El hallazgo en los años 70 del siglo pasado de un campamento vikingo de invierno en el pueblo de Repton, en Derbyshire, marcó un punto de inflexión en la historia de los escandinavos en Reino Unido. Las excavaciones y los estudios científicos han confirmado que aquellos vestigios se relacionan con la presencia del llamado "Gran Ejército", una fuerza militar activa en Inglaterra entre 865 y la década de 870 que conquistó el reino anglosajón de Mercia.
En el entorno de la iglesia de San Wystan, los arqueólogos descubrieron un osario con los restos de al menos 264 personas, en teoría víctimas de guerra, soldados vikingos caídos en combate, la mayoría de entre 18 y 45 años. Había una tumba singular, la del individuo G511, un hombre de una posición elevada que presentaba numerosas heridas mortales y fue enterrado con una espada de tipo escandinavo, un colgante de plata con la forma del martillo de Thor en torno al cuello, una llave, dos cuchillos de hierro y varios broches para la ropa. En la misma sepultura se inhumó más tarde a otro varón más joven, su hijo, según los análisis de isótopos y de ADN.
Pero tan importante para el avance del conocimiento histórico es la documentación del "guerrero de Repton", la única tumba de un guerrero vikingo que existe en toda Inglaterra y que se ha excavado de forma científica, como reparar en una diminuta cuenta de cornalina hallada en el mismo sitio, entre miles de huesos. La piedrecita, un mineral usado como gema semipreciosa que estuvo de moda entre los nórdicos a finales del siglo IX y a principios del X, permaneció treinta y cinco años olvidada en una caja de plástico, hasta que cayó en las manos de la bioarqueóloga Cat Jarman.
Ese objeto en apariencia insignificante, pero cuyo origen se remonta hasta la India o las actuales zonas de Irak e Irán, ha cambiado "de forma radical" las ideas de la investigadora sobre la época vikinga. Cuentas como la descubierta en las Midlands británicas demuestran la existencia del contacto entre las gentes de Escandinavia con el califato islámico y las vías comerciales de la Ruta de la Seda. Unas conexiones tradicionalmente minimizadas y que, sin embargo, como argumenta en su libro Los reyes del río (Ático de los Libros), una lectura hipnótica que acerca de forma apasionante las últimas novedades sobre los pueblos nórdicos, tuvieron mucha más influencia de lo imaginado.
"No se ha prestado suficiente atención a esa gran extensión del mundo vikingo y a la importancia que jugó en las redes comerciales", confiesa a este periódico la bioarqueóloga. "Puede parecer que fuese algo a pequeña escala, pero ese comercio de muchos de los bienes que procedían del este, como la plata islámica, estimuló gran parte del universo escandinavo". El problema es que las fuentes escritas no habían contado esta historia, y se habían centrado casi exclusivamente en la violencia de las razias. La ciencia, ahora, está abriendo un nuevo y seductor escenario.
El énfasis en el discurso histórico sobre la época vikinga, iniciada con el salvaje ataque a los monjes indefensos de Lindisfarne en 793, suele colocarse en las incursiones relámpago, las conquistas políticas y los asentamientos creados por esos noruegos y daneses que viajaron hacia el oeste, desde Francia hasta América del Norte. Lo sorprendente es que, fuera de Escandinavia, se han encontrado más artefactos de origen vikingo en oriente que en occidente. Como señala Jarman, esta información implica que el movimiento de personas y objetos desde la península escandinava hacia el este fuese quizá mucho más relevante en magnitud que en la otra dirección.
Mujeres guerreras
El propósito de la investigadora de la Universidad de Oslo es trazar la ruta que pudo recorrer la cuenta de cornalina, además de responder a misteriosas preguntas como por qué Suecia tiene la mayor cantidad de dírhams islámicos de toda Europa. Ello la embarca en un viaje a través del mar Báltico, los ríos y asentamientos de las actuales Rusia y Ucrania —en Vypovziv, un pequeño yacimiento que representa cómo los nórdicos controlaban los movimientos en el medio acuático dulce, encontró en 2018 una gema idéntica a la de Repton—, territorio de los difusos rus —probablemente una mezcla entre grupos escandinavos y eslavos—, hasta el mar Negro, la mezquita de Santa Sofía o Bagdad. Combinando fuentes arqueológicas, epigráficas, crónicas medievales y las fantasiosas historias de las sagas, Jarman ha articulado un relato que sin duda te cambia la forma de ver a los vikingos.
