Clásicos con smartphone
Una tensión que ha caldeado los mentideros teatrales ha sido la relativa al tratamiento de los clásicos. Los montajes contemporáneos deben renovar la experiencia estética de asomarse a Lope, Calderón, Tirso… Es decir, hacerlos atractivos para el público de hoy. Otra cosa es alterar su espíritu, pasarlos por el cedazo de las corrientes ideológicas imperantes, alterando incluso para ello el tenor de sus piezas universales. Se ha hecho alguna vez y es una maniobra fradulenta.
La fuerza semántica de autores como los citados es tan potente y polisémica que no hace falta adulterarlos para incrementar la sensibilidad de según qué asuntos del momento en una sociedad. Por cierto, al hilo de esto, lo que es muy loable es, por ejemplo, rescatar autoras del olvido, como a Ana Caro de Mallén, que ya tiene un hueco en el repertorio áureo gracias al meritorio rescate de Valor, agravio y mujer operado por Juana Escabias.
La pelea a cuenta del texto
No es un debate nuevo pero estos últimos años se recrudeció en nuestro país. El punto de máxima tensión lo marcó la llegada de Mateo Feijóo a las Naves del Español, que fue claro cuando tomó las riendas de este espacio: el texto será solo un elemento más del montaje. Hubo muchos componentes del gremio teatral que se sintieron orillados por semejante propuesta.
Comenzó una batalla de manifiestos. La profesión se dividió. Pareció exagerado. La propuesta de Feijóo no terminó de calar entre el público, aunque la ausencia de una base literaria es una constante en festivales de teatro contemporáneo europeos... Las aguas, aquí, volvieron a su cauce. Debería haber espacio para todo tipo de propuestas. Que convivan y que el personal decida libremente.
El espacio para el repertorio
El repertorio es otro campo de batalla en los teatros públicos. Los teatros privados, en esto, cada vez están y se les espera menos. No es viable económicamente programar a Buero Vallejo, y a nadie se le puede exigir que tire su dinero. Pero CDN, Canal, Español, TNC, Lliure… tienen una responsabilidad cultural y cívica que implica dar cancha a estos autores. ¿La cumplen? La pregunta desencadena un debate encendido. Unos dicen que no; otros, que sí.
Es como con la lista de convocados de la selección española de fútbol. A los que aprietan mucho con este asunto hay que recordarles que a las nuevas voces también hay que abrirles paso. Si no, ¿qué repertorio tendremos en el futuro? En el equilibrio está la virtud, que diría el clásico.
Voces femeninas
Como en otras disciplinas, la visibilización de la creación femenina se ha disparado en los últimos tiempos. Un avance social que tiene su traslación en la cartelera. El desequilibrio era vergonzante. En el teatro se notaba demasiado. Atrás quedan los tiempos en que solo les caía alguna migaja a Ana Diosdado, Paloma Pedrero… El desembarco masivo es alentador: Denise Despeyroux, Lucía Carballal, Carolina África, Lola Blasco, María Velasco, Lluïsa Cunillé, Laila Ripoll, Angélica Liddell, Marta Buchaca...
Fin de las giras
Lo de girar no ha hecho sino complicarse a lo largo de estos años, a pesar de iniciativas como Platea, impulsada por el Inaem. Viajar por diversas localidades españolas (y americanas incluso) era una parte esencial del oficio de comediante que ha pasado a mejor vida. Hay varios problemas que lo impiden, como la burocracia aparejada a las ‘taifas’ autonómicas, el debilitamiento de redes regionales, el sentido localista de algunas comunidades (las magníficas compañías catalanas, por ejemplo, estrenan con mayor fluidez en Madrid que las magníficas madrileñas en Cataluña), la proliferación de concejales que ven los teatros más como locales para celebrar eventos que como templos para propiciar catarsis...
La precariedad
La precariedad es un mal endémico de la profesión que no se ha sabido erradicar y que tiene efectos que van más allá de la economía doméstica de los teatreros. Pueden ser también artísticos: quien se juega los garbanzos de sus hijos acaso se arriesgue menos a la hora de hincar el bisturí crítico. El teatro es una actividad que no tiene encaje en los formularios fiscales, laborales, mercantiles... El Estatuto del Artista va por buen camino pero queda tanto...