Una escena de la obra

El teatro vuelve a buscar a Cela, del que se acaban de cumplir diez años de su muerte. Llega La familia de Pascual Duarte al Teatro Fernán Gómez de Madrid de la mano de Gerardo Malla, que busca con emoción y entusiasmo las claves de una España "aún vigente".

La literatura española vuelve a prestar unos de sus principales títulos al teatro. La novela de Camilo José Cela La familia de Pascual Duarte salta a los escenarios de la mano de Tomás Gayo, autor de la adaptación, el director Gerardo Malla y un reparto encabezado por Miguel Hermoso y Ana Otero, que estrenarán la obra el próximo miércoles en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.



El montaje es "un proyecto arriesgado, pero muy bonito", explica el director, que confiesa que le atrajo por el desafío que suponía. "Es lo que pasa siempre en este país cuando te sales del sendero de la ortodoxia -señala Gerardo Malla-, mucho más en un clima tan poco idóneo para nada como el que respiramos estos días, ya que enseguida aparecen personas que creen que no hay que tocar las cosas cuando están bendecidas".



Malla habla con ilusión del reto que supone trasladar al escenario una obra tan imponente como el Pascual, que, además, antes había sido llevada al cine con gran éxito. "Ha sido complicado porque en el teatro no tenemos el paisaje, por ejemplo, de la película, que es una maravilla, y que es capaz de explicarte la novela. Pero tenemos otras armas, como la palabra. A través de ella y de los sentimientos de los actores podemos contar una tragedia que muestra una parte de la historia de España no tan lejana como a veces pensamos", explica el director.



Para contar esos hechos la premisa es respetar el texto original. "Hemos sido muy fieles al texto literario, sólo hemos añadido pequeñas cosas para engarzar las diferentes escenas, pero la base y la inspiración es Cela, Cela y Cela", que se valió, al igual que otros clásicos de la literatura española como el Lazarillo, de una carta de su protagonista para narrar la perra vida que le había llevado a la cárcel.



VIOLENCIA POR DECRETO

Ahí empieza la obra, con un doliente Pascual en apariencia arrepentido de los crímenes que ha cometido. Poco a poco introduce al lector en una realidad donde la violencia y el sufrimiento gobiernan por decreto. Para Malla, "Pascual Duarte es un desgraciado, un pobre, un asesino, todo eso y muchas cosas más". Pero sobre todo es una víctima: "Una víctima que crea víctimas a su alrededor sin motivo conocido". El director se acuerda de una frase de un gran compañero suyo para describir ese instinto destructor del personaje creado por Cela. "Decía que sin venir a cuento se le encabronaba el cerebro. Pues eso es lo que le pasa a Pascual, que de repente se encabrona y mata a su madre sin que se sepa por qué lo hace".



Con esos hechos el escritor se dio a conocer en España a principios de los cuarenta del siglo pasado, un país acostumbrado a la violencia. No sólo la de la guerra recién terminada o la de la feroz represión, sino también otra, la del mundo rural y el atraso, que siempre ha sido la más brutal, aunque ahora se vea como algo muy alejado en el tiempo, casi inexistente.



Malla no está de acuerdo con que eso haya desaparecido. Para el director, "todavía hay muchos rasgos de esa España profunda, por llamarla de alguna manera, entre nosotros. Sólo hay que rascar un poquito para que emerja, mostrándonos que no somos tan modernos y civilizados como creemos". Espera que eso se haga visible en esta propuesta que presenta de una manera sencilla, sin ornamentos que distraigan a los espectadores. El montaje cuenta con una escenografía que muestra "la desolación, la soledad y la oscuridad" que acompañan siempre al protagonista.



Lo mismo da que se encuentre en la cárcel, donde empieza a escribir la carta que cuenta su vida, o en su casa. En ambos sitios, y en el resto de los lugares donde transcurren los escenarios de la obra, la atmósfera de opresión y desesperanza preside todo como si fuera la simiente necesaria para la tragedia. También allí ocurre el desenlace, un final que Malla no quiere desvelar del todo, pero del que sí adelanta que el público asiste a la ejecución de Pascual. "No podíamos hurtarla a los espectadores, es el remate de todo, el fin de una vida desgraciada que mostramos sin tremendismos", concluye el director.