Ritmo, sentido y comedia. Estos son los tres ejes que han guiado a Miguel del Arco (director) y Julio Escalada (versión) en la adaptación de La señora y la criada, obra de Calderón poco habitual en nuestra tablas que la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico llevará el día 10 al escenario de la Comedia dentro de la programación que aún lleva el sello de Helena Pimenta.

“Es un puro ejercicio cómico en el que Calderón, a través de su deslumbrante verso, llega a autoparodiarse”, señala Del Arco a El Cultural. “La obra parece ser la propia reescritura de El acaso y el error. En ella podemos encontrar enredos, confusiones, padres que intentan casar a sus hijos con quienes no quieren, criados espabilados y otros medio tontos…”

La acción transcurre en una Italia dividida en ducados, pero esta coyuntura histórica no ha sido un obstáculo para Del Arco, que considera que el autor de La vida es sueño trasladó allí la acción para darle cierto toque exótico y para sortear la atenta mirada de la censura: “Es un enredo a ritmo de vodevil donde el honor, afortunadamente, solo se nombra para saltárselo a la torera (o a la italiana, como se prefiera)”. Para Julio Escalada, autor de la versión, la llamada ‘comedia palatina’ se sostiene sobre un laberinto de amor y de celos entre nobles: “Se desarrolla en un espacio de un exotismo proclive a la fantasía, que la anima a la licencia y la protege de censuras, en una temporalidad algo alejada y no exenta de referencias históricas”.

El motor del enredo que ronda el amor entre Diana (Irene Serrano) y Crotaldo (Alejandro Pau) salta con el equívoco originado por un lujoso vestido que pertenece a la señora pero que se lo pone la rústica Gileta (Alba Recondo). La confusión entre dama y criada dará pie a una serie de situaciones que desarrollará, según Escalada, el muy barroco tema del trueque de identidades: “Hemos querido potenciar la parte lúdica, desenfadada, incluso gamberra, del texto calderoniano. Para ello se han hiperbolizado algunas señas de identidad de lo que se entiende por ‘lo italiano’, llevándolas en ocasiones más allá de sí mismas”.

En 'La señora y la criada', situada en los años cincuenta y sesenta, el honor, según Miguel del Arco, “se nombra para saltárselo a la torera”

La puesta en escena, firmada por Amaya Cortaire, está situada en los años cincuenta y sesenta del siglo XX, décadas donde, según Escalada, la insolencia de la dolce vita del país transalpino favorece ciertas licencias temáticas “dirigidas a dar vía libre al deseo, que no va a atender ni a restricciones jerárquicas ni a contornos sexuales”.

Galanes y damas

Para Del Arco, esta ubicación histórica es una manera de acercar el relato a nuestra época, y una forma de darle sentido al concierto de los matrimonios por parte de los padres: “Me gustaba la estética. Además, Julio Escalada ha hecho una labor de calado para aclarar algunos términos incomprensibles hoy en día y que le restaban comicidad”.

La señora y la criada, cuyo reparto lo integran también Víctor Sainz, Aisa Pérez, Anna Maruny, José Cobertera, José Luis Martínez y Mariano Estudillo, entre otros, es una cita, pues, con galanes encendidos, damas no menos ardientes e ingeniosas, mayordomos ridículamente devotos, osados y astutos y padres fanáticos pero posibilistas que Calderón utiliza, como puntualiza Escalada, “para rendirse homenaje a sí mismo parodiando aspectos de sus obras serias”.

@ecolote