Image: El concierto revienta sus costuras

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Teatro

El concierto revienta sus costuras

16 enero, 2015 01:00

Leticia Moreno presenta su último disco, consagrado a Shostakovich, en la Fundación Telefónica, junto al pintor Erick Miravall. Foto: Enrique Gaya

Dinámicos, visuales, didácticos, proteicos, breves, transversales... Los programadores de música culta reinventan el concierto canónico para cosechar más melómanos en una sociedad apantallada y apresurada. ¿Desplazarán los nuevos formatos al modelo tradicional, con más de dos siglos de historia? Alfonso Aijón (Ibermúsica), Antonio Moral (CNDM), Miguel Ángel Marín (Juan March) y Félix Alcaraz (OCNE) intentan vislumbrar las fórmulas concertísticas del futuro.

La OCNE tiene un plan para forjar nuevos melómanos. Una estrategia que ha sido bautizada como "la del embudo". La denominación la ha importado de los Estados Unidos, donde Félix Alcaraz, su director técnico, no deja de pescar ideas para impulsar la popularidad de la agrupación estatal. Allí a las orquestas no les queda más remedio que exprimir el ingenio para rellenar aforos. El respaldo público es minúsculo. No hay red salvadora si a los auditorios no acude el personal. Renovar a sus seguidores es cuestión de vida o muerte. Y para conseguirlo el concierto sinfónico tradicional, una liturgia con más de dos siglos a sus espaldas, ya no es suficiente. En tiempos acelerados y tecnificados son necesarios otro tipo de reclamos. Ahí es donde entran en juego los formatos concertísticos modernos, que cada programador afina y moldea a fin de movilizar nuevos públicos y reafirmar el gusto por la música de los feligreses ya entregados a la causa.

El ‘embudo' de la OCNE busca hacer un trasvase complejo pero que le viene marcado por imperativo legal. "Por ley, la orquesta tiene la obligación de llegar a las capas más amplias de la sociedad", advierte Alcaraz. La idea es que las masas entusiasmadas con conciertos como el dedicado a los videojuegos (¡trending topic en Madrid!) o a las partituras de El señor de los anillos (agotadísimas las entradas semanas antes de su celebración) acaben algún día comprando un abono y deleitándose con, pongamos por caso, un programa presidido por la Sexta Sinfonía de Bruckner. En eso están trabajando: ninguno de los asistentes a estas dos citas se marchó a casa sin información de nuevas sugerencias, ya de mayor voltaje sinfónico, y muchos de ellos dejaron también sus mails en las encuestas que cumplimentaron, abriendo un cauce a futuras propuestas de la orquesta.

"Los nuevos formatos no sustituyen al concierto canónico que demanda el melómano asentado" Félix Alcaraz



Esa labor de ‘captación' también la activan en otros ciclos, ideados cuidadosamente para ganarse nuevos adeptos. Por un lado, a los jóvenes marchosos del fin de semana. Para ellos sobre todo están diseñados los Conciertos Mini del Auditorio 400 del Reina Sofía, que duran sólo media hora y cuya entrada (5 euros por internet) da derecho a una consumición en la terraza del edificio de Nouvel. En atriles, compositores de todo pelaje y condición: desde Richter o Glass hasta Bach o Vivaldi. Por otro, a las familias concebidas en su integridad (padres y niños), que tienen la opción de desdoblarse en dos ciclos complementarios: Descubre... y Pintasonic. "La idea se me ocurrió una mañana de domingo en el CaixaForum, viendo cómo familias enteras disfrutaban juntas de un plan cultural. El desafío era que eso mismo pudiera hacerse también asistiendo a un concierto nuestro". Y se le ocurrió que mientras los padres disfrutaban en la Sala Sinfónica de un concierto de poco menos de una hora, con una introducción didáctica a cargo de Luis Ángel de Benito y juegos lumínicos, los niños (de entre tres y ochos años) podían desfogarse pintando al son de la misma música pero en otra sala. Por momentos, los primeros contemplarían a sus hijos en una pantalla gigante.

