Pablo Iglesias ha escrito una obra siguiendo los principios de la física cuántica: El lado Oeste del Golden Gate, en la sala Mirador de Madrid.

No son muchos los autores de teatro que se han sentido atraídos por la Ciencia, aunque a finales de los años 40 comenzaron a aparecer algunos ejemplos: Dörrenmatt, en Los físicos, se pregunta por la responsabilidad moral del científico, y más recientemente, Brian Friel, en Copenhague, revitaliza el tema al escenificar el reencuentro en 1941 del físico alemán Werner Heisenberg con su antiguo maestro Niels Bohr y la esposa de éste, Margrethe, en la Segunda Guerra Mundial. Precisamente, el principio de incertidumbre acuñado por Heisenberg inspiró en nuestro país Los borrachos, de un joven Antonio álamo.

Ahora Pablo Iglesias va todavía más lejos, pues no se interesa por la ciencia como argumento, sino que su intención es "trasladar los principios que rigen la cuántica al terreno de la composición dramática", explica. Siguiendo los principios de incertidumbre y de superposición cuántica, El lado oeste del Golden Gate plantea "un momento cuántico desde el que se despliega el pasado que lo desencadenó y los posibles futuros que se podrían dar como resultado". En escena, una pareja desencantada se enfrenta a un brindis de vida o muerte: la mujer ha envenenado una copa pero la ha confundido con la de su pareja, de forma que ambos ignoran qué copa está envenenada. La estructura del texto se inspira en la Cinta de Mübius (una cinta circular y continua cuyo plegado presenta un único lado), de forma que realidad y ficción se confunden e inicio y final se solapan. Para su puesta en escena, Iglesias ha querido crear un ambiente ilusorio para lo que ha echado mano de la magia, y de una escenografía metamórfica en la que emplea audiovisuales. Este montaje es el germen de la nueva compañía de Iglesias, Proyecto Mübius, que congrega a la escenógrafa Elisa Sanz, el director de audiovisuales Miguel Errazu y los actores Arantza Arteaga, Jorge Basanta, Ruth Díaz, Pablo Huetos y Angel Savín.