Jesús Cimarro le tenía la puerta de Mérida abierta a David Serrano desde hacía tiempo. Era una apuesta inteligente y práctica, avalada por el éxito y el saber hacer. Serrano, recordemos brevemente, es el autor del libreto de Hoy no me puedo levantar y el director y adaptador de la versión española de Billy Elliot. Dos títulos movilizadores de ingentes cantidades de público en la Gran Vía. Por otro lado, en el teatro de texto ha sido artífice de montajes de culto como Lluvia constante, con Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta. Así que se entiende que el director del festival le tentara. "A mí, claro, me apetecía mucho y me puse a buscar textos para Mérida. Cuando leí la versión de Las metamorfosis escrita por Mary Zimmerman, comprobé que era la opción ideal", explica a El Cultural Serrano, que la pondrá en escena en el teatro romano a partir de próximo miércoles. "Me maravilló la mezcla de tragedia, comedia, drama… De lo oscuro con lo luminoso. Es una combinación de géneros muy difícil de sostener pero que ella hace de maravilla".
En Estados Unidos se estrenó en Chicago en 2001 y al año siguiente se instaló en Broadway, cosechando varios Premios Tony. En 2013 volvió a reponerse y hoy sigue siendo allí una pieza muy popular entre compañías universitarias y amateurs. Su fuerza ejemplarizante conecta bien con el público norteamericano. "Todos los personajes que muestran conductas marcadas por la envidia, la avaricia, la vanidad, el narcisismo o la crueldad acaban pagándolo", señala Serrano, que ha mantenido la carga moral en las diez escenas de su producción. Esa búsqueda de la moraleja edificante se erigió en medio de un periodo de degradación moral en Roma, gobernada por el emperador Augusto, que mandó a Ovidio al exilio el año 8 d. de. C. por circunstancias no del todo esclarecidas.
"Los personajes que muestran envidia, avaricia, narcisismo o crueldad acaban pagándolo". David Serrano
Otra baza a su favor es la comicidad con la que el poeta romano salpimentó la mitología griega, fuente original de su inspiración. Zimermann la intensifica y, hasta cierto punto, la moderniza. Un ejemplo: coloca a Faetón, hijo de Apolo (el dios Sol), en un diván psicoanalizándose para superar el síndrome del padre ausente que padece. De ese modo, la dramaturga estadounidense, autora también del libreto de la ópera Galileo Galilei de Philip Glass, se mantiene fiel a Ovidio pero, a su vez, no renuncia a juguetear con sus narraciones morales, que tanto influyeron en autores como Boccaccio, Dante, Chaucer y Shakespeare. Serrano, por su parte, le da otro giro de tuerca. "Algunas escenas las llevo todavía más al terreno de la comedia", confiesa.
Divertida también resulta la promiscuidad identitaria que han de ofrecer los actores. Los diez que conforman el elenco han de encarnar a casi un centenar de personajes. Entre ellos, Midas, Orfeo, Eurídice, Eros, Narciso, Hermes… Desafío al alcance de tan flamante reparto. Encabezado por Concha Velasco, que ejerce como maestra de ceremonias presentando cada escena, figuran en él Pepe Viyuela, María Hervás, Edu Soto, Adrián Lastra… "Creo que en los últimos años no ha habido un elenco tan potente en España. Yo estoy alucinando. Es como si a un entrenador de fútbol le ponen al frente del Real Madrid. No puede pedir más". Particular encandilamiento está experimentando con Concha Velasco. "Con ella pasa como con Sacristán o Gómez: son tan grandes que tiendes a ver la figura y no el intérprete. Pero son grandísimos actores. Concha puede hacer lo quiera y siempre te va a impresionar", afirma Serrano, que también está dándole forma al musical Grease para estrenarlo el año próximo, aparte de tener en la cartelera de Lima otro basado en Pantaleón y las visitadoras.
A pesar de su familiaridad con este género, aclara que su espectáculo emeritense no está 'contaminado' por sus códigos. Va por otros derroteros. Eso sí, la música, compuesta ex profeso por Luismi Cobos, tiene un papel protagónico. "Normalmente, no introduzco música cuando dirijo teatro. Pero aquí el texto, tan poético, tan bonito, me la pedía. Ha sido una cuestión de piel. Siento que ayuda a acercarlo al público y además permite cambiar de atmósferas". Algo necesario porque cada historia, a pesar de estar hilvanadas por Concha Velasco, es en sí misma una pequeña obra teatral autosuficiente sin que la escenografía cambie apenas. Serrano no quiere desvelar mucho sobre esta. Sólo que tiene claro una cosa: "No competir con las piedras milenarias. Eso sería un gran error".