Hamlet, de Thomas Ostermeier

Del 10 al 16 de octubre la Bienal de Venecia de Teatro congrega a los directores de escena más célebres de la última década, que mostrarán sus últimos espectáculos. Pero lo que hace de esta cita un "campus escénico" son los talleres que estas figuras impartirán a una audiencia privilegiada.

Insiste el comisario Àlex Rigola en señalar que su programa para la 41 Bienal de Venecia de Teatro trasciende la idea de un festival convencional: "No es la mera representación de una serie de espectáculos, eso no es lo más importante. Nos hemos propuesto hacer una especie de campus de las artes escénicas, con laboratorios, seminarios y charlas con los directores más destacados del teatro de la última década. Me refiero a grandes maestros que hacen un teatro por el que yo tengo afinidad y, de hecho, son artistas que yo he programado durante los ocho años que he estado dirigiendo el Lliure de Barcelona".



Estas "primeras figuras" invitadas por Rigola son Thomas Ostermeier (director de la Schabhüne de Berlín), los belgas Jan Lauwers (director de la compañía Needcompany) y Ja Fabre (director, coreógrafo y pintor), el italiano Romeo Castelucci (director de Societàs Raffaello Sanzio), Ricardo Bartís (autor y director de la argentina Sportivo Teatral), los españoles Rodrigo García (La Carnicería Teatro), Calixto Bieito, Carlos Marquerie (dramaturgo e iluminador) y Àlex Serrano (realizador de vídeos), los coreógrafos Josef Nadj y Virgilio Seni, y Stefan Kaegi (uno de los tres directores de la compañía alemana Rimini Protokoll).



Son, sin duda, directores que han brillado en la escena europea en los dos últimos lustros, acaparando las programaciones de los festivales internacionales. Pero hay que señalar que los "cómplices" de Rigola son artistas "oficiales", en el sentido de que han podido desarrollar sus carreras al amparo de teatros públicos, con la excepción de Ricardo Bartís.



La lista podía haber sido más numerosa, pero no todos se prestaban a la complicidad que exigía la organización: impartir un taller o workshop para una audiencia de profesionales, en su mayoría actores. El resultado de estos talleres culmina con la elaboración, a cargo de siete directores, de una secuencia dramática de quince o veinte minutos sobre uno de los siete pecados capitales contemporáneos. La exhibición, el sábado, día 15, se hará en distintos espacios de Venecia, siguiendo un recorrido por la ciudad.



La selección de Rigola tiene dos grandes ausencias: no hay ningún artista anglosajón, con la excepción del escenógrafo Jim Clayburgh, vinculado en sus orígenes a la compañía neoyorquina The Wooster Group y que participa en una serie de lecturas con otros célebres escenógrafos (Jan Pappelbaum, Margherita Palli, Nick Ormerod y Anna Viebrock). Ausencia de autores.

Y tampoco figura ningún taller dedicado a la escritura dramática contemporánea. "Quizá sea un eslabón pendiente, pero hay que tener en cuenta que los talleres están pensados para un auditorio internacional y el idioma es un problema para un workshop de estas características. Por otro lado, contamos con directores que también son autores, como Jan Fabre, el argentino Ricardo Bartís o Rodrigo García, quien me ha procurado algunos de los mejores textos que he leído en los últimos años. No hay que interpretar esta ausencia como otra cosa, hoy hay una proliferación de teatro de texto de gran calidad", añade Rigola.



Si hubiera que buscar algún punto de encuentro entre estos artista, a Rigola sólo se le ocurren dos: "Son una generación que ha definido el teatro de la primera década del siglo XXI, pero aparte de eso solo comparten algo muy poco artístico, tienen entre 40 y 55 años". Tras un esfuerzo reflexivo, añade: "Y sí, son personas con una cultura que no se limita al mundo del teatro, sus ambiciones intelectuales se extienden a todas las artes, a la música, la pintura, las tecnologías...".



Sin embargo, esta falta de protagonismo del autor dramático en la Bienal y el interés de los directores-creadores por otras disciplinas artísticas puede interpretarse como reflejo del teatro "posdramático", según término acuñado por el teórico Hans-Thies Lehmann para referirse a la escena de fin de siglo XX: un teatro en el que el texto deja de ser hegemónico para hermanarse con la danza, la pintura, la iluminación, la música, la arquitectura o el video-clip sin establecer jerarquías. Paradigma de este teatro es, por ejemplo, Isabella's Room, por la Needcompany de Jan Lauwers (se verá en Venecia el día 11). Recrea el viaje en la memoria de una mujer, sus recuerdos y sensaciones, mediante un collage con numerosos personajes. La obra respira una atmósfera libre, hippie, con guiños humorísticos. Estrenada en 2004, ha sido representada tanto en festivales de teatro, como de danza y galerías de arte. Ilustrativo ¿no?



Yo como argumento.

El valor que ha cobrado la performance es otro rasgo distintivo de la escena de estos dos últimos lustros. Se ha sustituido la ficción dramática por la presencia directa del artista-actor que hace de su vida el argumento de la obra. Jan Fabre ha brillado en este género, y en el de las instalaciones artísticas, y con Prometheus Ladscape III presenta en Venecia (día 11) su relectura del mito de Prometeo. También Rodrigo García, aunque él prefiere convertir los escenarios en una tribuna de denuncia, a veces opta por hacer de ellos estercoleros, sin importarle llevar al espectador hasta el hastío. En Muerte y reencarnación en un cowboy (dia 13) el consumismo y la violencia vuelven a ser su diana. Y éste es también el ámbito de la compañía alemana Rimini Protokoll, dirigida por tres artistas y galardonada con el León de Plata de esta edición.El grupo juega a subvertir las reglas del teatro con acciones que van en la línea del teatro documento. Presenta Soil Sample Kazakhstan, sobre los alemanes que fueron deportados por Stalin a los pozos petrolíferos de Kazajistán y mucho más tarde invitados a volver a Alemania.



Este teatro posdramático ha producido obras de gran impacto visual. Asistimos a puestas en escena que son auténticos cuadros vivientes, donde la composición en buen maridaje con las tecnologías ofrecen obras deslumbrantes. Castellucci, cuya compañía lleva el nombre del ilustre pintor Rafael, habla así de la dirección: "Mi trabajo consiste en hacer pasar imágenes por el escenario". En Venecia presenta (día 13) Sul concetto di volto nel Figlio di Dio, que aborda el valor del arte con un potente dispositivo escenográfico y musical.



El repertorio internacional también ha sido reinterpretado por estos directores-creadores con una libertad, en ocasiones, desmesurada. De Ostermeier, el León de Oro de esta edición, se va a ver uno de sus espectáculos emblemáticos, Hamlet (día 10): libérrima versión musical que nos presenta a un paranoico príncipe en una corte corrompida hasta el tuétano. También Calixto Bieito ha destacado por sus "reinvenciones" del repertorio. Aunque en esta ocasión ofrece una obra de cámara, a partir de textos de Poe y Robert Walser con música de Maika Makovski: Desaparecer. Figuran también en la programación dos coreógrafos, Josef Nadj, serbio afincado en Francia (día 15, Woyzeck ou l'ébouche) y el italiano Virgilio Seni (dia 16, Osso). Y hay un capítulo para descubrir a las compañías italianas emergentes.