“El fascismo, el comunismo y en general todas las ideologías de uniformidad colectivista como el nacionalismo son esencialmente incompatibles con la pluralidad”. Con estas contundentes declaraciones a El Cultural Ernesto Caballero conecta la preocupante actualidad social y política que vivimos con el aviso directo, inteligente e incorruptible, despojado de toda ambigüedad, de Hannah Arendt. Guiado por la valentía de las palabras de la autora de Los orígenes del totalitarismo, La condición humana y Eichmann en Jerusalén, especialmente por las de este último y su “estudio sobre la banalidad del mal”, el director afronta, dentro de la programación de Ellas Crean, la segunda entrega que Teatro Urgente lleva al escenario del Galileo (el próximo 4 de marzo) tras el estreno de En lugar del otro, que realizó junto a Javier Gomá. La tercera pieza llegará después del verano con Juan Mayorga y Teresa Arzuaga.
Hannah Arendt en tiempos de oscuridad, escrita por la actriz y dramaturga Karina Garantivá, es el resultado de la “urgencia” por llevar a las tablas las ideas de las grandes figuras del pensamiento occidental. Caballero, interesado siempre por las corrientes que funden teatro y filosofía, se vió atraído de inmediato tanto por la figura de Arendt como por la propuesta de Garantivá: “Es una obra que con inusitada intensidad poética logra bajar a la arena del teatro la perspicacia y la profundidad del pensamiento de una figura imprescindible para entender y afrontar nuestro presente”.
Ambos representan el teatro total. Ambos comparten la idea de que ni en las tablas ni en la vida existen “estados” sino “procesos” que desembocan en un diálogo fructífero entre dos creadores predispuestos a la constante revisión de sus planteamientos. “He intentado encontrar respuestas a mis propias contradicciones a través del contacto con su obra y esa exposición me ha llevado a vivir con mayor intensidad, a descubrir que no hay libertad sin riesgos y que no hay vida humana si no alentamos el deseo de ser libres”, explica Garantivá. “Para Arendt, las palabras fueron su forma de vivir y en algunos momentos se convirtieron en su única patria”.
"Es un montaje poético en el que los actores se entregan a una experiencia performativa orientada a activar la reflexión y la imaginación del espectador”. Ernesto Caballero
Hannah Arendt en tiempos de oscuridad comienza en Alemania durante los días previos al estallido de la Primera Guerra Mundial. Vive en el seno de una familia judía no practicante que se esfuerza por darle una formación. Los convulsos episodios que están a punto de iniciarse, que muy pronto serán trágicos, sitúan a la joven Hannah en el centro de los principales conflictos bélicos de la Europa del Siglo XX. Como judía, asiste al ascenso imparable del antisemitismo y consigue huir de Alemania justo antes de que Hitler llegue a consumar su criminal programa de exterminio. La obra se cierra con un particular ‘juicio a Eichmann’ en el que actores y público participan de los debates que suscitó el célebre y polémico informe, cuyo objeto, señala Arendt al final de su riguroso trabajo, era “determinar hasta qué punto el tribunal de Jerusalén consiguió satisfacer las exigencias de la Justicia”.
Caballero define este montaje como un recorrido sensorial desde los primeros años de la escritora en su Konigsberg natal hasta comienzos de los sesenta, cuando decide viajar desde Estados Unidos a Israel para asistir al célebre juicio: “En los sucesivos cuadros contemplamos la evolución de su pensamiento, plasmados en situaciones que, en ocasiones, aluden al imaginario de nuestro tiempo. Se trata de un montaje poético en el que los actores se entregan a una experiencia performativa orientada a activar la reflexión y la imaginación del espectador”.
Garantivá se metió de tal manera en la escritura de este texto que ha acabado plenamente identificada con su forma de entender la vida: “Sus reflexiones sobre aspectos intemporales de la condición humana y el compromiso con todas sus expresiones, desde el arte a la política, la convierten en una figura de una gran riqueza, creadora de un territorio que he tenido el enorme placer de explorar mientras realizaba la obra”.
Los actores Lucía Juárez, Rodrigo Martínez Frau, la propia Garantivá, Estíbaliz Racionero y Germán Torres integran un equipo formado también por Nanda Abella y Pablo Quijano, que han apoyado la dirección de Caballero. “Flotamos entre el desinterés de unas élites ignorantes, dejadas o perezosas y gente común y corriente que piensa que nada de esto tiene que ver con ellos –escribe Garantivá en el prólogo de la obra–. Entre el desánimo y la agonía que nos produce perseguir un sello, una autorización, un permiso, el político, lógicas muertas, el pequeño poder constante que se ejerce sobre el ciudadano. Una tortura amenizada por debates inútiles. Hannah Arendt dijo que hablar de los poetas era una tarea incómoda. Pero lo hizo”.
La “oscuridad” en la que vivió y trabajó Hannah Arendt estará reflejada en el escenario del Teatro Galileo como si fuese una gigantesca interrogación que cuestiona nuestro día a día. Es algo que no ha olvidado Caballero a la hora de rescatar el legado de la escritora. “Nunca le gustó la etiqueta de ‘filósofa’. Consideraba que la filosofía especulativa se había desentendido durante siglos de los asuntos humanos. Para ella, el hombre es un ser social que actúa. El conflicto y la discrepancia son vitales para la buena política. Pero las opiniones, según ella, solo se pueden formar en comunidad. Nos previene de los peligros que comporta el aislamiento, la atomización y la desestructuración social que nos lleva a entregarnos solo a la supervivencia personal. Estas circunstancias hacen germinar sistemas en los que la ciudadanía se transforma en ‘hombre masa’ para quien la verdad ya no importa tanto como la coherencia del sistema que apoya ‘naturalmente’ mediante su ciega obediencia”, advierte Caballero, que prepara con Pepe Viyuela su propia versión del Tartufo de Molière. “Hannah Arendt –concluye– apela a la responsabilidad individual en la esfera social frente a la coartada fatalista del victimismo. El totalitarismo empieza por anular aquello que nos hace humanos”. Nunca antes el teatro se había presentado tan necesario, tan extremadamente urgente.