Crucificados de segunda
Escena de En el monte del olvido
Llega a la sala pequeña del Español de Madrid, el 1 de abril, En el monte del olvido, comedia de Alfonso Zurro, que también ha dirigido. Es un diálogo ingenioso y delirante entre dos crucificados que se saben actores secundarios.
No estamos ante una obra antirreligiosa o anticlerical. Según explica, está lejos de la intención del autor. "Nació como un texto breve que me encargó el Centro de Documentación de la Junta de Andalucía, pero cuando lo escribí tuve la necesidad de ampliarlo. Yo pretendía partir de la iconografía que tenemos grabada en nuestro imaginario, como la escena bíblica de la crucifixión, para darle un tratamiento desde una perspectiva contemporánea".
El planteamiento le llevó a idear un diálogo de dos personajes en una situación límite, crucificados mientras esperan la llegada del gran sacrificado, Jesús de Nazareth. Unos diálogos ingeniosos, ágiles e imprevistos con los que Zurro perfila el carácter del ladrón bueno (Tirio), mucho más bronco, quejoso y canalla que el del malo (Troyano). "Así es en la vida, porque a los malos y a los canallas no se les ve venir", sentencia Zurro.
Trilogía bíblica
. No es la primera vez que este autor salmantino afincado en Sevilla desde hace muchos años se inspira en escenas bíblicas para sus obras. Tiene dos precedentes, Quien mal anda y Como una estatua de sal, que con este texto de ahora cerraría su trilogía sobre los mitos bíblicos.
En el monte del olvido alcanza un momento en el que Zurro hace un ejercicio de teatro dentro de teatro, de jugar a la realidad y la ficción, lo que le permite introducir algunas ideas en torno al momento que viven los escenarios. Son reflexiones que no dejan indiferente, tanto por lo caras que son de oír en nuestros días, como por el tono bronco del crucificado que las dice: "Deberías pensar que el teatro ya no busca la relación con el público. El teatro sólo desea la relación con el poder", afirma Tirio, y continúa: "El teatro está en manos de funcionarios de prisiones culturales... ha quedado en vulgares trucos de trileros... Si al menos se contaran historias... cuentos ¿Tú no crees que faltan historias sobre el escenario?".
Ante tales afirmaciones, es inevitable pensar que Zurro habla por sus personajes: "En realidad, creo que el lenguaje que emplea el ladrón para decir esas barbaridades se da bastante en deteminada gente de teatro de nuestros días. Y ¿no es verdad que el teatro hoy está mayoritariamente en manos del poder? En Andalucía no tenemos ningún teatro privado, todos son públicos, incluso las salas alternativas, fuertemente subvencionadas. Y también los circuitos de teatros por los que giran las obras. Si los poderes públicos son los principales clientes de nuestro trabajo, -poderes que en Andalucía controla un mismo partido- es lógico pensar que esta situación influya en el creador, que debe tener en cuenta a quién tiene que vender su obra ".
Quizá por eso a Zurro tampoco le convence lo que hoy se escribe. Como profesor de la Escuela de Arte Dramático de Sevilla conoce bien los intereses de las nuevas generaciones: "Se escribe mucha comedia, pero es bastante banal, no hay grandes temas y, desde luego, no se escribe contra el poder".
A pie de escenario
. Fue a través de sus farsas con las que Zurro se dio a conocer. En la década de los ochenta recorrió muchas plazas de Andalucía con la compañía La Jácara. El grupo comenzó haciendo teatro de vanguardia (Beckett, Ionesco, Handke...), pero se dio cuenta de que sus autores estaban fuera de lugar, que no enganchaban a la gente. Nacieron así sus "farsas", un teatro popular inspirado en los clásicos, y que han tenido muy buena recepción en Suramérica. En los 90 dejó aquellas mascaradas, pero siguió escribiendo y también dirigiendo. Y hoy confiesa que sigue siendo muy prolífico, aunque "siempre escribo si la obra se va a montar. No soy un autor que trabaja en su estudio". Ahora colabora con Caín, que cuenta en este montaje con los actores Alex Peña, Nacho Bravo y Eloína Marcos. Y acaba de terminar la versión de Desde Toledo a Madrid, de Tirso, con la que se inaugurará el Festival de Almagro.