersmarck es el director de un filme que retrata a una pareja de intelectuales sometidos a la vigilancia inquisitorial de un oscuro personaje (interpretado por Ulrich Möhe) que se deja llevar por unos tiempos de cambios inevitables y en los que el Muro es una constante. La conclusión es clara: la existencia de regímenes abominables como el comunista no sólo afecta a la vida pública de sus ciudadanos, también acaba por socavar su moral. No deja de ser curioso que el mismo director esté preparando un remake en Hollywood de un filme ya redondo. Y en un tono muy distinto, Goodbye Lenin! (Wolfgang Becker, 2003) cuenta en clave de comedia las hazañas de un chaval (Daniel Bröhl) que intenta a toda costa que su madre (devota socialista y gravemente enferma) no se entere de la caída del sistema que tanto amó. Y destaca por su calidad Berlin is in Germany (Hannes Stühr, 2001), donde un recluso entra en la cárcel bajo la dictadura y al salir se encuentra un Berlín completamente distinto. Y hay títulos inéditos. Hoy mismo arranca el Festival de Cine Europeo de Sevilla, donde podrán verse dos ciclos de películas documentales de máximo interés: El derrumbamiento del bloque Oriental, en el que se da un repaso a los acontecimientos producidos hace veinte años con la caída del Muro, y De la división a la unidad, donde se traza un recorrido por la historia de la Alemania dividida a través de las canciones que sonaron a ambos lados.

También Cycling the Invisible Frame narra el recorrido a través del contorno del Muro que realizaron en 1988 la actriz Tilda Swinton y la directora Cynthia Beatt, un periplo que ha repetido recientemente contraponiendo la realidad de entonces a la de ahora. Y el cine español también ha aportado su grano de arena con Flores negras, de David Carreras, estrenada el pasado septiembre y aún en cartel. En la misma, Maximilian Schell interpreta a un ex agente secreto comunista que se refugia en Barcelona tras la caída del Muro. Un intenso thriller con fondo alemán y acento español. J. S.