Una carta, un libro y un mapa: así sedujo Magallanes a Carlos V para llegar a las Indias
La investigadora Isabel Soler narra la celebérrima primera vuelta al mundo poniendo el foco en la vida del navegante luso y sus años en Oriente.
7 junio, 2022 02:15Noticias relacionadas
Muchos eran los personajes ilustres que a principios de 1518 aguardaban audiencia en Valladolid para tratar con el emperador "las cosas tocantes a las Indias". En la cola se agolpaban Diego Colón, quien litigaba por sus derechos heredados de las Capitulaciones de Santa Fe, varios gobernadores del Nuevo Mundo o el padre Bartolomé de las Casas, preocupado por la protección de los indígenas.
En esa nómina se coló el nombre de un portugués, Fernando de Magallanes, un veterano marino y hombre de armas que había cruzado la frontera rumbo a Sevilla el 20 de octubre del año anterior. Lo había hecho enfadado, con el sentimiento de ser injustamente tratado por su rey, Manuel I, a quien llevaba tanto tiempo sirviendo; y de la mano de su socio, el cosmógrafo Ruy Faleiro.
Iba a presentarle al joven Carlos V una doble propuesta irrechazable: la existencia de una ruta hacia poniente para llegar a las ansiadas islas de las especias pasando por "un estrecho que estaba muy escondido" y la confirmación de que, según sus cálculos, el antemeridiano de Tordesillas dejaba las Molucas en el lado español del mundo. Ya había encontrado a un fiador que defendiera económicamente su empresa: el mercader Cristóbal de Haro.
Magallanes sedujo al monarca castellano con una carta, un libro y un mapa. La misiva se la había enviado tres años atrás Francisco Serrão, compañero de singladuras y combates en sus aventuras orientales. Las vidas de ambos se habían separado en 1512, precisamente buscando el origen del preciado clavo. La embarcación de Serrão naufragó en el mar de Banda y acabó bajo la protección del rey de la isla moluqueña de Ternate. En el mensaje que consiguió enviar hasta Lisboa gracias a la colaboración de un capitán musulmán, le dijo a su amigo que allí lo esperaba.
También utilizó Magallanes en su argumentación el Itinerario del gran viajero italiano Ludovico de Varthema, donde recogía sus peripecias por lugares como Egipto, la costa indostánica y, supuestamente, las Molucas. El navegante luso se valió de esta obra en su explicación sobre la ubicación de los lugares más lejanos de la tierra, donde dijo que había estado y quería volver.
Sobre el tercer elemento caben más dudas. La versión oficial señala que Magallanes entró en la reunión con Carlos V con "un globo bien pintado en que toda la tierra estaba", inspirado en teoría en el mapa del cosmógrafo alemán Martin Behaim. Pero otras fuentes señalan que el marino portugués "pasó a Castilla trayendo un planisferio dibujado por Pedro Reinel", junto a su padre Jorge, de los mejores cartógrafos del momento.
Aventuras orientales
La consecuencia de esa recepción se vio en Sevilla el 20 de septiembre de 1519. Doscientos cuarenta y tantos marineros se embarcaron en cinco naos con rumbo hacia lo desconocido, siempre en dirección oeste. Los dieciocho que regresaron tres años más tarde a bordo de la Victoria, liderados por Juan Sebastián Elcano, firmaron una gesta espectacular: la primera circunnavegación al mundo. Pero aquel no era el objetivo del viaje magallánico. Su empresa, que tenía que ver con el comercio, las especias y sus circuitos mercantiles, resultó un "negocio fallido", como resume la investigadora Isabel Soler.
No se sabe en qué momento se gestó este proyecto en la cabeza de Magallanes, pero la carta, el libro y el mapa que mostró al emperador explican el conocimiento adquirido en los ocho años que pasó en Oriente, desde 1505 a 1513, uno de los periodos más intensos de la presencia portuguesa en el Índico. Una parte de su biografía que la profesora de la Universidad de Barcelona rescata del olvido —al menos para el público español— en Magallanes & Co (Acantilado).
Una epopeya marítima que en el contexto del largo quinto centenario ya agota, aburre, vuelve a deslumbrar gracias a una narración deliciosa en la que Soler combina los ingredientes de la mejor crónica literaria —es imposible no evocar el Magallanes de Stefan Zweig— con la mirada profunda y la capacidad de análisis de una virtuosa investigadora. De especial interés son las "temporadas" —capítulos— dedicadas a esos "Orientes magallánicos", donde hay pocos datos ciertos y muchas incertidumbres y suposiciones, pero donde se forjó un nuevo estereotipo de navegante, más pragmático y calculador, frente a los descubridores Cristóbal Colón o Vasco de Gama.
Soler describe las ambiciones imperiales del rey Manuel I en Oriente y las sangrientas batallas que los portugueses libraron en aquellas tierras para hacerse con el control de la rutas marítimas, como los ataques a las plazas de Diu y Goa —esta, en noviembre de 1510, grabó la fama del gobernador Alfonso de Albuquerque, O Terrível, que quemó la ciudad y "lo pasó todo por la espada", como presumió ante el monarca—. Allí estaba, casi con total seguridad, Magallanes, aunque ningún documento lo confirma.
Y si salió vivo de las acciones bélicas contra los enemigos, el destino también le tenía programados cambios en sus planes. Quizá la futura Armada de las Molucas nunca hubiera existido si en 1510, embarcado ya para regresar a Portugal cargado de mercancías y riquezas, su nave no llega a encallar en el archipiélago de las Laquedivas.