La pasión de los andaluces por las fiestas populares tremendistas tiene su reflejo en el teatro de algunas compañías de aquellas tierras. La Zaranda de Jerez, Los Ulen de Sevilla o el Teatro del Velador, grupo que dirige el granadino Juan Dolores Caballero (alias El Chino), son algunos ejemplos de grupos que han abrazado el lado expresionista del arte. El Velador representa el próximo jueves, y hasta el 19 de junio, en la sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico de Madrid (CNTC), su montaje más longevo, Las gracias mohosas, con el que ya estuvo en la capital hace once años y que recuperó hace tres para el Festival de Almagro. La obra ha sido renovada:"es mucho más gamberra y empleamos nuevas máscaras", cuenta el director.



En su origen, el espectáculo fue un encargo que El Chino recibió del Centro Andaluz de Teatro. Su director de entonces, Emilio Hernández, quería rescatar a una autora sevillana desconocida del XVII, Feliciana Enríquez de Guzmán, con una vida extraordinaria comparada con la de sus congéneres pues, según relata la leyenda, una vez casada se trasladó a vivir a Salamanca, donde se disfrazó de hombre para burlar las prohibiciones que le impedían estudiar en la Universidad. "En realidad", explica Juan Dolores, "ella escribía sobre todo poesía y este texto de Las gracias... era uno de los dos entreactos de La tragicomedia de los jardines y campos sabeos, un drama teatral aburrido, muy alejado de lo que Lope predicaba entonces sobre la comedia".



Las gracias mohosas la escribe Feliciana a su hermana monja, como divertimento para sus correligionarias de convento. Cuenta la historia de seis hombres que se enamoran de la misma mujer, la cual no puede casarse si sus dos hermanas no contraen antes matrimonio. El padre convoca, pues, un concurso en el que se han de batir los contendientes. Pero se concluye con una sorprendente receta polígama, pues creen que lo mejor que puede pasar es que los seis acaben casados con las tres para ser felices.



La pieza se desarrolla en un ambiente carnavalesco y extravagante y recrea un mundo poblado de rijosos y damas greñudas a quienes dan vida una decena de actores. El texto "viene como anillo al dedo al teatro bruto, directo y tragicómico que me gusta hacer", explica el Chino, un teatro que bebe de las fuentes de Kantor, del esperpento de Valle, pero también del humor de Dechamps. Con esta producción se pone punto final a la temporada de la CNTC en Madrid.