Gorka Otxoa, Fele Martínez, Luis Zahera y Roberto Álvarez, elenco dirigido por Peris-Mencheta en Continuidad de los parques. Foto: Antonio Vicente.

El director madrileño estrena en Matadero 'Continuidad de los parques', obra de Jaime Pujol compuesta de siete historias con una moraleja común: asomarse a los demás puede curarnos.

El ritmo de la ciudad desquicia a sus moradores y tiende a reducirlos a autómatas que repiten sus movimientos ad infinitum. Por suerte, en el paisaje urbano quedan todavía espacios en los que resulta posible acantonarse. Los parques son un magnífico ejemplo. Sus perímetros engloban una geografía que invita a tomar asiento, posponer las urgencias cotidianas y empezar a cuestionarse algunas derivas en las que casi inconscientemente se ve atrapado todo urbanita. Son, en definitiva, una última esperanza para propiciar la catarsis. Sergio Peris-Mencheta lo acredita en la última obra que aborda como director, Continuidad de los parques, que estrena este jueves 20 en Matadero. Un teatro muy sensible a sus propuestas: desde 2011 ha levantado ya tres títulos sobre sus tablas: Incrementum (George Pérec), Tempestad (Shakespeare) y Un trozo invisible de este mundo (Juan Diego Botto). "Me han llamado en la etapa de Mario Gas y en la de Natalio Grueso", advierte para conjurar suspicacias.



La obra de Jaime Pujol era para Peris-Mencheta una asignatura pendiente. En 1996 la montó algo improvisadamente con unos amigos en la Sala Triángulo. La cosa no pasó de un divertimiento en petit comité. Ahora, tiempo en el que las llamadas para trabajar como actor le caen a cuentagotas, ha decidido regresar a esta parábola sobre la actitud con la que nos asomamos a los demás. "Tenía muchas ganas de hacer comedia. Además, Continuidad de los parques tiene una gran vigencia. Reflexiona sobre cómo nos atrincheramos en nuestra identidad y miramos con recelo la de los otros. Un fenómeno que se agrava en tiempos de crisis como el que atravesamos", explica a El Cultural. Para que el humor fluya desde la escena Peris-Mencheta se ha rodeado de cuatro actores con una vis cómica desbordante: Gorka Otxoa, Roberto Álvarez, Fele Martínez y Luis Zahera, aleccionados para la ocasión por el clown Nestor Muzo."Hicieron un taller de cinco días para despojarse del personaje aprendido que todo actor lleva consigo".



Aunque las risas a lo largo de las ocho historias que conforman esta pieza pueden quedar suspendidas por la perplejidad en cualquier instante. Peris-Mencheta, apasionado de los juegos de mesa, concibe su puesta en escena como el tablero sobre el que el trilero (él) mueve los cubiletes que esconden la bolita (¿la verdad?). Promete sorpresas constantes y muchos golpes de efecto, por eso no quiere adentrarse en explicar demasiado las tramas de cada fragmento. Todos transcurren en torno a un vulgar banco de parque: una vez más el espacio escénico ideado por el director madrileño huye del recagarmiento ("Odio los sofás y las estanterías en el teatro"). Y todos tienen en común también el planteamiento de una dialéctica entre dos perspectivas a priori contrapuestas. "La tensión que siempre aparece en estas historias es la de tener razón o encontrar la paz. A veces es necesario renunciar a la primera para encontrar la segunda". Una decisión que no tiene por qué interpretarse como una renuncia a los principios. Peris Mencheta propone otro enfoque más edificante: "Cambiar de perspectiva puede sanarnos".