"Es importante dejar claro que lo que intentamos es enriquecer la experiencia concertística. En absoluto, estos formatos novedosos pretenden sustituir al rito canónico que demandan los melómanos asentados y que seguirá existiendo muchos, muchos años", apostilla Alcaraz. En esa línea también se mueve la Fundación Juan March, que tiene el mérito de brindar una oferta musical riquísima a coste cero para el ciudadano. Su director musical, el musicólogo Miguel Ángel Marín, defiende adaptar la presentación de la música clásica interpretada en directo a la época actual. Pero con matices sustanciales. Recuerda que en Madrid y Barcelona los primeros conciertos públicos, a los que se podía acceder previo pago de una entrada, datan de la década de los 80 del siglo XVIII.

Juegos sinestésicos

"Si este esquema ha sobrevivido tantos años, algún valor tendrá. No hay que olvidarlo antes de introducir cambios. En la Fundación Juan March nunca los hacemos para ser más eficaces a la hora de entretener al público. No es el objetivo. La razón es siempre conseguir una mayor profundización en la música. Es la mejor manera de enganchar a la gente, a través del conocimiento". Esa filosofía la confirma el copioso aparato crítico y didáctico con que envuelven toda su programación. Un festín que trasciende la manida fórmula de la mesa redonda y la conferencia, y ensarta la música con otras disciplinas artísticas, como hicieron hace escasos días con la literatura de Mann, tan impregnada por cánones compositivos. Contaron con José María Pou y José Luis Gómez como maestros de ceremonia. Especialmente reveladora fue también la conexión sinestésica establecida la temporada pasada entre Paul Klee y Bach. "Conseguimos que nuestro público, siempre tan abierto y curioso, pudiese escuchar al pintor y ver al músico".

"Los cambios deben servir para profundizar en el conocimiento de la música" Miguel Ángel Marín

En las próximas fechas seguirán explotando la veta sinestésica (tan sugestiva en autores como Scriabin o Messiaen) y los alardes luminotécnicos. Para los sábados de marzo tienen previsto el ciclo Las luces del día, con la intención de "recrear la belleza de la luz por un arte invisible como la música". El amanecer, el mediodía, el atardecer y el claro de luna serán ilustrados por Beethoven, Debussy, Chopin, Liszt, Guinovart...

Rarezas instrumentales

Y los sábados de este mes de enero los protagonistas serán los "instrumentos raros", aquellos que por razones diversas han quedado arrinconados en el desván de la historia. La exhumación de estas piezas permitirá a su vez recuperar partituras apenas interpretadas, al ser compuestas específicamente para instrumentos que caminan peligrosamente hacia la desaparición. Es el caso de los 6 Estudios en forma de canon para piano-pédalier Op. 56 de Schumann. La Fundación Juan March grabará el pedalier para proyectar en pantallas cómo maniobra el especialista Roberto Prosseda con sus pies mientras recorre el teclado con los dedos. También podremos escuchar clavicordios y virginales, muy populares en su día pero caídos en desuso por su escaso impacto sonoro en auditorios grandes. Y ver su funcionamiento interno a través de cámaras ubicadas en las cajas de resonancia.

Esa vertiente visual está funcionando como señuelo. Lo acredita el triunfo de Bach Vermut, ciclo orquestado por el CNDM que pretende escanciar la integral de la obra para órgano del Cantor. Ya han llenado varios mediodías sabatinos la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional (1.850 personas, descontado el frontal). Una circunstancia que se aproxima a lo milagroso. Antonio Moral, director de la institución, recuerda que la OCNE incluía en su programación hace unos años un espacio específico dedicado al órgano y que tuvo que clausurarlo por la pírrica afluencia de público, apenas dos o tres centenares de incondicionales.

Hay más conciertos que nunca. El problema es la repetición de repertorios" Antonio Moral

El CNDM ha intentado realzar la ejecución del organista, un músico que suele pasar inadvertido para los espectadores, pues toca de espaldas y colgado literalmente en las alturas. Esta discreción forzosa es solucionada, de nuevo, con la grabación mediante videocámaras y la simultánea plasmación en imágenes del virtuosismo de los mayores especialistas del mundo, que desfilarán por Madrid y la Catedral de León a lo largo de este curso y el siguiente.

