Un momento de Manon Lescaut. Foto: ABAO/Teatro Regio di Parma.
Durante un tiempo la Europa culta creyó que Puccini era un autor superficial, decorativo, sensiblero y, en definitiva, kitsch. Hoy sabemos que esta opinión era injusta, lo que no quiere decir que, en efecto, en sus pentagramas no puedan existir elementos de este jaez; pero la construcción general, la singularidad de las estructuras, la consecución de atmósferas, el manejo del leitmotiv y, en particular, la belleza de las melodías contrarrestan tales posibles debilidades. Son rasgos que se advierten ya en sus dos primeras óperas, Le Villi y Edgar, y que cobran especial relieve en la tercera, Manon Lescaut, estrenada en el Regio de Turín el 1 de febrero de 1893, y de la que la ABAO ofrece cuatro representaciones, desde este sábado, 20, hasta el próximo 29.Se emplea una producción que proviene del Teatro Regio de Parma. Data de 2005 y está firmada por el director británico Stephen Medcalf (1958), que abre en ella inteligentes espacios escénicos y maneja con cuidado elementos de carácter psicológico, muy significativos en una narración que, aun con sus novedades, mantenía la continuidad del melodrama clásico y romántico, variado en los temas y en la expresión y anclado sólidamente en la melodía. El canto di forza se mezcla con el elegante, bien captado por el compositor en ese primoroso In quelle trine morbide del acto segundo, en el que la joven cortesana ha de realizar auténtico encaje de bolillos. Es lo que establece una de las principales dificultades interpretativas para la soprano, que ha de unir ese canto exquisito con el arrebato y con la desolación de su última aria, Sola… perduta… abbandonata, cuando ve que la vida se le escapa.
La línea vocal de Manon circula en una franja de dos octavas justas, de do 3 a do 5, y ha de reunir, como ninguna, la fragilidad de la mujer mundana y sensual y la energía que ha de mover el impulso que la aferra a este mundo. Ainhoa Arteta, que ya ha navegado por esta aguas en la búsqueda del auténtico carácter de una voz que ha ido creciendo, será la conturbada protagonista. El suyo es un instrumento lírico en camino hacia lo lírico-spinto. Poco a poco va ampliando sus graves y dotando de mayor penetración a los agudos. Los problemas se le pueden presentar en los numerosos recitativos acompañados, donde la densidad vocal es tan importante. De todas formas, posee gran temperamento y tablas. Lo que ha de contrarrestar las limitaciones. A su lado el norteamericano, ya sesentón, Gregory Kunde, muy de moda en España. Voz ancha, de metal no especialmente rico y agudo fácil. Su arte de canto es sobrio y funcional. Manuel Lanza, barítono de raza, algo oscurecido últimamente, no debe tener problemas para su sargento Lescaut.
Un buen equipo de secundarios españoles -¡bravo!- completan el reparto: Marifé Nogales, Stefano Palatchi, Manuel de Diego, Gexan Etxabe, David Aguayo y Eduardo Ituarte. Debuta en el foso y en la ABAO Pedro Halffter, batuta siempre ordenada y pulcra, conocedor de la obra, a la que habrá de poner esa emoción que nace del contraste dinámico y de la acentuación vigorosa. A sus órdenes, la Sinfónica de Euskadi y el Coro de la Ópera bilbaina.