Image: Bogotá, capital mundial del teatro

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Teatro

Bogotá, capital mundial del teatro

1 abril, 2016 02:00

El Otelo chileno del grupo Viajeinmóvil. Foto: Rafael Arenas

Echa el cierre la XV edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, en la que han participado 4.370 artistas de 32 países, y se han realizado 914 funciones.

Tras 20 días en los que la ciudad ha respirado al ritmo del teatro, se acaba de clausurar la XV edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, que cada dos años llena las calles y las salas de la capital colombiana. Este festival, que surgió como una experiencia aislada en el año 1990 impulsado por Fanny Mikey, se ha convertido en el más grande del mundo. Las cifras así lo atestiguan. En esta edición han participado 4.370 artistas de 32 países, y se han realizado 914 funciones en las tres semanas del certamen, de las que 640 correspondieron a funciones de sala y el resto a espectáculos gratuitos en las calles y plazas. Todos los espacios teatrales de Bogotá han estado ocupados por el Festival, que contó con México como país invitado y donde los países nórdicos europeos tuvieron un especial protagonismo.

Según comenta Ana Marta de Pizarro, su directora desde el 2010, esta edición ha tenido un presupuesto de 10 millones de dólares, de los que casi la mitad se han cubierto con la venta de entradas. Y es que el público ha respondido de una forma tan entusiasta al programa (un 32 por ciento más que en la anterior edición) que dos de las propuestas mayoritarias se prorrogaron una vez concluido el Festival: los payaso rusos del Slava Polunin y el espectáculo de cabaret y malabarismos París de nuit, de la compañía húngara Recirquel.

Esta respuesta masiva del público se debe a que, según su directora, "todo Bogotá se siente partícipe y dueño del Festival. La gente piensa en el certamen como algo propio, y de hecho, es el acontecimiento cultural más importante de Colombia. La ciudad entera se vuelca con él, y lo vive como ese carnaval que Bogotá nunca ha tenido". Como todo carnaval, el Festival pretende también ser irreverente, abarcar cualquier tema, ya que nada humano es ajeno, y afrontar todos los lenguajes, desde el solemne, al popular o satírico. O incluso, mezclarlos, como se vio en la versión de Tomaz Pandur, de Fausto.

"Cada edición tiene unas líneas maestras sobre las que gira la programación", informa su directora, quien señala: "Este año han sido: grandes compañías, grandes personajes, temas urbanos y la paz". No hay que olvidar que, en estos momentos, Colombia atraviesa un momento político marcado por las conversaciones con la guerrilla de las FARC. También se puede definir esta edición como la de los sueños cumplidos. Ana Marta de Pizarro, que fue la mano derecha de Fanny Mikey durante 15 años, recuerda las viejas aspiraciones de la creadora del Festival: las actrices Ana Belén y Nuria Espert, los directores Omar Porras, Thomas Ostermeier y Peter Stein.

El Boris Godunov de Peter Stein

A sus 81 años, Nuria Espert cruzó el Atlántico para interpretar durante una semana el duro monólogo de Shakespeare: La violación de Lucrecia. La veterana actriz entusiasmó y emocionó a un público que se quedó sin aliento ante esta mujer considerada una 'institución de la cultura ibérica'. Cerca de 80 años tiene el director Peter Stein, uno de los renovadores del teatro alemán bajo la influencia de la protesta del Mayo del 68, y autor de grandes y espectaculares montajes, como su Fausto de 20 horas. Al Festival acudió con Boris Godunov, una versión original en ruso, con tres centros de actuación, pero respetuosa con el texto de Pushkin.

Una de las obras que más impactó al público, además del Fausto de Tomaz Pandur, fue Un enemigo del pueblo, el drama de Ibsen en una versión personal del director alemán Thomas Ostermeier, que definitivamente toma partido ante el dilema que se presenta en la obra: ¿la verdad o la utilidad? ¿Los principios o la economía? Ostermeier señala que "si una sociedad sacrifica la verdad, merece hundirse". En su espectáculo, sin embargo, hace un alto en la representación, rompe la cuarta pared y los actores bajan del escenario y dialogan con el público, al que le ponen en la piel del protagonista. La realidad es previsible y demoledora: todos tenemos un precio y estamos dispuesto a pagarlo. El público se implica tanto en la obra que, en algunas funciones, sus opiniones se prologaron durante media hora.

También el dinero, que se impone a la moral, es el tema de La visita de la vieja dama, obra de Dürrenmatt, en una versión en apariencia ligera, pero con una enorme carga de profundidad, de Omar Porras, un actor (interpreta dos papeles, entre ellos el de 'la vieja dama') y director colombiano, residente en Suiza, donde fundó el Teatro Malandro. Esta es la tercera versión que realiza de esta obra, clave del teatro suizo, que en 1993 le abrió las puertas internacionales. "En Suiza ir al teatro es una prioridad para los estudiantes, para la sociedad, porque el teatro sigue siendo y será uno de los raros lugares que quedan en la sociedad donde hay una reflexión común, colectiva. El lujo no debería ser ir al teatro, el lujo es poder tener esa capacidad de reflexión amplia, de una clase dirigente que entienda que el teatro tiene que estar en todas partes y los creadores, los artistas de teatro, no deberían nunca mendigar", declaró Omar Porras.

Una escena de La visita de la vieja dama. Foto: Marc Vanappelghem

Quizás por ello, y siguiendo esa estela, Ana Marta de Pizarro anunció, tras el estreno de La visita de la vieja dama, que Suiza será el país invitado en la próxima edición del Festival, ya en el año 2018, y que habrá una sección especial dedicada a los creadores argentinos.

Entra las sorpresas que ha deparado esta edición se puede citar Mendoza, un espectáculo mexicano basado en Macbeth, del grupo Los Colochos, un teatro épico, sangriento y de gran fuerza expresiva; A dance tribute to ping-pong, de los noruegos Jo Stromgrem Kompani, una hermosa y divertida miniatura entre la danza y el teatro que sigue las huellas de una pelota de pinpong; y Otelo, del grupo chileno Viajeinmóvil, donde Jaime Lorca recrea con originalidad, humor, muñecos y actores la tragedia del moro veneciano. La obra no gira tanto sobre los celos como sobre el feminicidio.

El Festival se completó con encuentros públicos con artistas y directores, talleres de interpretación y la llamada Ciudad Teatro, un espacio dedicado a la diversión infantil (payasos, juegos, representaciones) en la zona sur, la más desfavorecida de Bogotá.

Argentina y México son dos países en los que el teatro goza de una gran tradición, los grupos se multiplican y cuenta con intérpretes, autores y directores de primer nivel mundial. El Festival Iberoamericano de Bogotá ha conseguido crear un público que ha ido creciendo con el certamen y se ha convertido en fiel y masivo; también ha propiciado una exposición creativa en el país, tanto de grupos como de autores. Ese fue el sueño de su impulsora, la actriz y empresaria de origen argentino Fanny Mikey. Ana Marta de Pizarro, su sucesora, concluye: "Fanny me enseñó a ver teatro con ojos de festival".