Image: La compañía de Oro

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Teatro

La compañía de Oro

Reunimos a los tres elencos de la Compañía Nacional de Teatro Clásico ante la revolución de su director Eduardo Vasco

24 diciembre, 2009 01:00

Foto: Sergio Enríquez

La Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) es más fiel que nunca al nombre que la define. Desde que hace un lustro Eduardo Vasco cambiara su rumbo, la formación ha conseguido forjar un estilo en la interpretación y representación de los clásicos, una de las aspiraciones que más persiguió su fundador, Adolfo Marsillach. Hoy cuenta con tres elencos de actores, pero en el horizonte se le aparecen nuevos desafíos.

En 1603 Agustín de Rojas distinguía en El Viaje Entretenido los distintos grupos cómicos que había entonces y que iban desde el solitario actor a la nutrida compañía: "Habéis de saber", escribía, "que hay bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, boxiganga, farándula y compañía". Cuatro siglos después habéis de saber que en la España de hoy son abundantes los bululús, ñaques y gangarillas (formaciones de uno, dos y tres o cuatro actores, respectivamente) pero apenas quedan compañías estables con la excepción de la de Boadella, que resiste en el Ampurdán, y Teatro Corsario en Valladolid. Eso sí, hay una con la que difícilmente pudieron soñar nuestros poetas dramáticos del siglo de Oro: la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), sostenida por el Ministerio de Cultura y que a fecha de hoy tiene 42 personas que actúan, más cinco músicos, y que llevan por las tierras de este país unas seis comedias por temporada. El Estado le dedica 6.300.000 euros anuales, para pagar sus producciones y a sus actores, cantidad que no incluye los sueldos de las otras 120 personas, entre personal técnico y administración, que trabajan en la Compañía.

La CNTC vive hoy uno de sus mejores momentos. No lo atestigua sólo el éxito de sus producciones y sus giras cada vez más frecuentes y numerosas (ofrecen 150 funciones por temporada en teatros de España y del extranjero); pocos dudan de que su existencia ha contribuido a animar el gusto del público por el teatro clásico como revela la proliferación de festivales del género que, como champiñones, han surgido por toda la península.

Pero el signo de mayor distinción de la actual CNTC es, precisamente, haber alcanzado una de las aspiraciones que más obsesionaron a su fundador, Adolfo Marsillach: dar con un estilo para hacer a nuestros clásicos. "Podrá gustar o no, pero la Compañía ha encontrado un estilo tanto en la interpretación de los textos como en la puesta en escena", explica Eduardo Vasco, su actual director.

Protagonismo de los actores
Cuando Vasco llegó a la dirección en 2004 tomó la decisión artística de recuperar el modelo de compañía de repertorio y dar así el protagonismo a los actores. En realidad, lo que hizo fue recuperar las ideas primigenias de Marsillach, a quien en 1986 el Ministerio de Cultura le encargó crear y dirigir la Compañía emulando a la Royal Shakespeare Company. Entonces el director contó con un elenco de actores relativamente estable, que representaban de dos a tres obras cada temporada y con el que se propuso forjar un estilo alejado de la tradición romántica. Hizo equipo con el escenógrafo Cytrynowski y consiguió darle un sello estético a sus producciones, aunque en el terreno de la interpretación y el recitado del verso obtuvo resultados muy desiguales. Eran otros tiempos y otros actores, los cuales arrastraban una tradición declamatoria decimonónica.

Ninguno de los sucesores de Marsillach mantuvieron este modelo y la CNTC se convirtió en un centro de producción que periódicamente encargaba espectáculos a famosos directores. Vasco, con 36 años, tomó las riendas de la Compañía y se propuso consolidar dos elencos de actores más o menos estables y en continua formación que estrenaran dos obras al año como mínimo, además de representar las de mayor éxito del repertorio que fueran creando. En esta temporada, por ejemplo, ha programado tres estrenos (El condenado por desconfiado, El alcalde de Zalamea y La moza del cántaro) y tres títulos del repertorio (El pintor de su deshonra, ¿De cuándo acá nos vino? y La estrella de Sevilla). Además, en 2007 creó la Joven Compañía, para actores menores de 30 años y dirigida a ser la cantera de la CNTC.

