Teatro

Actores

Portulanos

19 febrero, 2010 01:00

"Me quito el cráneo ante Pedro Casablanc"

En Nápoles dicen Eduardo como en Granada Federico: no hay necesidad de poner el apellido para saber de quién se está hablando. Era extremadamente delgado, con un rostro anguloso como de pasar hambre, pero con resignación. Escribió textos magníficos: La Grande Magia, que aquí se publicó con la traducción, a mi juicio errónea, de La gran ilusión, es una de las obras más bellas del siglo XX, ese siglo, por cierto, en el que tanto se valoró lo feo.

Sobre todas las cosas, Eduardo fue actor, uno de los mejores del mundo según el testimonio de Orson Welles. Como además de teatro hizo cine y televisión podemos rescatar su talento y disfrutar de él con cierta facilidad: impagable el patriarca consejero de pobres que interpreta en El oro de Nápoles, junto a Totó, Vittorio de Sica o Paolo Stoppa. ¡Qué actores! ¡Qué época! Eran los tiempos de la Magnani, de Gassman, de Mastroianni, del fabuloso Nino Manfredi.

Eduardo escribía para los actores y por eso sus textos son una delicia: El arte de la comedia, homenaje al oficio, no es sino una bendita excusa para dejar que unos cuantos intérpretes de primera nos deslumbren con sus habilidades. ¡Y qué actores hemos tenido y seguimos teniendo en este país nuestro donde nadie les hace caso hasta que se mueren! Me quito el cráneo ante el impecable reparto que defiende la obra en La Abadía con sombrerazo especial para Casablanc, pues el suyo es el papel más ingrato: sobre el papel, el Gobernador no es sino el straight man al que los demás utilizan como objeto de la guasa. Pero, ¡qué manera la suya de estar en escena, cómo exprimir los más mínimos matices del personaje!