La historia del siglo XVIII español se está reescribiendo, o más bien redescubriendo. Varias obras académicas han contribuido en los últimos años a derribar los mitos de la decadencia endémica de la Monarquía Hispánica —paradójica porque fue en la década de 1780 cuando alcanzó su máximo dominio territorial— y de la deficiencia de sus principales pilares, como la Marina.
Desde su creación en los primeros compases del reinado de Felipe V, la Real Armada fue en realidad una eficaz y moderna arma disuasoria para la salvaguarda del Imperio español y la dinamización de su metrópoli. Hubo desde ese momento un esfuerzo titánico, y exitoso, que acabaría convirtiendo a España en la tercera potencia naval por detrás de Gran Bretaña y Francia.
Pero esta historia, como explican los historiadores Agustín Guimerá y Olivier Chaline, coordinadores de La Real Armada y el mundo hispánico en el siglo XVIII (UNED), ha estado hasta hace muy pocas décadas oculta bajo las visiones derrotistas y victimistas. Su obra, en la que participan cerca de una veintena de expertos españoles, franceses y británicos y publicada originalmente para un público francófono, desvela las claves de la sorprendente reconstrucción de la Marina hispana, que causó estupor en el resto del continente.
Título: La Real Armada y el mundo hispánico en el siglo XVIII
Autores: Agustín Guimerá Rabina y Olivier Chaline
Editorial: UNED
Año de edición: 2022
Pregunta. El siglo XVIII español está de moda, y no solo en lo referente a la Real Armada. ¿Cómo explican este interés?
Agustín Guimerá. En estas últimas décadas hemos asistido a una renovación historiográfica de la Real Armada borbónica y a la organización de conmemoraciones de gran interés para el público español, como Trafalgar (2005), la Guerra de la Independencia (2008-2014) y España en la guerra de Independencia de Estados Unidos (2015-2016). La oferta divulgativa ha sido muy rica: exposiciones, publicaciones, vídeos, textos literarios, actos institucionales, etc. Además, se apostó por una visión internacional del tema, mediante la colaboración con expertos navales franceses, británicos y norteamericanos. En consecuencia, una parte del gran público pudo apreciar más el protagonismo ejercido por la Marina hispana en nuestra historia europea, americana y filipina.
La Real Armada tuvo un papel fundamental como instrumento disuasorio en las relaciones internacionales
P. ¿Cuáles dirían que son las principales tesis que se extraen de la obra?
AG. Nuestro objetivo era colaborar en una nueva mirada sobre la institución naval borbónica, acudiendo, por un lado, a una historia comparada con las otras dos grandes potencias navales de la época —Gran Bretaña y Francia—; y, por otro, explorando otros aspectos internos de la Real Armada, mediante una nueva lectura de las fuentes documentales. Así pudimos demostrar que la Marina hispana fue exitosa hasta 1795, como un instrumento importante en las relaciones internacionales de la monarquía, en el mantenimiento del equilibrio de poderes en Europa y la salvaguarda del comercio y las comunicaciones de España con su imperio ultramarino.
En el período 1796-1808, una serie de factores provocaron la rápida decadencia de la institución y su capacidad operativa, pero, aun así, pudo parar muchos golpes en determinados momentos, cuando existió el liderazgo adecuado. De hecho, el Imperio español se mantuvo intacto hasta el inicio de las guerras de independencia hispanoamericana en 1810.
Olivier Chaline. Entre las principales tesis cabe destacar la creación de una institución común a toda España por parte de la monarquía borbónica: la Armada es unitaria mientras que antes sólo había escuadras regionales. También fue una institución de la Ilustración con la formación científica impartida a los Guardias Marinos. Los mayores científicos españoles del siglo XVIII eran marineros o estaban vinculados a la Armada. Por último, estudiar la Armada es comprender ámbitos enteros de la España del siglo XVIII: cultura, sociedad, economía, relaciones internacionales... La Armada es una extraordinaria encrucijada.
P. ¿Qué papel desempeñó la Real Armada en ese "impresionante resurgir", como lo llama Christopher Storrs, de la Monarquía Hispánica tras la Guerra de Sucesión?
AG. Tuvo un papel fundamental, como instrumento disuasorio en aquellas relaciones internacionales. A lo largo del siglo XVIII fue creando una organización centralizada, moderna en muchos sentidos, una flota de guerra numerosa —la tercera europea, con excelentes navíos—, una espectacular infraestructura de arsenales, astilleros y bases navales, un personal técnico altamente cualificado, una oficialidad formada y unas aplicaciones tecnológicas equivalentes a las dos citadas potencias, en general.
P. La Armada no fue exclusivamente una máquina de guerra. Hablan en la introducción de que se usó preferentemente como instrumento de disuasión internacional. ¿Era más importante la apariencia de fuerza que el propio músculo?
