En un lugar de Stradford
La Royal Shakespeare Company ha recuperado la última obra de Shakespeare, Cardenio, que escribió con John Fletcher
22 abril, 2011 02:00Greg Dora dirige los ensayos de Cardenio
Antonio Álamo cuenta las vicisitudes que sufrió este texto y que ahora ha reescrito con Greg Doran.
2Entre los relatos que se intercalan en el Quijote el de Cardenio cuenta con elementos que lo hacen absolutamente extraordinario. La narración se prolonga durante nada menos que seis capítulos de los 52 de que consta la primera parte, imbricándose con la acción principal de la novela. Se trata de una historia llena de contrapuntos y digresiones, en la que Cervantes renuncia a seguir un orden cronológico y, sobre todo, en la que la fábula se construye a partir de distintas perspectivas, en una especie de narratividad cubista. Es de una apabullante modernidad. Y, además, la historia es hermosa, muy hermosa. Tanto como su punto de arranque: Don Quijote quiere saber por qué Cardenio se ha vuelto loco. El loco pregunta a otro loco por qué se ha vuelto loco. Son almas gemelas, o al menos así lo siente el propio Quijote, que le da por imitar a Cardenio, multiplicando la dimensión de su delirio. Un loco que imita a otro loco. Contado de esa forma, ¿no parece un típico juego shakespiriano, tan atento siempre a la fragilidad de la razón y la identidad personal?
3The historie of the valorous an wittie Knight-Errant Don Quixote of the Mancha se publica en Inglaterra en 1612, muy poco después de la edición española. La traducción es de Thomas Shelton, y obtiene un éxito inmediato. Y también un éxito futuro: Borges decía preferir leer la versión de Thomas Shelton que la de Cervantes. Inglaterra se ríe con Don Quijote, y quizá a través de Don Quijote Inglaterra también se ríe de España, la que ha sido su acérrima enemiga. Aún están frescos los recuerdos del naufragio de la Armada Invencible, para la que Cervantes recaudó impuestos a lomos de un Rocinante cualquiera, durmiendo al raso bajo las estrellas y visitando aldeas y ventas. Cervantes y su Don Quijote, como apuntó Nietzsche, forman parte de la decadencia de la cultura española, son una desgracia nacional.
4Se sabe que Shakespeare escribió algunas obras en colaboración con el dramaturgo John Fletcher. Entre ellas Enrique VIII, Dos nobles parientes y Cardenio. Es muy probable que John Fletcher hablara nuestro idioma, ya que había "usado" a Cervantes en nada menos que otras seis obras teatrales, las que escribió con Francis Beaumont. Pero Beaumont se casó con una rica heredera y abandonó las ansiedades propias del teatro. (Ningún dramaturgo en sus cabales puede reprochárselo). En cualquier caso es muy probable que John Fletcher fuera uno de los primeros lectores de Don Quijote. Una hipótesis que no parece descabellada: de él partiría la idea de imaginar una obra inspirada en la historia de Cardenio y, tras la deserción de Beaumont, logró sacar de su retiro de Stradford al maestro e implicarle en una nueva aventura teatral. La obra se estrenó en 1613.
5El canon oficial de Shakespeare se prefiguró por el First Folio, la edición de 1623 preparada por sus colegas siete años después de su muerte. Consta de 36 obras. Ese es el evangelio autentificado. Pero incompleto. Entre otras, falta Cardenio.
6 En 1726 uno de los editores de Shakespeare, Lewis Theobald, lleva a cabo su propia adaptación sirviéndose, según declara, de tres manuscritos distintos e incompletos de Cardenio, uno de ellos de la propia mano de Shakespeare. En cualquier caso la obra se estrena con éxito. Su título, The Doble Falsehood. En The Doble Falsehood se sigue el argumento cervantino y muchas de las líneas resuenan a Shakespeare, pero hay interpolaciones, huecos, sombras y, sobre todo, un diseño antishakesperiano. Parece Shakespeare, pero Shakespeare nunca lo hubiera hecho de ese modo. Además, se trata de una obra excesivamente breve. Sin duda, faltan escenas, y el sentido de la lógica de la acción queda malherida.
7Ninguno de los manuscritos en los que supuestamente se basó Theobald para recomponer Cardenio ha llegado hasta nosotros (se sospecha que uno se usó para encender fogones, otro se quemó en el incendio de Covent Garden Museum de 1808, y de un tercero ni sospechas hay). Así que lo que tenemos es una obra a tres manos: las de Lewis Theobald, William Shakespeare y John Fletcher. The Doble Falsehood es un legítimo descendiente del Cardenio de Shakespeare y Fletcher, pero enturbiado por la niebla de la reescritura de Theobald. (*)
8 En el 2007 Greg Doran, director asociado de la Royal Shakespeare Company, acaricia la idea de una producción de Cardenio que, de alguna forma, reimagine lo que Shakespeare hubiera hecho con el material narrativo de Cervantes. En un primer estadio también concibe una producción bilingüe, y para ello busca un dramaturgo español.
9Marcamos la única hoja de ruta que se nos antoja posible: identificar en el texto The Doble Falsehood qué pertenece a Shakespeare y a Fletcher y dónde la mano de Theobald se torna demasiado invasiva. Pero sobre todo hay que reconstruir los episodios que se sustraen del relato cervantino en la versión de Theobald sin más razón que los gustos de la época o la mera torpeza. ¿Qué hubiera hecho Shakespeare? Para nuestra fortuna contamos con la edición de Don Quijote de Thomas Shelton, la misma que leyeron Shakespeare y Fletcher, es decir, la que les sirvió de inspiración. Manejamos dos textos que no pueden ser más distintos: los endecasílabos libres de la obra de Shakespeare y Fletcher y la prosa de Cervantes; la formulación dramática de uno y la narrativa del otro y, sobre todo, dos lenguas distintas.
10En un lugar de Stradford, de cuyo nombre sí quiero acordarme, el Teatro Swan, se estrena la obra de Cardenio. La noche de la función oficial, la press night, se hace coincidir con una fecha emblemática: el 23 de abril. Greg Doran y yo hemos hecho un viaje de ida y vuelta que podemos entender como un diálogo íntimo entre los dos escritores más influyentes de todos los tiempos y, acaso, eso es lo más cerca que podemos estar de Cardenio, de Shakespeare y Fletcher.
(*) Este texto lo ha publicado en español la editorial Rey Lear, aunque sin la firma de L. Theobald.