La excelencia de la palabra
"En realidad, con la creación de la Joven hemos asentado definitivamente el estilo de la Compañía", explica Vasco. "Creo que el momento que vive ahora es fruto, primero, de decidir un estilo de interpretación en el manejo del verso. Estaba claro que la palabra de nuestros poetas dramáticos debía constituir el pilar de la Compañía. Ello exigía alcanzar un dominio de la técnica en la recitación e interpretación del verso, apostar por maneras concretas y mantener un rigor. Y apostamos por un tipo de intérprete que domina la palabra, buscando el equilibrio entre la elocuencia y la veracidad. Pero este tipo de trabajo técnico necesario que el actor debe desarrollar no se logra en unas cuantas sesiones, sino que exige complicidad con un elenco. No se puede empezar de cero cada vez que se plantea una producción".

Además, Vasco amplió el repertorio al considerar "teatro clásico" no sólo a los poetas del Siglo de Oro, sino a toda aquella literatura dramática anterior al periodo realista. Y así es la primera vez que la CNTC ha escenificado obras renacentistas, como Don Duardos, de Gil Vicente, y del siglo XVIII como Sainetes, de Ramón de la Cruz (una de sus producciones de mayor éxito), y El café, de Moratín.

Recuperar el tablado Otro elemento del estilo actual se refiere a la puesta en escena que, "en mi opinión", dice Vasco, "es fiel a la idea que tenemos de cómo eran los tablados en el siglo XVII y sus limitadas posibilidades escenográficas. En vez de arrastrar los conceptos de la Ilustración y del XIX, nos hemos ido al origen y creo que hoy nos acercamos más a la convención del siglo de Oro".

Así, los espectáculos de la era Vasco se identifican porque están sostenidos principalmente en la interpretación del actor, entrenados en un recitado natural del verso por obra de Vicente Fuentes (asesor de verso de la CNTC), la presencia de músicos en directo y con una puesta en escena casi desnuda, despojada. "Hemos incrementado mucho las giras, por lo que siempre tenemos muy en cuenta que las escenografías sean sencillas, poco voluminosas y fáciles de montar y transportar".

Si bien la compañía de repertorio se adapta muy bien al teatro clásico, es una estructura organizativa poco flexible, tanto como los personajes arquetípicos de nuestra literatura clásica. Los actores de la Compañía se contratan por el tiempo que duran los ensayos y representaciones. Pero su número y tipología es una labor de encaje de bolillos, ya que estamos hablando de intérpretes que en una misma temporada simultanean varios espectáculos y personajes. Además, la literatura dramática española (como la isabelina) está dominada por personajes masculinos, mientras los femeninos escasean, lo que explicaría el mayor número de actores que de actrices en la CNTC.

Barbas, graciosos, damas...
Los elencos de las compañías de repertorio repiten una tipología básica heredada del siglo XVIII que establece: ocho damas (entre jóvenes y maduras), dos graciosos, trece galanes y tres barbas (personajes maduros). Luego las damas pueden ser criadas, los galanes, criados y los barbas, protagonistas.

Encontramos que en la CNTC hay actores especializados en determinados personajes: Pepa Pedroche y Eva Trancón suelen interpretar las damas maduras, mientras las jóvenes son Muriel Sánchez y Eva Rufo; los protagonistas suelen hacerlos Joaquín Notario o Arturo Querejeta; Toni Misó, David Lorente, José Ramón Iglesias o Paco Vila destacan en el papel de "gracioso". Y como barbas destacan José Luis Santos o Juan Messeguer.

Formación y ensayos Toni Misó lleva en la Compañía desde 2003, donde ha destacado como gracioso: "No me canso del personaje, siempre intento hacerlos de formas diferentes. Los de Calderón suelen tener mal carácter, los de Lope se diluyen en la trama y luego reaparecen. La ventaja del gracioso es que cuenta con el apoyo del público". A Misó podemos verlo en la actualidad en ¿De cuándo acá nos vino?, pero después de este espectáculo va a tomarse un respiro. "Necesito parar. Un actor de clásico es un valiente, aparece en un espacio desnudo y tiene que buscar una expresividad especial con un texto que le exige un código muy concreto. Eso es muy complicado, pero apasionante".

Misó afirma que en la CNTC actual "sí que hay una manera de hacer, que respeta la preceptiva y da unidad a los espectáculos". El entrenamiento de los actores es, por otro lado, un paso previo en cualquier producción que se acomete. Como explica la actriz Pepa Pedroche, "con cada espectáculo hacemos previamente un trabajo de taller específico. Cada autor exige una especialización en el tratamiento del verso, analizamos las estrofas, el ritmo. Después, pasamos a los ensayos, que duran dos meses, lo que es un lujo si tenemos en cuenta los tiempos de producción actuales".
Pedroche, que lleva en la Compañía desde 2001, también comparte la idea de que se ha conseguido especializar al elenco en el verso. "Es precisamente en La Joven en donde se aprecia claramente que trabajan en un mismo código". Pero señala el reverso de la moneda: "Hay opiniones que sostienen que el público, cuando acude a ver uno de nuestros espectáculos, ya sabe con lo que se va a encontrar y critican que les gustaría ver propuestas más rompedoras. Quizá estas propuestas vengan con el tiempo".

