En los primeros días de marzo de 2020, cuando la pandemia se ensañó con España, en Galicia salieron a relucir los viejos trajes de protección contra agentes químicos que se utilizaron para recoger el chapapote del Prestige. La gente los sacaba de sus trasteros y almacenes para responder a la agónica llamada de las autoridades sanitarias, desbordadas ante la magnitud del embate vírico. “Los habían guardado para la siguiente tragedia petrolífera”, explica Xron (Vigo, 1965), de Chévere Teatro. “Estaban ya muy escaldados. La gente de mi generación se ha tenido que enfrentar a al menos cuatro grandes catástrofes de este tipo”. Un significativo detalle que ha sido la llave para entrar desde el presente en los acontecimientos que rodearon el hundimiento del buque que anegó con crudo la costa gallega en 2002. Una herida todavía abierta en la memoria de los lugareños que Xron, como dramaturgo y director, evoca en N.E.V.E.R.M.O.R.E, espectáculo que estrena el próximo viernes, 17, en el María Guerrero y que luego viajará por toda España, con escalas en el Teatro Central de Sevilla, en el Lliure de Barcelona y, claro, diversas ciudades de Galicia.



Chévere, compañía galardona en 2014 con el Premio Nacional de Teatro, continúa así su línea de trabajo habitual, consistente en adentrarse en traumas locales con las herramientas del documental a fin de tejer reveladoras ficciones. Ejemplos recientes de esta metodología son Eroski Paraíso, sobre la memoria colectiva de una sala de fiestas abierta en la localidad de Muros entre 1972 y 1990 y derribada para construir un supermercado. O Curva España, que revelaba los intereses creados que impidieron que Galicia tuviera una comunicación ferroviaria con Castilla como Dios manda hasta hace cuatro días. Ahora vuelven a hacer del escenario una caja de resonancia del pasado. Aunque Xron prefiere hablar de “caja negra”, en alusión directa a esos dispositivos que, en aviones, trenes y barcos, registran todas las conversaciones y son fundamentales para esclarecer las causas de los accidentes una vez producidos.



Por ejemplo, las que hubo entre el capitán del Prestige y la torre de control de Finisterre durante seis días, desde que el buque emitió el primer S.O.S. hasta que se hundió inexorablemente en una fosa a tres mil metros de profundidad. Entretanto, iba ‘transfundiendo’ toneladas de su cargamento tóxico. El mar, a través del oleaje, lo depositó en la orilla, tiñendo de negro-desolación las regiones costeras de la comunidad gallega, aunque las ‘galletas’ de petróleo también alcanzaron Asturias, Cantabria y País Vasco. Un desastre ecológico de dimensiones colosales. Esta inoperancia le hizo pensar a Xron en el concepto del rinoceronte gris, acuñado por la analista económica estadounidense Michele Wucker en el Foro de Davos de 2003. A saber: un riesgo altamente probable y de gran impacto que se soslaya en la agenda hasta que al final explota. “El rinoceronte gris gallego no fue sólo el de esos seis días de deriva del Prestige sino el de los cincuenta años de naufragios de grandes buques petroleros. Recuerdo que de niño debía rascarme las plantas de los pies en la ría de Vigo porque se nos ponían negras. También a mi madre recogiendo la ropa en La Coruña cuando estalló el Urquiola. Fue tanto el humo que echó a la atmósfera que, cuando llovía, caían las gotas negras”.

La voz del pueblo

Los miembros de Chévere se imponen como premisa recabar siempre el testimonio popular. En la concepción de N.E.V.E.R.M.O.R.E no han faltado a esa autoexigencia. Aunque esta vez la labor de campo ya la había realizado una asociación creada en 2018 para conjurar el olvido del Prestige. Autodenominados Plataforma Contra la Burla Negra, sus integrantes, jóvenes de en torno a treinta años en su mayoría, habían grabado una veintena de entrevistas a habitantes de las zonas más castigadas. Todo ese material sonoro lo ha manejado Xron para ir dándole forma al montaje. “Hay un denominador común en los relatos: la profunda huella emocional que ha dejado en sus vidas la tragedia, que siguen teniendo muy presente”, explica el polifacético creador. El abundante caudal de experiencias narradas lo ha ‘teatralizado’ Xron. Los actores, por su parte, lo verbalizan metidos en la piel de estas personas y, a su vez, se encarnan a sí mismos, pues ellos también sacan a relucir cómo vivieron los hechos de 2002. Son Manuel Cortés, Miguel de Lira, Patricia de Lorenzo, Borja Fernández, Mónica García y Arantza Villar. Xron les exige pues un desdoblamiento identitario que enriquece el coro de perspectivas sobre el trauma.



La primera parte está sustentada básicamente en la vertiente emotiva de la comunidad damnificada y la segunda en el retrato de la gestión de la crisis, por la que fueron imputados el capitán griego, los dos oficiales que se mantuvieron a su lado hasta el hundimiento y el director general de la Marina Mercante. Al final, sólo fue condenado el primero. Sin echar mano de filigranas técnicas, sino valiéndose sólo de sus voces y poco más, el elenco evoca con aspiración realista las diversas atmósferas en las que tuvieron lugar los diálogos entre los implicados: la torre de control, el puente de mando…



En términos escenográficos, se apuesta por mostrar todas las cartas. “La maquinaria de cuerdas, poleas, barras que normalmente no se ve nosotros la enseñamos. Nos pareció oportuno que los actores pareciesen una tripulación de marineros desenvolviéndose dentro de un barco”, apunta Xron, que no da puntada sin hilo. La obra, al final, se centra en la otra marea, la del Nunca mais (Nevermore), que se organizó para ir limpiando las playas mientras las autoridades todavía no terminaban de coger el toro por los cuernos. Las imágenes de las aves embadurnadas y el precioso paisaje marítimo de Galicia cubierto por el manto oscuro avivaron una oleada de solidaridad. Miles de voluntarios se echaron a la carretera con destino Galicia, con sus rastrillos, palas y trajes NBQ. “Es algo que hemos vivido también estos días de la pandemia, una lección que debemos tener muy clara. En lugar de enrocarnos en nuestros prejuicios ideológicos, tan viscerales, más nos vale colaborar y remar todos juntos”. Parece una conclusión sensata, más cuando otro rinoceronte gris, el del cambio climático, no deja de enseñarnos su afilado cuerno.

@alberojeda77