Los hallazgos en lugares como la isla báltica de Saarema —aparecieron dos barcos de mediados del siglo VIII con cuatro decenas de cadáveres y multitud de armas y joyas, probablemente los restos de una misión diplomática con final truculento— o Stáraya Ládoga, un pueblecito a orillas del Vóljov —hay evidencias de un asentamiento escandinavo desde al menos el año 750 y de comercio a larga distancia— manifiestan muchos rasgos clásicos de los vikingos, pero lo llamativo es que son bastante anteriores a Lindisfarne y no se encuentran en occidente.
Un estudio publicado el pasado diciembre sobre una serie de artefactos descubiertos en el emporio danés de Ribe iluminó la cronología de las redes globales de comercio en las que estuvieron implicados los escandinavos: desde principios del siglo VIII. "Estos lugares están cambiando el foco hacia un periodo anterior y confirmando que la época vikinga no empezó de la nada con ataques en Inglaterra", explica Jarman. Las dataciones de años precisos se están registrando gracias al avance de la tecnología, capaz de identificar en la madera fenómenos atmosféricos como tormentas solares. "Es un momento muy emocionante para estudiar a los vikingos", asegura la bioarqueóloa.
Otra cuestión interesante que revisa es la figura de las mujeres vikingas. Al menos el 20% de los cadáveres de la fosa de Repton son femeninos, aunque puede suceder como con la famosa guerrera de Birka, considerada durante más de cien años como arquetipo de un Ragnar Lodbrok hasta que el ADN demostró lo contrario. Y concluye, a pesar de los numerosos interrogantes irresolubles, que no solo es probable que lucharan e integraran contingentes militares, sino que ellas también se vieron implicadas en las migraciones y en los negocios con los territorios orientales. Los objetos exóticos hallados en sus tumbas no fueron simples regalos de los hombres.
"Todavía hay cierta resistencia a estas ideas en el mundo académico", lamenta Jarman. "Mucha gente que quiso cuestionar la nueva interpretación de la guerrera de Birka diciendo que podría ser un enterramiento simbólico, nunca había discutido la de que fuese un guerrero hombre. Parte del problema creo que se debe a que esta visión es muy nueva, de las últimas dos décadas. Y también a la imagen popular de ahora: en la serie Vikingos encontramos el otro extremo, cualquier mujer podría luchar. Tenemos que tener cuidado de no ir demasiado lejos y pienso que esto está detrás de la preocupación de algunos académicos".
Detectores de metal
A lo largo de las dos últimas décadas, se han contabilizado en Inglaterra numerosos hallazgos de objetos escandinavos con detectores de metal —dírhams, plata cizallada y oro, martillos de Thor y enormes cantidades de peso y medidas—. Cat Jarman cita una relevante cantidad de piezas recuperadas por individuos sin lazos con la investigación científica valiéndose de esta herramienta. En Reino Unido su uso está permitido y todo artefacto antiguo que salga a la luz debe notificarse y registrarse en la base de datos del Plan de Antigüedades Portátiles. En España este tipo de búsqueda está prohibida y se considera un expolio.
"Por un lado, estos descubrimientos marcan una gran diferencia: puedo ver sobre un mapa del país los objetos vikingos que han aparecido, y eso ha revolucionado lo que sabemos del Gran Ejército o las mujeres guerreras", dice la bioarqueóloga. "Pero el peligro de que todo el mundo pueda usar detectores es que no sabemos lo que perdemos. En el mercado negro salen a la venta cada poco este tipo de piezas y es descorazonador. Creo que es una herramienta útil, pero se necesita protección. Dinamarca o Noruega son un buen ejemplo. En España sabemos muy poco de los vikingos, y porque nos lo dicen las fuentes escritas. Quizá con detectores se podrían encontrar muchos objetos y saber más. Pero haría falta desarrollar un sistema seguro".