Críticas y desafíos
No anda desencaminada Pedroche al hacer esta observación, porque no todo han sido laureles para la CNTC. Algunas obras han tenido una tibia acogida y todavía no se ha dado ese espectáculo incuestionable que haya dejado pasmado tanto al público como a la crítica. También se echa de menos una acometida de los clásicos atrevida y radical y, por supuesto, la invitación a estrellas de la interpretación que pudieran darle vuelo y fama a las producciones de la Compañía.

Además, Vasco ha sido un director omnipresente, que ha venido dirigiendo dos de los tres espectáculos que se producen por temporada. él se defiende: "Yo no dirijo un centro de producción, sino una compañía. Se trataba de crear unas bases de estilo, conjuntar un elenco, definir un repertorio y ese tipo de trabajo, durante los primeros años, debe tener un rumbo firme. Hemos incorporando directores invitados (Helena Pimenta, Ana Zamora, Ernesto Caballero, Natalia Menéndez, Laila Ripoll, Rafael Rodríguez) y seguramente vamos a tender a trabajar con directores asociados. Y respecto a invitar a grandes y prestigiosas figuras de la interpretación, creo que a partir de ahora ya podemos planteárnoslo, aunque no es fácil. Tenga en cuenta que los montajes, cuando nacen, ya están amortizados, porque cerramos las giras con mucha antelación y trabajar así con actores invitados no es fácil".

El viaje de la CNTC ha sido y es proceloso, pero actores y otras gentes de la profesión coinciden en aplaudir el rumbo actual que lleva. Ha venido a confirmar lo acertado de la decisión de crear hace 33 años esta institución, seguramente la que mayor razón de existir tiene hoy entre los teatros del Estado. Se la bautizó con un nombre que la define y que marca su cometido; con el correr de los años se ensayaron otras formas de funcionar hasta el punto de que el propio Marsillach llegó a sugerir, cuando ya estaba fuera de la institución, lo apropiado de cambiárselo para que hiciera honor a la verdad. Ahora ha vuelto a ser, con los tres elencos más o menos estables, más compañía que nunca.

Y en un país que camina hacia la secesión, puede sorprender que la CNTC siga fiel a su primer apellido. Aunque de esta lealtad son culpables nuestros poetas del Barroco que, siglo tras siglo, han ratificado su excelencia. Porque ya actúe la Compañía en Madrid o en Barcelona, en Pontevedra, Bilbao o Sevilla, nadie duda sobre lo que entiende por teatro clásico y a que nación se refiere.

La Joven Compañía asentó el estilo

La Joven Compañía es la cantera de actores de la CNTC y, según el director, “su creación contribuyó a fijar el estilo de la CNTC”. Nació en 2007 y con aquella primera promoción Eduardo Vasco compuso uno de sus mejores espectáculos: Las bizarrías de Belisa, de Lope de Vega. De aquel elenco surgieron intérpretes como Eva Rufo y David Boceta, hoy integrados en la CNTC. Ahora se acaba de formar la segunda promoción de la Joven. Requisito para ingresar es tener menos de 30 años; luego hay que sortear el largo proceso de selección. Los de la promoción actual son alumnos procedentes de diversas escuelas oficiales de Arte Dramático, en su mayoría de la especialidad de Interpretación Textual. La CNTC seleccionó a 24 jóvenes para un curso de interpretación con el asesor en Verso de la Compañía (Vicente Fuentes) y de Ritmo (Javier Sánchez). De este curso salió el elenco definitivo de La Joven que, en esta promoción, lo componen 14 actores. La mayoría de ellos han llegado hasta aquí convencidos de que “esta Compañía es la mejor que trata el verso en nuestro país y una de las pocas que nos da oportunidad a los jóvenes”, explicaron en un encuentro con El Cultural. Confiesan que su entrenamiento en el verso depende “de los profesores que hayamos tenido” y todos coinciden que el teatro clásico es una especialidad que “exige estar muy alerta. Perteneces a un engranaje y hay que estar muy afinado”. Saben que exige una técnica, pero también que conocerla “es una liberación. El mismo verso te da las pistas por donde hay que seguir”. Vasco, que tiene una gran intuición para la elección de los títulos del repertorio, va a montar con ellos La moza del cántaro, también de Fénix de los Ingenios.