Image: Triángulo de traiciones

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Teatro

Triángulo de traiciones

11 febrero, 2011 01:00

Rosa Novell en En la mujer justa

En el origen mismo del teatro occidental, en la Grecia clásica, los textos dramáticos fueron adaptaciones de mitos y narraciones orales. Del mismo modo operó Shakespeare en todo su teatro histórico a partir de las crónicas de Holinshed o nuestro Calderón -en su obra Los Cabellos de Absalón- a partir de ciertos pasajes bíblicos.

Y es que algunas de las señas del teatro de la contemporaneidad -como puedan ser la incursión de lo narrativo en el tejido dramático o la intertextualidad- no son más que constantes de la literatura dramática que, en función de las condiciones de representabilidad de cada época, emergen con mayor o menor virulencia.

A veces, el texto narrativo sirve como mera inspiración para la creación del material teatral; en otras ocasiones, como sucede en el trabajo de Eduardo Mendoza a partir de la novela del húngaro Sándor Márai, el autor o dramaturgista intenta transportar con la máxima fidelidad los hechos narrativos a la escena. En La Mujer justa encontramos tres monólogos -y, por tanto, tres puntos de vista o sensibilidades diferentes- correspondientes a los personajes de la novela de Márai (Marika, Péter y Judit) que nos cuentan una conmovedora historia de pasión, mentiras, traición y crueldad: una señora casada (interpretada por todo un clásico de la escena catalana, Rosa Novell, ¿se acuerdan ustedes de aquella emblemática interpretación del personaje de Winni en Días Felices de Beckett?) encuentra una cinta en la cartera de su marido (Camilo Rodríguez), desvelándose así la historia de una pasión oculta por una joven de clase humilde (Ana Otero, una actriz que ya nos cautivó con la fuerza emocional de su interpretación en el Rock´n´Roll de Stoppard/Rigola y que con el tiempo dará mucho que hablar...).

Ideal imposible.
Tres amores y tres voces que, a través de la sobria y cruda narración que los personajes hacen de sus fallidas relaciones, nos invitan a pensar que quizá no exista esa figura única, particular, maravillosa e insustituible que nos haría felices (o dicho de otro modo, nos incitan a reflexionar sobre "la felicidad como estado inalcanzable"). La descripción que Márai/Mendoza hacen del amor, la amistad, el sexo, los celos, la soledad, el deseo, y la muerte a través de la interpretación de estos tres grandes actores y de la dirección escénica de Fernando Bernués (Tantakka Teatro) no tiene desperdicio: sus palabras disparan al mismo centro del alma del espectador. Un espectáculo de vibrante intensidad.