Albert Boadella (Barcelona, 1943) cumple este 2023 sesenta años pegado a los escenarios, los últimos, en concreto, volcado con el teatro musical (Amadeu, Pimiento Verdi, Diva…). Para celebrar el aniversario, añade otra pieza más dentro de este ámbito, Malos tiempos para la lírica, protagonizada por una cantante afamada que vendió su alma al pop-rock tras abandonar la zarzuela, que era su hábitat original.
El argumento, ya ven, no puede estar más integrado en el ideario vindicativo del fundador de Els Joglars, fustigador de la, a su juicio, deriva del arte hacia el psicologismo tortuoso, la nadería inflacionista y el vanguardismo ignaro y petulante. La estrenará en los Teatros del Canal, su antigua casa, el próximo miércoles 15. A continuación, les dejamos con el tábano del Ampurdán arreando estopa a diestro y, sobre todo, a siniestro.
Pregunta. Malos tiempos para la lírica... Cabe sospechar, conociéndole, que el título es más literal de lo que pudiera parecer, ¿no?
Respuesta. Es literal si lo entendemos como malos tiempos para las artes. Hoy, con la excepción de la danza, cuyos espectáculos son los mejores de su historia, el resto de las artes está en caída libre. La pintura y la escultura han desaparecido bajo el imperio de la ocurrencia, el teatro es un bla, bla, bla inacabable y la música actual son ruidos primarios que nos obligan a retroceder un siglo si queremos encontrar algo inteligente y profundo.
P. ¿Cuáles son los grandes enemigos de la lírica hoy?
R. La falta de compositores. En la ópera, desde Puccini y Shostakóvich, no se ha hecho una música que provoque la emoción. En la zarzuela, desde Sorozábal y Moreno Torroba ya no hay más compositores, y en los musicales, después de Gershwin y Bernstein, los compositores se dedican a elaborar simples musiquitas de consumo para la masa.
P. Con esta pieza vuelve a la zarzuela, que también reivindicó en Amadeu. ¿Qué es lo que más le gusta de este género?
R. Es la música sentimental en la que me formé durante la infancia. Sus melodías tienen una raíz en la canción popular como también las tenían las arias de Verdi y Donizetti. Sin embargo, en España la zarzuela siempre fue más popular que la ópera porque narraba amores y conflictos del pueblo. Es un género donde la tragedia es poco común y, en cualquier caso, nunca es desgarradora. La gente sale del teatro con una sensación agradable. Todo lo contrario de cuando has conseguido resistir un Wagner.
P. ¿Le da rabia ver en la Gran Vía de Madrid llena de musicales alla americana y ninguna zarzuela (o revista, u otro género autóctono)?
R. Más bien estoy muy feliz de que los musicales lleven gente a los teatros. Son espectadores que compran al precio real lo que les gusta. Por lo menos no es cultura subvencionada de Estado. Otra cuestión es la calidad. Los musicales plantean unas limitaciones de la partitura para adaptarse a unas tesituras de voz e instrumentación muy restringidas. Esta forma determina que el canto y la música no lleguen nunca al nivel dramático y emocional de la zarzuela o la ópera. Por ello, uno tiene la impresión de que todos los musicales son del mismo compositor.
“Con la zarzuela sales del teatro con una sensación agradable, todo lo contrario tras resistir un Wagner”
P. Prima la musica e poi le parole. Usted no duda de que ese debe ser el orden, ¿no?
R. La palabra apareció en el hombre por pura necesidad funcional de precisar sus comunicaciones. Todo lo contrario de la música, que apareció por un impulso de trascendencia. Desde la polifonía, un conjunto de notas es más potente y emotivo que un conjunto de palabras. Las Pasiones de Juan Sebastián Bach nos eleva hacia lo intangible por encima de las mejores homilías sobre Dios.
P. También se repondrá en marzo en el Canal Diva, donde evoca a una declinante Maria Callas. ¿Qué es lo que más admira de ella?
R. Por encima de todo, una voz que era tan personal como su talento para la actuación. Es lo mismo que he tratado de reproducir en mi obra con la soprano María Rey-Joly, que canta con gran belleza y al mismo tiempo es una actriz formidable.
P. Acaba de alcanzar seis décadas en los escenarios. Cuando mira atrás para recapitular, ¿ve que su carrera se ha parecido mucho a la que buscaba en sus comienzos?
R. Cuando aprendía teatro en la escuela de Estrasburgo, el gran actor Pierre Lefèvre, que era su director, me invitó un día a su casa. Vivía fuera de la ciudad en una preciosa granja alsaciana. Compartía su vida con una bellísima mujer. Yo pensé enseguida: “Eso es lo que yo quiero”. Y así ha sido. Haciendo teatro he vivido siempre en una preciosa masía y llevo 48 años con una gran mujer. Lo demás llega de forma natural cuando se acierta el oficio, el lugar y las personas.
[Boadella vuelve a la ópera con 'Diva']
P. Si tuviera que darle un consejo a un joven que está empezando ahora en esto del teatro, ¿qué le diría?
R. Cuando empiezas hay un momento en que quizás percibas que no puedes ser el mejor ¡Déjalo! Este gremio tiene demasiados excedentes. Sobra mucha gente que se acerca al teatro por frustraciones o apetencias al margen del arte y acaban llevando una vida miserable. Es un oficio que, si no estás en la Champions, en el futuro puede ser siniestro.
P. ¿Y cómo ve a sus viejos cómplices de Joglars, capitaneados ahora por Ramón Fontserè?
R. Joglars tiene una historia de 62 años. Algo insólito, no solo en España, sino en Europa. Fontserè forma parte de esa formidable historia y ha contribuido a sus mayores éxitos. También ha seguido mis enseñanzas como las que yo recibí en Estrasburgo. Hace un buen teatro, vive en una bella masía y tiene una gran mujer a su lado. Lo demás también le ha llegado de forma natural.
P. Perdón por volver al 'tema'. Parece que en Cataluña la situación está más tranquila. ¿Es una impresión engañosa?
R. Completamente engañosa. Lo que ha unido a una parte importante de catalanes en las últimas décadas es el odio a todo lo que representa España. Este odio que persiste ha sido inducido por unos políticos sinvergüenzas y el colaboracionismo interesado de los gobiernos centrales, como es el caso actual. Esta inducción criminal ha encontrado el caldo de cultivo de los habitantes más cuadrúpedos y eso solo desaparece con una nueva generación que se enfrente a la actual decadencia moral del territorio.
Las fobias del bufón
Un bufón a la contra que se ríe de su propia sombra. Podría ser una forma válida de definir al fundador de Joglars, impenitente tocapelotas que se ha atrevido a zaherir en sus montajes al franquismo (lo cual le costó que le encerraran en la cárcel, de la que escapó), a Pujol (al que llegó a pedir un préstamo cuando este era banquero, que le fue denegado humillantemente), a los herederos del Molt Honorable (los que acaudillaron el procés), a Picasso... El poder de sus enemigos le honra como artista. Por otro lado, también ha enarbolado sus filias sobre las tablas: Pla, Dalí, Amadeu Vives, Callas... Figuras que, en su opinión, encarnan una auténtica y atemporal ambición artística. Sin medias tintas.