Albert Boadella estrena en Madrid 'El rey que fue': “Hay que traer de vuelta a Juan Carlos I”
La última obra de Els Joglars llega este miércoles al Teatro Infanta Isabel. Un retrato del Emérito con sus vicios y virtudes.
28 febrero, 2024 02:20El espíritu polemista de Albert Boadella (Barcelona, 1943) hace que siempre se espere algo nuevo con cada obra que estrena. Difícil superar tantos trabajos como lleva y durante tanto tiempo. A sus ochenta años el director se ha detenido en uno de los asuntos más espinosos de la historia española actual: la monarquía representada en la figura de Juan Carlos I. El rey que fue, tragicomedia que ha escrito junto al actor Ramón Fontserè, pone broche de oro al catálogo de obras de Joglars en torno al poder.
La impresionante verosimilitud que Fontserè logra con el Emérito ha sido una de las razones que convencieron a Boadella a levantar este espectáculo; la otra, que ha tratado personalmente con el monarca en varias ocasiones y a solas, conoce algo de su carácter, tiene una conexión con su biografía: "Estando en libertad condicional con el asunto de La torna fue el primero que me invitó oficialmente a los jardines del Moro el día de su santo".
Pregunta. En El rey que fue logra contentar a monárquicos y republicanos.
Respuesta. He tenido que navegar entre los sentimientos de los españoles que le profesan una cierta simpatía y los que subrayan el lado más oscuro y despreciable de su comportamiento.
P. Y ha eludido hacer sátira, su género predilecto.
R. Hay momentos divertidos porque hay episodios de su vida que tienen gracia, pero no es una ridiculización del personaje, no me he dedicado a tirarle piedras. La sátira de Juan Carlos ya la hace cualquier español. La obra se parece a la que hicimos sobre Pla, también es un retrato del personaje con la diferencia de que Pla no tenía las responsabilidades de Juan Carlos. Además, el rey tiene numerosos elementos para una visión shakesperiana de su vida, algunos muy interesantes y profundos.
"El teatro que se hace hoy es insípido. No se apuesta por los grandes temas del pensamiento"
P. Uno de los más trágicos es la soledad en la que vive actualmente, alejado de su familia.
R. Sí, la soledad de un hombre que ha estado en la cima y que ha sido querido por mucha gente, algunos no especialmente monárquicos. Piense en los diecisiete meses de su vida que pasó teniendo el poder absoluto de este país a la muerte de Franco. Pero estas caídas tan tremendas tienen un lado dramatúrgico interesantísimo y estimulante.
P. ¿Cree que debería volver a España?
R. Él no puede morir en el exilio. La propia monarquía española se expone a una mancha histórica innecesaria, hay que encontrar la fórmula para que vuelva a vivir en España. No digo que tenga que ser en la Zarzuela o en el Palacio Real, pero… siempre queda Yuste.
P. ¿Ese ambiente ascético sería del estilo de Juan Carlos I?
R. El paralelismo no es adecuado, estamos hablando de cuando los reyes eran creyentes y consideraban que tenían que dar cuentas al Ser Supremo. Todo esto se ha perdido y eso es un detalle muy sutil pero muy sustancial en la vida del poder actual.
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P. ¿Es monárquico?
R. No soy especialmente monárquico, pero me pregunto: en vez de Juan Carlos y ahora el rey Felipe, ¿quiénes hubieran sido jefes de Estado? ¿Los presidentes del gobierno que hemos tenido, o sea: un Zapatero, un Rajoy, un Aznar, este…? Sigo prefiriendo una figura simbólica que nos representa a todos. Tener un presidente de la República que representara solo a un sector sería tremendo y en España sería muy difícil evitar que así fuera.
P. ¿Qué prepara para los Teatros del Canal?
R. Del sexteto de directores artísticos invitados que se ha creado me toca diseñar la programación lírica. Estoy recibiendo propuestas, en general óperas contemporáneas. Y tengo el compromiso de montar una zarzuela o un espectáculo lírico. No paro hasta que las neuronas me avisen o me avise el público. O mejor dicho, hasta que considere que este no es mi mundo.
"No es una ridiculización del personaje, no me he dedicado a tirarle piedras. La sátira de Juan Carlos ya la hace cualquier español"
P. Esa es una reflexión que llega en algún momento de la vida, supongo.
R. Tengo ochenta años y a veces comienzo a pensarlo. Lo encuentro alejado, poco a poco uno nota que no encuentra placer en las cosas que ahora la gente valora. La única pregunta es: ¿quién se equivoca: mi entorno o yo? Estoy un poco en esa fase.
P. ¿Y qué es lo que más le distancia del mundo actual?
R. La sensación de que la gente no cree en nada. En mi época hasta los laicos tenían unas creencias o ideologías. Para mí es enormemente desagradable la falta de solidez de la mentalidad de los individuos de hoy, pienso esto y poco después lo contrario.
»Traducida a la política, no le digo ya…, es lo que estamos viviendo. Culpo de ello a mi generación, al Mayo del 68, que destruyó la autoridad del conocimiento, de esta obsesión por destruir el pasado, cuando lo que tenemos es nada más que pasado, el futuro no existe.
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P. ¿Cómo se traduce este pensamiento en el teatro de hoy?
R. Hay una falta de épica sustancial. Hay actores formidables, pero el teatro que se hace es insípido. No se apuesta por los grandes temas del pensamiento, sino que es el pequeño conflicto, historietas…
P. Alguna voz crítica considera que a algunos directores artísticos elegidos para el Canal les falta juventud.
R. Muchas de las cosas que he hecho en mi vida artística son más radicales que el nivel de lo que se está haciendo ahora. Si a mis ochenta años se le suma que soy un hombre de la fachosfera, entro rápido en el tópico de los dinosaurios que ahora están en el Canal, como decía La Ribot. Supongo que se refería a Lluís Pasqual, Alonso de Santos y a mí.
»Es absurdo porque ¿se hace hoy mejor teatro que el de Molière o Shakespeare? ¿Qué importancia tiene entonces el tiempo, la edad, el estilo…? No la tiene. La modernidad afecta al teatro muy poco porque es un arte muy primario, artesanal, la técnica y la evolución científica no lo han hecho mejor que en tiempo de los griegos.
Fontserè camaleón: Pla, Dalí, Pujol...
En los 80 un joven sin formación teatral, Ramón Fontserè, se incorporó a la troupe de Els Joglars para colaborar en Teledeum (1983), farsa en la que interpretaba a un integrista católico italiano y cuya representación la Iglesia española trató de prohibir.
Como las obras de Boadella siempre han sido muy corales, donde los actores suelen hacer varios papeles, Fontseré se ejercitó en el oficio hasta ir escalando, poco a poco, los roles protagónicos.
Su catálogo de personajes históricos, con imitaciones tan disimuladas que ni lo parecían, es amplio y para el recuerdo quedan Juan Pablo II (Columbi Lapsus), el acomodador don Josep de El Nacional (1993), y especialmente la trilogía en la que Fontserè fue Pujol, Pla y Dalí. Ahora suma el de Juan Carlos I.