Ana Zamora
El misterio del cristo de los gascones, 2007
Fue en 2007 cuando Ana Zamora (Madrid, 1975) nos sobrecogió con El misterio del cristo de los gascones en La Abadía, un espacio cómplice para su original propuesta de poner en escena textos previos al Siglo de Oro. En esta pieza nos confrontaba con la Virgen, que recordaba a su hijo: sus milagros y tormentos como mesías. La trayectoria de Zamora, al frente de Nao d’Amores, ha transitado casi siempre por ese repertorio oculto, que sin su atención seguiría criando polvo en archivos. Nise, la tragedia de Inés de Castro (2019), Comedia aquilana (2018), Triunfo de amor (2015)... Esta labor de exhumación goza de un significativo respaldo del público y ha sido coronada este año con el Nacional de Teatro.
Angélica Liddell
Perro muerto en tintorería: los fuertes, 2007
A Angélica Liddell (Figueras, 1966) no hay quien la meta en vereda. Digamos que es el paradigma de la libertad y la desnudez (en su sentido físico y simbólico) en el escenario. Perro muerto en tintorería: los fuertes, que vimos en el Valle-Inclán en 2007 es buen ejemplo de ese carácter indomeñable. Fue un cénit que demostró su madurez artística y su rabia intacta para cuestionar la hipocresía de las democracias occidentales encerradas en su burbuja de bienestar. Liddell ha dinamitado formas y convenciones. Es un animal escénico que sobre las tablas eclosiona catarsis, como la del díptico dedicado a sus padres muertos. Por Perro muerto..., por cierto, se alzó con el Premio Valle-Inclán de El Cultural.
Miguel del Arco
La función por hacer, 2009
La libérrima versión Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello firmada por Miguel del Arco (Madrid, 1965) tiene brillo propio en los anales de la historia del teatro español reciente. La función por hacer, que así se tituló aquel trallazo rebosante de energía y talento en todos los flancos (brutal también el trabajo actoral de Israel Elejalde, Bárbara Lennie y compañía), sirvió para dar a conocer a un director que luego nos brindaría otras versiones memorables: Veraneantes (2011), Misántropo (2014), Juicio a una zorra (2010)... Y que emprendería en el Pavón, con sus kamikazes, una estimulante aventura como gestor y productor que fue reconocida con el Premio Nacional de Teatro en 2017. No impidió que tuvieran que cerrar.
Juan Mayorga
Reikiavik, 2015
Juan Mayorga (Madrid, 1965), tras La lengua en pedazos, volvió a la carga como director con Reikiavik. Desde esa posición orquestó los movimientos de una puesta que evocaba la mítica partida de ajedrez jugada por Boris Spassky y Bobby Fischer en la capital Islandia. Sobre el tablero se enfrentaban los dos bloques hegemónicos de la Guerra Fría. Mayorga, que en estos años nos ha atrapado con su capacidad para el suspense psicológico (El chico de la última fila, 2006), la comedia metafísica (El mago, 2018) y la tragedia historiográfica (Himmelweg, 2003) reflejaba la trágica trastienda humana de los dos contendientes. En su palmarés: dos Nacionales y el Princesa de Asturias. Hoy dirige La Abadía.
Nao Albet y Marcel Borràs
Mammón, 2015
La estrenaron en el Lliure de Barcelona en 2015 y tardó tres años en llegar a Madrid. En la ciudad condal ya eran adorados por su descarado hooliganismo. Hooliganismo ilustrado, por supuesto. Y descarado, porque esta pareja de camaleones de identidades y géneros, se quedaban con el público una vez más, iniciando la obra como un documental-crónica de una excavación arqueológica para girar a los pocos minutos hacia una desopilante comedia que le dejaba a uno las quijadas dolientes de tanto reír. Igual que en Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach (2021) y Falsestuff (2022). Nao Albet (Barcelona, 1990) y Marcel Borràs (Olot, 1989) acaban de hacer un espectáculo con el que, presuntamente, se despiden.
