Vuelve Krystian Lupa (Jastrzebie-Zdrój, 1943) a nuestras tablas. Un acontecimiento. Hablamos de uno de los últimos santones del teatro europeo. Formado bajo la alargada sombra de otra leyenda polaca, Tadeusz Kantor, ha ‘traducido’ al lenguaje escénico a Musil, Bernhard, Rilke, Dostoievski, Gombrowizc... Pero ahora se presenta con una creación propia, tejida en comandita con sus actores, que dura cinco horas y que, como avisan desde los Teatros del Canal, donde se estrena este viernes, contiene escenas potentes de sexo explícito. Lupa sin tapujos ni miedo al puritanismo. Bajo el título de Imagine, evoca a John Lennon, gurú de la utopía New Age, que el regista polaco presenció en vivo y en directo, y que, de algún modo, añora en estos tiempos ásperos y distópicos.
Pregunta. ¿Cuál fue el punto de partida de Imagine?
Respuesta. Las generaciones de la posguerra dieron un gran paso hacia el lado luminoso de la existencia. El horror de la guerra y el descrédito del modelo de humanidad de entonces provocó una poderosa reacción, la revolución sexual, la transformación de las costumbres, el despertar de los movimientos de lucha por la tolerancia. Todo eso no fue sólo una utopía, fue una enorme y fulgurante ola de energía humana con la que se logró mucho. En Europa del este coincidió con una transformación sistémica. Por ello, la ola de regresión que se está produciendo hoy en día nos afecta más y nos lleva a esa canción de John Lennon, que, después de todo, es considerada, no sin razón, la más importante del siglo XX.
P. Establece un paralelismo entre Jesucristo y John Lennon.
R. Lo hizo ya el mismo Lennon, comparando la popularidad de los Beatles con la de Jesucristo. Es por supuesto un truco gamberro, pero los mitos son vampíricos. Se encienden a partir de pequeñas (aparentemente) llamas y son imprevisibles. Pero hay algo de cierto en ello: los conciertos de rock de los años sesenta tenían el carácter de erupciones religiosas. Jesucristo nacía de nuevo, cada vez.
P. Su muerte violenta también contribuyó a apuntalar la asociación, ¿no?
R. Sí, murió de una manera tan enigmática e irracional… Y la respuesta de los jóvenes ante esa muerte fue muy religiosa. Generó una abrumadora hambre de un nuevo comienzo. El final del primer acto de nuestro espectáculo, un sueño inducido por las drogas, refleja esta hambre.
P. ¿Aquel brutal asesinato fue el punto final de la utopía contracultural?
R. Fueron muchas razones invisibles y en aquellos años totalmente imperceptibles. La muerte de Lennon fue un símbolo palpable y atractivo que nos encanta explotar, porque es, por ejemplo, más pintoresco que el Sida...
"Las generaciones de la posguerra dieron un gran paso hacia el lado luminoso de la existencia"
P. Usted fue un veinteañero en la época de las utopías contraculturales. Hoy los veinteañeros tienden más a ver el futuro en clave distópica. ¿Qué diferencias más destacadas percibe entre la juventud de entonces (la suya) y la de hoy?
R. Las utopías y las distopías son una línea sinusoidal, una reacción de unas a otras. Aunque hoy, efectivamente, todo es más difuso y líquido, como diría Bauman. No me atrevo a hacer un diagnóstico y no lo hacemos en el espectáculo.
P. Para muchos hippies sesenteros el sueño de paz y amor acabó en la pesadilla de las adicciones. ¿Es lícito idealizar aquella ola New Age?
R. No se trata de idealizar, ni mucho menos de poner como ejemplo. Pero al fin y al cabo muchas cosas cambiaron en aquellos días, y esos cambios no se han perdido en absoluto, aunque quizá no nos demos cuenta. Más bien, lo que nos preguntamos en la obra es qué hemos jodido y qué seguimos jodiendo permanentemente para no alcanzar algo que es alcanzable.
P. En cualquier caso, ¿tiene alguna esperanza todavía en que la humanidad sea capaz de mejorar la vida sobre el planeta? ¿Hay margen?
R. No sé si es posible, lo que sí sé es que es necesario.
De lo contrario, dentro de unas décadas no estaremos en este planeta.
P. ¿Cómo describiría la influencia que tuvo en usted Kantor?
R. Fue mi gurú y modelo iniciático. Un joven debe tener como referente en sus comienzos la imagen de otro artista como prototipo del mundo, y sólo entonces podrá embarcarse en ‘trabajar’ con la realidad real.
P. ¿Cómo es la situación del teatro polaco en la actualidad? ¿Está en tan mal como parece por las limitaciones a las que le somete el gobierno ultraconservador?
R. El joven teatro polaco estaba hace unos años en un periodo de erupción y desarrollo. Fue un proceso muy prometedor y muy orgánico. La realidad política actual de nuestro país ha acabado con todo ello. No sólo por la destrucción de facto de la cultura y de los medios de comunicación libres por parte del régimen dictatorial de tinte fascista, y por la apropiación y la parálisis de las instituciones culturales, sino también por el envenenamiento del ambiente social, condenando a los artistas solo a luchar contra el veneno de su espacio patrio, sin dejarles lugar a hacer algo ‘nuevo’.
P. ¿El nacionalismo es el mayor enemigo de la utopía que anhela Krystian Lupa?
R. Sí, y el catolicismo de hoy en día. Constituyen yacimientos de odio, incubadoras de infantilismo hibernado. Enemigos no de la utopía con la que sueña Krystian Lupa, sino de un mundo posible que de alguna manera avanza, un mundo en el que hemos vivido algunas veces, un mundo que hemos visto con nuestros propios ojos, posible, muy posible. La realidad no tiene por qué ser un horror distópico, ni el sueño de un cínico maníaco malvado, ni el de Putin, ni el de Kaczynski.