José Sacristán y Javier Gonino en Muñeca de porcelana. Foto: Sergio Parra
El Teatro Lope de Vega de Sevilla estrena en España la última obra de David Mamet, Muñeca de porcelana. El autor estadounidense vuelve a diseccionar los mecanismos sociales del poder y la ambición. Juan Carlos Rubio dirige una montaje en el que cuenta con José Sacristán y Javier Godino.
Está claro que Pacino tiene una marcada querencia por Mamet. En 1992 protagonizó la versión cinematográfica de Glengarry and Glen Ross y en 2012 se subió a las tablas en Broadway para recrear esa jauría de vendedores/timadores/pícaros capaces de canjear a su madre por una sustanciosa comisión. En la capital andaluza le toma el testigo otro histórico actor: José Sacristán. Dice que no ha querido ver el trabajo de su colega norteamericano pero que, por supuesto, le admira enormemente. "Es un fuera de serie", apunta a El Cultural. Sacristán ha preferido componer el personaje conforme a su criterio y a las instrucciones de Rubio. En China Doll (título original) encarna a Mickey Ross, un magnate multimillonario con mucha 'ascendencia' sobre la clase política.
"Podemos decir que Muñeca de porcelana es una colonoscopia que le hace Mamet al poder. Le mete por el culo una sonda y nos muestra su lado más siniestro, más grotesco y más miserable", explica Sacristán. Vemos cómo la omnipotencia de Ross empieza a tambalearse. Este filibustero del capitalismo cae en las mismas trampas que él tantas veces ha tendido a sus competidores. Ross se revuelve con la rabia de un animal herido y acorralado, escupiendo espumarajos por el teléfono (entabla discusiones con políticos, abogados, empresarios, periodistas...). Como testigo estoico de esa batalla, figura su secretario, Carson, al que le caen sucesivos chorreos que encaja impasible. Ese ingrato papel lo asume Javier Godino, que ya le acompañó en El loco de los balcones.
Lo cierto es que Muñeca de porcelana no viene precedida del aval de la crítica anglosajona. Las reseñas han sido duras. Los recelos se dispararon cuando la fecha del estreno se pospuso dos semanas. Tiempo en el que, al parecer, Mamet reescribía una y otra vez los diálogos. Muchos denunciaron la dificultad para seguir el hilo de la historia. Algo en lo que no ayudaba un Pacino, dicen, "titubeante y balbuciente", muy lejos de los registros a los que nos tiene acostumbrados. La nata no montó en Broadway. Veremos qué sucede en nuestro país, donde después de su estreno en Sevilla viajará a las Naves del Español (3 de marzo).
Rubio es consciente del fiasco neoyorquino. Pero no le descorazona. Jugará sus propias cartas. El director cordobés posee una ventaja: ya ha transitado el turbio universo sociológico de Mamet. Luce como precedente su montaje de Razas estrenado también en Matadero en 2010. "Muñecas tiene una misma línea: diálogos a velocidad de vértigo, personajes inteligentes, de dudosa moral y ausencia de adoctrinamiento", explica Rubio. Ha intentado hacer una dirección invisible, al servicio de la historia y los protagonistas. "Cuando cuentas con dos actores tan fabulosos como Sacristán y Godino y con un texto como este, lo mejor es no distraer al espectador con nada accesorio, dejar que la propia obra se defienda por sí misma. Tenemos una preciosa escenografía que ha diseñado Curt Allen, un sugerente espacio sonoro de Mariano García y la eficaz luz de José Manuel Guerra. Todo está muy empastado y camina hacia una misma dirección: la sobriedad".
Una sobriedad sobre la que se eleva el verbo trepidante, irónico y afilado de Mamet. "El mundo está lleno de gilipollas y muchos de ellos con derecho a voto", dice en un momento el irascible Ross. "No se puede ser más cáustico", sentencia Rubio.
@albertoojeda77