Me lo confesó pocas semanas antes de su muerte, como colofón de una larga sesión de confidencias: “¿Lo más importante de la vida? El sexo”.
Francisco Morales Nieva, Paco Nieva, nació en La Mancha quijotesca, en Valdepeñas, el 29 de diciembre de 1924, y murió en Madrid el 10 de noviembre de 2016, a los 91 años. Además de ser Príncipe de Asturias en 1992, académico de la RAE desde 1990 y catedrático en la RESAD, fue en realidad el ‘Príncipe’ de nuestro teatro desde su ‘palacio barroco’ de Concepción Jerónima 13, junto a la Plaza Mayor.
Paco fue un hombre libre, que conformó su aristocracia, lejos del franquismo, en la Sicilia del Rossellini abandonado por Ingrid Bergman, en la Venecia de la poderosa Peggy Guggenheim y en el París de Jean Cocteau. De haberse quedado en aquella España “estreñida, militar y fanática, hubiera terminado en Carabanchel o escribiendo El Jarama”, nos dijo. Se fue a Europa y en París se casó con Geneviève Escande, sobrina del secretario perpetuo de la Comédie. Con ‘Ginette’, de una acrisolada familia judía, conoció el mundo de Proust. Y el Tout-Paris.
Tras volver a Madrid, José Luis Alonso Mañés, inolvidable director del María Guerrero, le apadrinó primero como escenógrafo y luego como autor. Como escenógrafo, Paco cambió la faz del teatro español. Y será en el 76, muerto Franco, cuando Alonso le estrene La carroza de plomo candente, que está ocho meses en cartel, “a millón por mes”, dinero con el que compra su ‘palacio’. “Nunca gané tanto”.
Memorialista implacable e indiscreto. Fue amante de mujeres magníficas. “Estuve a punto de liarme con Alida Valli, la bella de Senso, de Visconti, pero me dije: ‘No te enamores de una famosa que lo vas a pasar muy mal’”. Entre los hombres, Vicente Aleixandre. Contaba que le conoció a sus 17 años madrileños, porque tomaba el tranvía 36, que iba de Gaztambide a Cuatro Caminos, y cruzaban miradas “verdes”... Cuando, con el tiempo, Bousoño le presenta al poeta, Vicente le dice: “Tú eres ese chico tan triste que yo encontraba en el tranvía”.
Entre sus muchos éxitos teatrales merecen destacarse dos. En 1993, Nosferatu, dirigida por Guillermo Heras. Una mirada sobre Occidente: Viena, el Danubio, el cubismo, el expresionismo, Murnau, Greta, Kelly, Mickey o las máquinas Singer. Y en el 97, Pelo de tormenta, montada por Pérez de la Fuente, en el CDN. Una mirada sobre la España profunda: Madrid, conventos, duquesas… Fue el boom de Paco. Colaboró el pintor José Hernández, “José Pedreira, mi mano derecha, ha sido su gran discípulo”, me quiso subrayar.
Siempre estuvo muy satisfecho de su montaje de Los baños de Argel, de Cervantes, en 1979; sin duda, lo mejor como director. “Aquello fue tremendo. Un chico me dijo que lo que más le había gustado de la temporada habían sido los Rolling Stones y Los baños de Argel”. Nieva tentó la novela, con brillantez, y el artículo.
Había vivido “la admirada Transición, pero ahora España parece estar en la cola...”. Era un posmoderno, “pero después de la posmodernidad no veo nada claro. Todo es una mala copia. El arte conceptual y las instalaciones, todo eso es una pamema”.
Paco temía a la muerte. Había tenido una vida brillante y feliz, y perderla le daba miedo. “¿Decir que todo esto va a desaparecer, que está lleno de pasión?” Pero tanta dicha era relativa... “Te he de confesar que para mí la vida es un castigo, y el mayor castigo de todos, la sexualidad”. Paco Nieva, aquel Príncipe.
También nos dejaron
Antonio Buero Vallejo (1916-2000); Antonio Gades (1936-2004); Mariemma (1917-2008). Miguel Narros (1928-2013); Ana Diosdado (1938-2015); Juan José Alonso Millán (1936-2019); Alfonso Sastre (1926-2021); Josep Maria Benet i Jornet (1940-2020); Gerardo Vera (1947-2022); Antonio Gala (1930-2023); Guillermo Heras (1952-2023)...