También han contribuido al éxito los precios asequibles (5 euros) y la brevedad de los conciertos, que tienen como epílogo versiones jazzísticas servidas al unísono con un vermut (o un zumo, o una caña...) a precio rebajado. Moral descarta las teorías de los agoreros que aprecian una desafección social hacia la música culta:"Desde que empecé en esto se habla del fin del concierto tradicional. Es un debate constante". Que recuerda, por cierto, al tan cacareado del fin de la novela. Moral ve, por el contrario, que la oferta es infinitamente superior, lo que complica llenar hasta la bandera cada día los auditorios. Varios datos parecen avalar su opinión. En la temporada pasada se organizaron más de 400 conciertos en el Auditorio Nacional de Madrid. Y según el anuario de la SGAE, en 2012 se celebraron más de 15.000 de música clásica en toda España. "El problema es la concentración de repertorios. La gente se termina cansando de lo mismo", sentencia Moral, que tiene clara cuál es la misión del CNDM: "Complementar con música de cámara la vastísima oferta sinfónica que, en Madrid, por ejemplo, despliegan formaciones como la OCNE, la Sinfónica de Madrid, la Orcam, la Orquesta de la RTVE, la Filarmonía, y los ciclos de Excelentia, Ibercámera, Juventudes, Ibermúsica...".

Hasta los 30 años los jóvenes prefieren los conciertos de pop y de rock" Alfonso Aijón

Esta última, una de las asociaciones privadas más emblemáticas y de mayor envergadura, está regida por Alfonso Aijón, que, empréstitos e hipotecas mediante, ha conseguido levantar este año su 45ª temporada, de nuevo cargadita de figurones internacionales (Jurowsky, Haitink, Chailly, Jansons...). Esa es la marca de la casa: la excelencia sinfónica.

Sinfonismo de pata negra

Una excelencia que tiene un precio. Alto, lógicamente, al no mediar subvenciones. Y que en tiempos críticos supone arriesgarse a perder abonados. En el arranque de este curso se encontró que 800 de sus parroquianos se habían evaporado, grave revés para programar a largo plazo. Aijón ofrece el producto tradicional de calidad de toda la vida (el sinfonismo pata negra), que es en el que cree y el que defiende. Aunque valora positivamente la nuevas iniciativas para calar en públicos más amplios. "Ahora hay dos movimientos paralelos. Los conservadores de patrimonio, como Ibermúsica, y los que ingenian fórmulas creativas. La verdad es que ambos tenemos dificultades. Yo lo achaco a la existencia de un hueco generacional. Estoy esperando a que los hijos de mis abonados de los 70, que veían a Mehta, Maazel, Abbado y compañía, empiecen a entrar en el Auditorio. Hasta los 30 años la gente no se asoma a la música clásica en directo. Los jóvenes prefieren comunicarse en conciertos de pop, rock...".

Es cuestión de tiempo comprobar si todos estos moldes concertísticos, estos ‘embudos', han servido para decantar una renovada legión de melómanos. Veremos...

Cita en el Yellow Lounge

Las discográficas, tan damnificadas en los nuevos tiempos, también tantean rutas alternativas hacia su target. Deutsche Gramophone, sello referencial (y reverencial) de la música culta, intenta restar solemnidad a su imagen. Una estrategia en ese sentido son los Yellow Lounges, conciertos diseñados para lanzar sus discos, con la peculiaridad de celebrarse en espacios ajenos a las infraestructuras consabidas. Leticia Moreno presentó el año pasado en un garaje-estudio sus Spanish Landscapes. La idea la ha retomado para promocionar su último trabajo discográfico, consagrado a Shostakovich. Esta vez en la Fundación Telefónica, flanqueada por el pintor Erick Miravall (pintando al ritmo de su violín) y el Dj Slow (sampleando pasajes del compositor ruso). "No es el fast food de la música culta. Es lo que demandan los tiempos: evolución. Son espectáculos que exigen una visión más global del músico, un reto muy estimulante, que puede convivir con el formato tradicional", advierte la violionista.