Escena de Babel
Pero, como dice la directora, comparten muchos rasgos. "Las dos hablan de la responsabilidad y de la dificultad de entendernos entre las personas", asegura Townsend. La primera flota por toda la obra, es un olor que la impregna en todo momento, hasta cuando no lo parece. "Todos somos responsables de lo que hacemos, hasta del acto más pequeño, porque esa tontería, un comentario banal hecho sin maldad, tiene consecuencias, a veces muy importantes, para los demás, aunque tú no los conozcas", explica. Planea también por el texto la dificultad, casi la imposibilidad, de entendimiento entre las personas, como si la maldición bíblica a la que hace referencia el título original de la obra de que cada uno hablara lenguas diferentes fuera realidad.
Otro rasgo común de las dos 'babeles' es el juego con el tiempo que hay en ambas. "La obra es tela", explica muy claramente la directora sobre el original del autor australiano. "Andrew Bowell ha escrito una texto muy loco, fragmentado y no lineal, que de repente frena y pega un salto tremendo hacia atrás, volviendo a ir hacia delante un poco después para luego dar otro y regresar al punto de partida". Además, por si no fuera suficiente dificultad de poner en un escenario lo anterior, el texto ofrece a veces tres puntos de vista diferentes sobre el mismo hecho o pone a varias personas hablando a la vez en el escenario, como ocurre en las dos primeras escenas cuando cada uno de los cuatro actores de la obra, formando parte de dos parejas que están en sitios distintos, hablan con su amante sobre la infidelidad.
"Sí, es complicado dirigir todo eso, al principio temes que vayan a estar hablando todo el rato así, pero luego ves que no es un caos ni una empanada mental, porque todo encaja y al final es como un rompecabezas en el que el espectador va a ver que cada pieza es necesaria", respira la directora. Aunque a continuación reconoce que jamás en su carrera teatral se había encontrado con una "partitura tan jodida".
Quienes han tenido que entender esa música y mostrarla de una manera armónica son los integrantes del conjunto, un reparto formado por Aitana Sánchez-Gijón, a la que Townsend vuelve a dirigir cuatro años después del éxito de Un Dios salvaje, Pilar Bosch, Jorge Castro y Pedro Casablanch. Como ejemplo de la dificultad a la que se enfrentan unos actores que interpretan "a todo ritmo a los nueve personajes de la obra", cita al último, que pasa en un instante de ser el policía que investiga un asesinato a ser el presunto autor de la muerte.