Esther F. Carrodeaguas fue una de las sensaciones de la temporada pasada con Supernormales, obra en la que abordaba un asuntó tabú: el sexo entre personas discapacidad. Lo hacía con pegada, humor y un valioso equilibrio entre ligereza y profundidad. La autora gallega vuelve a la cartelera del Centro Dramático Nacional para hacer en ella otra pirueta de riesgo: nada menos que ‘glosar’ a Manuel Fraga en un espectáculo que lleva por título el segundo –y vasco– apellido del político gallego: IRIBARNE.
Carrodeaguas insiste a El Cultural en que no se trata de un biopic del que fuera ministro de Información y Turismo durante el franquismo. “Es verdad que recorremos toda su vida, que además es muy interesante pero no queremos hacer historiografía ni un documental. Entresacamos, eso sí, momentos y vivencias que fueron determinantes en la forja de su ideario político”, explica la dramaturga gallega. Por ejemplo, en el arranque de la pieza, se alude a la migración de su familia a Cuba, lo que engendraría en él un imperecedero vínculo con la isla caribeña, patente en la simpatía por Fidel Castro aun siendo un adversario ideológico: Fraga lo acogería (y agasajaría) en el terruño galaico cuando el barbudo revolucionario vino a reencontrarse con sus raíces.
Es interesante también que IRIBARNE, que se estrena el 12 en el Valle-Inclán, repare en la escala neoyorquina que, a su regreso de Cuba, hizo el fundador de Alianza Popular, refundada como Partido Popular. Los rascacielos y la Estatua de la Libertad le inocularon el liberalismo que siempre dijo profesar (algo cuestionable sentándose como se sentaba en el consejo de Ministros de El Pardo). “Es algo que él cuenta en sus memorias. Yo lo tomo de ahí, pero vete a saber sino es una invención suya esto de Nueva York”, dice Carrodeaguas, que en su proceso de documentación también entrevistó a algunos políticos y al escritor Manuel Rivas, la historiadora Encarna Otero y el político Xesús Palmou, que desarrolló su carrera a la vera de Fraga.
[Felipe González desmontado por Gregorio Morán]
Carrodeaguas y Xavier Castiñeira, director del montaje, crearon asimismo una dirección de correo y pidieron que cualquiera que tuviera algo interesante (anécdotas, datos curiosos…) que contarles sobre Fraga se lo hiciera saber. Fue, en fin, un proceso muy abierto que les permitió nutrirse ampliamente. Tanto que la dramaturgia, muy troceadita en breves escenas, ha brincado el centenar de páginas. Calculan que la obra durará cerca de las tres horas.
Una duración que les permite diseccionar, de nuevo con guasa y hondura, a un político que, de niño, sufrió acoso (“era como el típico empollón, víctima propiciatoria”) pero que se sobrepuso determinándose a mandar más que nadie. O más que la mayoría. “Me recuerda un poco a Cela, al que le dijeron de pequeño que no sabía escribir y que, por sus cojones, se empeñó en hacerles tragarse esas palabras”, apunta Carrodeaguas, que recuerda a su vez el copioso número de libros que Fraga, catedrático de Derecho Político, escribió.
Un equilibrista
La autora gallega también constata la rapidez con la que Fraga ha caído en el olvido. “Creo que se debe a que es alguien muy difícil de reivindicar, muy incómodo, por franquista y por nacionalista (su posición acabó estando muy cerca del federalismo). Por esto último resulta complicado que los suyos, la gente del PP, lo ensalce hoy. Aparte, era un líder muy autoritario, muy testicular, de modo que el respeto que se le tenía se basaba solo en el miedo. Cuando este desapareció…”. Carrodeaguas destaca su condición de equilibrista, gracias a lo cual pudo transitar de la dictadura a la democracia, donde tuvo un sillón oficial hasta casi su muerte.
El montaje lo divide en tres partes. La primera se centra en su labor al frente del ministerio de Información, donde promulgó una ley aperturista en el contexto del régimen. La segunda va desde sus días como ministro de la Gobernación a aquellos en los que ejerció como principal opositor al PSOE de González. La tercera recoge su hegemonía en la Xunta. Todo, en escena, va derivando de un planteamiento realista a uno más contemporáneo y conceptual.