Ernesto Caballero
El laberinto mágico, 2016
Con un nudo en la garganta nos dejaba la última escena de El laberinto mágico: con los republicanos, en el puerto de Alicante, tiroteados por los aviones fascistas. Difícilmente vayamos a ver sobre las tablas una evocación de la Guerra Civil más viva y fieramente humana que la que armaron José Ramón Fernández (sustanció las 6 novelas del ciclo de Max Aub) y Ernesto Caballero (Madrid, 1958). Trabajo magistral que se estrenó durante el mandato de Caballero en el CDN, periodo en el cual también presentó versiones de Montenegro (2013), Vida de Galileo (2016)... Y textos propios como La autora de las meninas (2017). Por El laberinto mágico, obtuvo el Valle-Inclán en 2017. En los últimos años, está embarcado en el Teatro Urgente.
Alfredo Sanzol
La ternura, 2017
Las dos horas que duraba La ternura fueron un festín de carcajadas e inteligencia. Alfredo Sanzol (Pamplona, 1972) se me metió con en un complejo embolado del que salió triunfante: puso en la túrmix una amplia diversidad de pasajes burlescos de la obra shakesperiana (La tempestad, Noche de reyes, Sueño de una noche de verano…) y los llevó al terreno del humor castizo que tanto le gusta cultivar. Era el tono que le imprimió a una trama con la guerra de sexos como trasfondo y que tenía como moraleja la necesidad de entendernos. Esta obra le valió el Premio Valle-Inclán de Teatro en 2018. El actual director del CDN, autor también de joyas como El bar que se tragó a todos los españoles (2021) y La calma mágica (2014), también atesora tres Max.
Pablo Remón
Doña Rosita, anotada, 2019
Doña Rosita, anotada fue la pirueta lorquiana con la que Pablo Remón (Madrid, 1977) volvió a dejarnos boquiabiertos con su talentazo (antes lo había hecho con Los Mariachis, 2018; y El tratamiento, 2018)). Esta vez –año 2019– por su habilidad para imbricar su propia peripecia biográfica (remitiéndose a sus tías provincianas) con el universo lorquiano armado en torno al drama de la protagonista de Doña Rosita la soltera. Con esa jugada maestra ganó el Nacional de Literatura Dramática. Remón, que en 2022 estrenó Los farsantes, ha acreditado tener una voz original y mestiza, apta para conciliar cine y teatro. Con referentes locales como Rafael Azcona, su humor se entronca en una tradición reconocible, qué él enriquece y agranda.
Andrés Lima
Shock: el cóndor y el puma, 2019
Estremecedora evocación de los desmanes de los milicos financiados y monitorizados por Estados Unidos (Kissinger mediante) en el Cono Sur durante los años 70 y 80. Andrés Lima la montó a partir del ensayo de Naomi Klein La doctrina del shock, que documenta cómo el neoliberalismo más voraz ha maniobrado para ir ganándole terreno a los Estados a fin de derribar las barreras para sus negocios. Del pensamiento, Andrés Lima (Madrid, 1961) hizo, una vez más, espectáculo. Como desde los tiempos contestatarios de Animalario (Urtain, 2008; Alejandro y Ana, 2003). Ya por su cuenta: Prostitución (2021), Asesinato y adolescencia (2023)... En 2019, además, ganó el Nacional de Teatro por “su compromiso”.
Juan Carlos Pérez de la Fuente
Torquemada, 2020
Nada fácil era comprimir y sintetizar en una obra para un solo actor la tetralogía de Pérez Galdós dedicada a su personaje Torquemada. Ignacio García May lo consiguió, poniendo en suerte un texto idóneo para ser trasvasado a la escena. El pase a gol lo remató de maravilla Juan Carlos Pérez de la Fuente (Talamanca de Jarama, 1959), apoyado también en la soberbia interpretación de Pedro Casablanc. A Pérez de la Fuente, que ha dirigido el Teatro Español y el CDN, hay que agradecerle también su reivindicación de figuras orilladas, heterodoxas y controvertidas como Max Aub (San Juan, 1998), Francisco Nieva (Pelo de tormenta, 1997), Fernando Arrabal (El cementerio de automóviles, 2000)...