“De lo bueno también se aprende”. Celso Giménez (Valencia, 1983), alma máter de La tristura junto a Itsaso Arana (Tafalla, 1985), define con ironía la buena situación por la que atraviesa una de las formaciones más innovadoras y arriesgadas de nuestra escena. Rodrigo García y Angélica Liddell -“papá y mamá”, según Giménez-, las compañías La Veronal, Rimini Protokoll y El Conde de Torrefiel, y los trabajos de Castellucci o Heiner Goebbels han marcado, y marcan, propuestas como Future Lovers y Cine, que llegan, a partir del 5 de abril, a los Teatros del Canal. La primera será estreno absoluto e iniciará sus comparecencias madrileñas.
Future Lovers busca mostrar la psicología de la adolescencia, que en estos momentos vive condicionada por el uso de la tecnología. El montaje tiene su cordón umbilical conectado con otro de 2011, Materia prima, una historia con cuatro niños que entonces tenían diez años y que ahora se incorporan como adolescentes. “Las conexiones mágicas hay que aprovecharlas. Materia prima es como un talismán para la compañía, por lo que queríamos tener a esos actores cerca otra vez”, explica el director. Normalmente La tristura no trabaja con personajes, ni con argumentos narrativos al uso aunque se dejan seducir por elementos “convencionales” como el diseño de iluminación y la escenografía. “Somos crudos y ‘contemporáneos' pero recuperamos la emoción como elemento gravitatorio de la escena. Siempre hemos sido modernos para los señores del teatro y señores del teatro para los modernos”, explica Giménez mientras hace el esfuerzo de definir para El Cultural la propuesta escénica de Future Lovers, cuyo desarrollo intenta dar respuestas a las incógnitas que surgen cuando la violencia y la sexualidad entran a formar parte del cuerpo o cuando las primeras decisiones de la vida “terminan condicionándola para siempre”.
En medio de este proceso irrumpe como un terremoto la tecnología, que transforma, según Giménez, la forma de relacionarnos, de comunicarnos, de tocarnos y hasta de amarnos: “Cuando veo en el metro a los chavales con el móvil o a los adultos sin levantar la vista de la pantalla pienso -esta vez sin ironía- en el gran mundo interior que deben tener, pero al mismo tiempo me viene la idea de que la sociedad se está yendo a la mierda”.
Otra conexión con Future Lovers es Cine, obra de 2015 que volverá a los Teatros del Canal el 16 de mayo y que marcó una nueva forma de concebir sus espectáculos: “Nunca habíamos escrito un diálogo. En los primeros diez años de la compañía ningún personaje hablaba con otro. En Cine fuimos encontrando una estética interpretativa que de repente hizo que viésemos posible un diálogo más o menos naturalista. Queríamos ver a la gente hablar y responderse pero de otra manera, desde un lugar que no encontramos habitualmente.Todo ello ha sido clave para atrevernos con Future Lovers”.
Pendientes de comprobar la reacción al nuevo montaje, Cine marca estos días la agenda de la compañía. Su calendario de giras les acaba de llevar al Espoon Teatteri de Helsinki con el programa PICE de Acción Cultural Española. La historia de un hombre joven que se decide a emprender un viaje iniciático para buscarse a sí mismo y comprender su país construye un relato íntimo de los lugares en los que convive lo grande con lo insignificante. “Nace -explica Giménez- del deseo por explorar el espacio entre la mirada telescópica y la microscópica”.
Estas giras han dado a La tristura confianza y un motivo más para relativizar sus éxitos y sus fracasos. “Una semana estás en un festival mostrando tu trabajo con las entradas agotadas y a la siguiente no tienes ni un lugar para ensayar. Un día estás en Brasil como si fueras un grande por venir de Europa y al otro estás en Francia como un hermano menor, eso sí respondón... Hay que asumir esa bipolaridad y que no te vuelva loco”, señala el director sin atisbo de queja.
Desde el sur de europa
Años 90, nacimos para ser estrellas o El sur de Europa son otros de los títulos que La tristura ha dejado por nuestros escenarios desde su fundación en Madrid en 2004, casi quince años ejercitando el músculo teatral más innovador y comprometido bajo etiquetas como “independiente” o “post dramático”. Aunque son adjetivos que han ido cosechando a lo largo de su trayectoria no terminan de definirles. “El término más fácil de abrazar sería el de ‘contemporáneo' porque en el fondo solo señala el deseo de hablar del mundo de hoy, de lo que nos está pasando y que no terminamos de entender”, puntualiza Giménez. “En los ensayos utilizamos la dicotomía presentación-representación. Nos sirve para seguir detectando qué tiene sentido poner en escena en el siglo XXI”.
El equipo se reconoce bastante ‘panteísta' en cuanto a géneros. Todo es teatro para una formación que entiende las tablas como un lugar de absoluta libertad para hallar la obra de arte total: “Dentro de nuestra poética todo tiene cabida, especialmente para que el proyecto nos siga excitando”.
Su presencia en los Teatros del Canal y en las programaciones de escenarios como el del Théâtre de la Ville de París, Cena Contemporânea de Brasilia, el Spielart de Múnich y el Festival de Otoño a Primavera dan cuenta de su consolidación: “Nos moldeamos con técnicas antiguas que requieren mucho tiempo. Vamos lentos, quizás, porque vamos lejos...”