Escena de la obra

Ciudad Juárez es, desde la década de los noventa, uno de los lugares más peligrosos del mundo. Una urbe en la que hay libertad para violar, torturar y matar mujeres. Una urbe en la que los policías encubren a los asesinos y maquinan falsos culpables mientras el gobierno parece cerrar los ojos. Según Amnistía Internacional, Ciudad Juárez posee una de las tasas de impunidad más elevadas del planeta con respecto al asesinato de mujeres, especialmente para aquellos que flirtean con las altas esferas del poder o poseen un nivel adquisitivo que les permita comprar cualquier tipo de experiencia de cariz sexual. Un buen amigo mexicano decía que en su país "uno podía hacer lo que realmente deseara siempre y cuando dispusiera del dinero suficiente". Es difícil dejar de pensar que, de alguna manera, las más de trescientas muertas de Juárez son el resultado de esa libertad absoluta comprada a golpe de talón de la que hablaba el mexicano.



"En el contexto de Ciudad Juárez", explica Lucía Rodríguez Miranda, directora del montaje De Fuente Ovejuna a Ciudad Juárez que se representa en la sala Triángulo de Madrid (días 9 y 10) y en la sección Off del Festival de Almagro (14) después de haber visitado otros festivales españoles, "ponemos en escena nuestra visión de Fuenteovejuna. Me preguntaba por el personaje de Laurencia, dónde la situaría si existiera ahora, y adónde tendría que dirigir mi voz de mujer del siglo XXI para hacer justicia a la contemporaneidad de Lope de Vega", continúa la joven que acaba de graduarse en el Máster de Teatro y Educación de la New York University.



Su respuesta fue clara: a Ciudad Juárez. Su peligrosidad, las maquilas, la desaparición de mujeres y las actuales huidas de sus ciudadanos hacían de la ciudad fronteriza una escandalosa Fuente Ovejuna. Así, en la versión de Sergio Adillo, actor e investigador teatral que actualmente realiza una tesis sobre la puesta en escena contemporánea del teatro barroco español, las labradoras lopescas se han convertido en maquilladoras, los músicos en mariachis con los que el público beberá tequila durante la boda de Frondoso y Laurencia, el comendador en un narco sin escrúpulos, y la figura del monarca ha sido sustituida por la atronadora voz del presidente mexicano, Felipe Calderón, que actúa como deux-ex-machina que todo lo ve y todo lo calla.



Dice Lucía Rodríguez que no ha pisado Juárez y que no sabe cuál es la solución para el problema de la violencia en México: "No puedo pretender resolverlo con una obra de teatro pero sí que creo que, a través de la ficción, puedo transformar una realidad que no me gusta y hacer visible la guerra que omitimos para que algún día las mujeres puedan visitar Juárez y pasear sin miedo".