Image: Bogotá respira sobre la escena

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Teatro

Bogotá respira sobre la escena

11 marzo, 2016 01:00

Tristán e Isolda de Manuel Aguilar "Mosco". Foto: FITB

Arranca este viernes el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, una cita que ha disparado el interés por las artes escénicas en toda Colombia. En las próximas semanas se representarán 134 obras de 32 países diferentes, en las que la violencia y el drama de la emigración son temáticas recurrentes. Y Peter Stein estrenará su Borís Godunov.

El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá ha conseguido aficionar a las artes escénicas a un país en el que este género prácticamente no existía. Por algo, su primera edición (1988) llevaba por título Por un acto de fe. Fue una apuesta arriesgada de la actriz y empresaria cultural Fanny Mikey. Se organizó para conmemorar los 450 años de la fundación de la capital de Colombia y dentro de un ambiente teñido de violencia (hubo, incluso, un atentado).

La apuesta salió bien, el público respondió mejor de lo esperado y lo que pudo ser una celebración aislada, tuvo continuidad y se ha convertido en el mayor festival del teatro del mundo, y uno de los más aclamados, junto al de Aviñón y Edimburgo.Esta cita bianual ha llegado a su XV edición y durante 17 días (desde este viernes al 27 de marzo) Bogotá se convertirá en la capital mundial del teatro, con espectáculos que se vivirán no sólo en las salas, sino en sus calles. La ciudad entera participa -y siente como una segunda piel- un festival en el que la mitad de su programación es al aire libre, pero también asiste a las salas. De hecho, el 50 por ciento de su presupuesto se financia con la venta de entradas.

Esta edición ha tenido un prólogo festivo y multitudinario. El pasado día 6, La Fura dels Baus ofreció, en el Parque Simón Bolívar, Afrodita y el juicio de París. No fue un estreno absoluto, pero el grupo catalán la adaptó para la ocasión y -esto es lo más significativo- contó con la colaboración de 50 actores colombianos procedentes de la unidad de víctimas del conflicto, una asociación nacional que persigue superar la pesadilla de la violencia a través del teatro.

España estará representada por nombres propios: Ana Belén y Medea; Nuria Espert y La violación de Lucrecia, Antonio Canales y Una moneda de dos caras y el libanés Ara Milikian y su violín. México, el país invitado, nos sorprende con ocho espectáculos que se mueven entre la tradición rural y la modernidad. El montaje más inquietante es Tristán e Isolda de la compañía Manuel Aguilar ‘Mosco'. El dramaturgo y psiquiatra Marco Antonio de la Parra ha escrito una versión muy contemporánea de la leyenda alemana. El escenario es una ciénaga, donde los antiguos amantes se encuentran desnudos y cubiertos de barro padeciendo su pasión. Y entre el barro, que opera como símbolo de la vuelta al origen, y las palabras, van evocando los recuerdos que los mantienen aún vivos.

Impactante resulta Mendoza, una tragedia a la mexicana basada en Macbecth, protagonizada por el general revolucionario del mismo nombre, su mujer y una bruja que no está ni viva ni muerta. En la obra, puesta en escena por Los Colochos, se suceden los asesinatos y su simbología gira alrededor de la sangre. Misa fronteriza, de Gorguz Teatro, es un espectáculo que no se representa sino que se celebra, un montaje transgresor que invita a cruzar no sólo la frontera entre México y Estados Unidos (su tema), sino otras muchas fronteras morales y artísticas, donde lo épico convive con las canciones de José Alfredo Jiménez.

Hamlet de Republique

Las cifras de esta edición del festival son concluyentes: 134 obras, 100 directores, 3.650 actores, 32 países invitados de cuatro continentes y 63 escenarios. Anamarta de Pizarro, que trabajó con Fany Mikey y dirige el certamen desde el 2010, destaca lo que ha significado como impulsor de la cultura. "Antes no pasaban por Colombia ni los grandes conciertos de rock. Directamente, nos saltaban. Ahora, no sólo se ha multiplicado la afición al teatro sino que, al hilo del festival, ha surgido y crecido toda una industria del entretenimiento", afirma la directora, quien señala el carácter abierto de una programación, "que abarca los 360 grados de las artes escénicas".

Una de las estrellas es el director alemán Peter Stein, quien aceptó el desafío de poner en pie Borís Godunov, la gran obra de Pushkin en cuyo argumento late el corazón de Shakespeare. Interpretada en ruso por el Teatro Etcétera de Moscú, tiene un montaje cinematográfico con tres escenarios contiguos y dura tan solo 150 minutos. Una nimiedad para este excelso director acostumbrado a espectáculos de largo aliento: Walstein, de Shiller, diez horas; Los endemoniados, de Dostoievski, 12 horas y Fausto, de Goethe, que se prolongó durante 20 horas.

Un Fausto más breve se presenta en el festival bajo la dirección de Tomaz Pandur, el dramaturgo esloveno que se caracteriza por afrontar con valentía y de un modo muy libre las grandes obras de la literatura universal. En esta versión, el único color es el gris y el negro con un punto rojo de sangre.

La memoria cinematográfica adquiere protagonismo en dos montajes inspirados en la gran pantalla: Cinema Paradiso, de La Luna nel Letto, cuyo niño protagonista dialoga con los personajes de las películas amadas; y Fanny y Alexander, una versión de la memorable película de Bergman, de claras referencias teatrales, dirigido por Linus Trunstön, quien apuesta por imágenes contundentes.

Inolvidables son las escenas que nos ofrece el Teatro Malandro, de Suiza en La visita de la vieja dama, de Dürrenmantt. La barroca y muy cuidada puesta en escena, dirigida por Omar Porras, simula una obra pictórica viviente, en donde los personajes llevan máscaras como una metáfora de lo que sucede dentro: la venganza, la traición, la hipocresía.

La visita de la dama vieja de Teatro del Malando

De la conjunción de la banda inglesa The Tiger Lilles y la compañía danesa Republique, dirigida por Martin Tulinius, surge una versión muy singular de Hamlet, una performance cuyas imágenes de actores como marionetas se quedan prendidas en la retina.

Es inevitable, justo y necesario que a los cuatrocientos años de la muerte de William Shakespeare, sus obras aparezcan repartidas por toda la programación con montajes, normalmente, muy libres. También, la huella de Juan Rulfo y Gabriel García Márquez planea por los escenarios.Y tratándose de un festival iberoamericano, los temas de la violencia, la emigración y los desplazados están muy presente en los montajes, que se abordan con una visión que oscila entre lo social y lo rompedor.