Image: Un soldado viejo pasea por Almagro

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Teatro

Un soldado viejo pasea por Almagro

J. R. Fernández, autor de Yo soy Don Quijote, conversa con Cervantes

8 junio, 2012 02:00

Miguel de Cervantes.


El 12 fde junio arranca el Festival de Cáceres, el primero de los numerosos de teatro clásico que se celebran durante el verano en nuestro país: Alcalá de Henares, Almagro, Mérida, Olmedo, Chinchilla... Momento para celebrar a los autores del Barroco y convertirlos en nuestros contemporáneos. Es el caso de Cervantes, cuya novela inspira 'Yo soy Don Quijote', obra que estrenará José Sacristán. Su autor, José Ramón Fernández, ha imaginado para El Cultural una conversación con nuestro ilustre escritor.


En el escenario, Sacristán está llegando a uno de los momentos que más me gustan de la función: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos...". Su voz, honda, grande, llena de emociones, vuela por este aire mágico de Aurea, lo que fue una iglesia y universidad en el siglo XVI y hoy es un espacio emblemático del Festival de Teatro de Almagro. Miro hacia atrás. Arriba, en los últimos asientos, les escucha Miguel de Cervantes, o su fantasma, o mi falta de sueño. El caso es que el viejo soldado lleva varias noches paseando por las calles de Almagro, retirándose con el alba, cuando el primer sol borra el nombre del bar Urgencias proyectado sobre el muro y los teatreros más resistentes se marchan a dormir. Don Miguel me hace una seña para que suba a hablar con él.

-Maestro.
-No me tengas miedo, hijo.
-¿Me conoce?
- Cómo no. Llevas robando palabras de mi Quijote desde hace años. Lo sé todo, lo de la Biblioteca, lo de la obra que te hicieron en París, con la aventura del barco encantado, que le hacías decir a Sancho una cosa rarísima…
-"Esto es kafkiano". Era un homenaje, me contaron que era el dibujo favorito de un artista al que admiro, Gutiérrez Aragón.
-Mi amigo Manolo. También sé que inventaste un encuentro entre mi Quijote y Amadís, aquí en Almagro, hace unos años. Y que te atreviste a decir que el lugar de la Mancha era Fuenllana.
-Puestos a enredar... ¿a vuesa merced no le interesaría darme la exclusiva para El Cultural?
-¿La exclusiva?
-Contarnos cuál era el lugar de la Mancha.
-Todos. Lo dejé escrito en la novela. En la última página.
-Ya: que "no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero".
-Y lleváis cuatro siglos peleando. Y yo divirtiéndome.
-Pues eso le salió medio bien, pero lo que es aquello de matar a Don Quijote, "para quitar la ocasión de algún otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase falsamente, y hiciese inacabables historias de sus hazañas..." Los hay de todos los colores. Solo en teatro, en los últimos cincuenta años, se han estrenado unas ciento cincuenta versiones. Las he contado.
-De mí sé decir que no me parece mal, pero sí me parece locura tanto empeño con mi Quijote. Que antes de entrar a ver esto que hacéis, he dado un paseo por esta villa de Almagro y he oído hablar de un campo de pelota que llaman Quijote Arena y de un lugar extraño al que dicen Aeropuerto Don Quijote.
-Le prueba más el nombre de Clavileño.
-Y he visto uno de esos carros enormes que tenía dibujado el nombre "transportes Panzatrans"; y he visto a una joven que compraba unos huevos: "huevos quijano, de la gallina a la mano". Luego decís que Don Quijote está loco.
-De eso de la locura se ha hablado mucho.
-Me gusta lo que hace ese actor tuyo, Sacristán. No es loco. Es bueno. Es Alonso, mi amigo Alonso. Te he contado que Alonso y yo...
-Diga, diga.
-No, mejor lo dejamos como está. Mejor no menear el arroz, aunque se pegue.
-¿Tiene noticia vuesa merced de lo que pasa por La Mancha?
-La Mancha se ve desde cualquier parte, hijo. Y veo que lo que le aconseja Don Quijote a Sancho sigue valiendo. Y bastantes cosas más.
-¿Por ejemplo?
-Que Dios sufre a los malos, pero no para siempre; y que dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener.
-Eso lo dice Sancho.
-Eso lo decía mi agüela.
-Dicen que las mujeres de su familia…
-¿Qué dicen?
-Nada, cosas.
-¿Sabes manejar la espada?
-No.
-Pues mejor te callas.
-La gente se ríe mucho con la función. Se ríen con las partes que son de la novela, no con las mías. -Las partes de la novela son casi todo. Que entre lo que me has robado a mí y lo que le has robado a otros...
-¿Cómo lo sabe?
-Me lo han contado: La Celestina, Calderón, Machado, Unamuno, Pasolini, De Filipo, Kant... bueno, Kant citado por el juez ese...
-Ya sabe vuesa merced…
-Sí, por enredar, ya me lo has dicho. ¿Estos cómicos son ambulantes, como los de la Compañía de Angulo el malo?
-Ahora casi todos lo son. Estos son de los mejores. José Sacristán, Fernando Soto y Almudena Ramos. El músico es José Luis López. Ya sabe vuesa merced: donde hay música no hay cosa mala. Los dirige Luis Bermejo. Les espera mucho camino: Madrid, Asturias, Murcia, el País Vasco, Andalucía, Extremadura... Después, parece que el extranjero.
-¿Barcelona?
-Ojalá.
-Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes... -"Venganza de los ofendidos, y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única". Barcelona. Esas palabras no he sabido donde colocarlas. Me las guardo para la próxima vez.
-Claro, porque piensas seguir robándome, no me voy a librar de ti.
Me regaña pero sonríe. Veo brillar una malicia dulce en sus ojos. La malicia de un hombre acostumbrado a agradecer a la vida sus lujosos harapos, como dijo otro poeta grande. -De las cosas que me has robado en estos años, me gustó que usaras mis palabras en eso de los soldados que murieron en Trebisonda.
-Lo del Yakolev.
-Qué nombre más raro. En mi tiempo decíamos mucho una cosa que dijo Don Alfonso, el señor de Montalbán, cuando lo llevaban a quemarlo. Castilla hace a sus hombres y los gasta. Me hiciste recordar a mis compañeros. Cuando sólo tenía veinticuatro años, en la Marquesa, con los soldados de Diego de Urbina. En Lepanto murieron doce mil soldados españoles. No sabes lo que es ver el mar rojo de sangre y lleno de muchachos muertos. Es difícil tener alma y no volverse loco en una guerra. Don Miguel calla. Ya no me hace caso. La función está terminando. Escucha con seriedad a su Quijote, sonríe con su Sancho. Se le humedecen los ojos mirando el valor de su Sanchica. Fuera, un sol enorme y anaranjado se esconde entre las viñas verdes de la Mancha, soñando un mar lejano y generoso en aventuras. Bajo por la grada hacia el escenario, a paso de lobo, para no molestar. Oigo la voz de don Miguel.

-Muchacho.
-Mande, maestro.
-Elena Catena te manda recuerdos.