AG. Su flota en presencia (en inglés fleet-in-being) constituyó siempre un motivo de preocupación para el principal adversario de la monarquía hispana: Gran Bretaña. Asimismo, colaboró en el interés francés por crear una alianza entre ambas potencias —los llamados Pactos de Familia—, para contrarrestar la superioridad de la Royal Navy. Esto es más llamativo cuando sabemos que la Real Armada se enfrentó durante la centuria a ciertos retos de carácter estructural, como la falta crónica de marinería para su flota —en 1795 agrupaba a 75 navíos de línea, 51 fragatas y 71 buques menores—, o la necesidad de importar efectos navales del Báltico, ruta que podía ser fácilmente cortada por el enemigo británico, en caso de guerra.
P. Dicen que España fue una potencia naval pero no un poder marítimo. ¿Llegar al final del siglo con la segunda mayor flota de guerra del mundo (según Rafael Torres) no le concede esa categoría?
AG. España y Francia eran potencias continentales, con intereses marítimos y coloniales. Su estrategia marítima tenía sus límites. Sólo podían ser poderes navales. Gran Bretaña, al contrario, era un poder marítimo en sí mismo (seapower), pues era una isla, no lo olvidemos. Su Estado impulsó el crecimiento económico y una política, cultura e identidad colectivas, basadas fundamentalmente en el poder marítimo. Se trataba de una elección consciente, a la que dedicó grandes esfuerzos.
Los ingenieros españoles consiguieron fabricar una serie de navíos —de dos y tres puentes— considerados como los mejores de Europa
P. La Real Armada fue uno de los edificios más majestuosos construidos a lo largo del siglo XVIII por la Monarquía Hispánica. ¿Qué consideran que es lo más fascinante y sorprendente de todo ese proceso?
AG. El surgimiento de la gran Real Armada, casi de la nada, después de Utrecht (1713), representó un esfuerzo titánico, lleno de logros y reveses, admirable por ello. Aquel coloso pudo servir durante casi un siglo a los intereses de la monarquía hispana, conteniendo a sus rivales británicos y franceses, o disminuyendo la presión ejercida por los poderes norteafricanos.
OC. En ningún lugar se siente mejor la grandeza de la ambición naval española que en el magnífico edificio de la Sala de Armas del astillero de Ferrol. Es un hermoso logro arquitectónico, con una planta baja de tiendas que parece inspirada en Piranesi y una escalera digna de un palacio real.
P. ¿Cómo fue posible ese crecimiento y reorganización de la Armada teniendo en cuenta que España invirtió menos de la mitad que Francia y Gran Bretaña, y que en el Ejército?
AG. En primer lugar, se debe a la voluntad política de estadistas como Patiño, Ensenada o Floridablanca, y a ilustres ministros de Marina, que garantizaron la continuidad de este proyecto, como Arriaga, Castejón y Valdés. En segundo lugar, la Real Armada contó con una pléyade de líderes navales como Blas de Lezo, el marqués de la Victoria, Barceló, Solano, Mazarredo y otros más jóvenes, como Gravina, Escaño, Álava, Alcedo y Bustamante, Valdés, etc.
A todos ellos habría que añadir a los marinos científicos, que destacaron a nivel europeo, siendo algunos de ellos los protagonistas del gran ciclo de expediciones científicas hispanas de 1777-1794: Jorge Juan, Ulloa, Tofiño, Malaspina, Císcar, Lángara, Bodega y Cuadra, Churruca, Alcalá Galiano, José Mendoza, Fernández de Navarrete, Vargas y Ponce, etc.
P. En este periodo se construyeron astilleros y arsenales, se evolucionó en la fabricación de los navíos y en los circuitos de aprovisionamiento… ¿Qué avances tecnológicos destacarían?
AG. El más importante, sin duda, fue la construcción naval. Tras un largo y arduo proceso de experimentación, se consiguió fabricar una serie de navíos —de dos y tres puentes—, considerados como los mejores de Europa. Los ingenieros Romero Landa y Retamosa fueron los artífices de esta innovación tecnológica en la década de 1780 e inicios de 1790. No es tampoco una casualidad que se instalase la primera máquina de vapor europea en el arsenal de Cartagena, para el bombeo de los diques secos. También existieron otras innovaciones, como las lanchas cañoneras y los obuses. Todo ello demuestra que la Real Armada hizo un gran esfuerzo secular por estar a la altura de los retos tecnológicos que conllevaba la guerra en el mar.
P. ¿Cuál era la opinión que tenía Europa sobre la Armada española?
AG. Los trabajos de Monaque, Chaline, Ferreiro, Le Bot y Harding, incluidos en este libro, han profundizado en esta visión francesa y británica del "otro", en este caso la Real Armada. En ella confluían intereses divergentes, estereotipos, malentendidos, desconfianzas mutuas o construcción de mitos comunitarios por las tres potencias navales. Esta perspectiva foránea tuvo sus altibajos a lo largo de la centuria. En el caso británico, por ejemplo, la Real Armada fue alabada en ciertos momentos como una dura adversaria, y en otras circunstancias fue sometida a los tópicos descalificatorios del mundo hispánico y la leyenda negra.
OC. Para los franceses, el apoyo de las escuadras españolas siempre fue visto como una necesidad y desde la década de 1740 hasta 1800, la suma de barcos sobre el papel estuvo a menudo lejos de la realidad. Se puede encontrar la misma alternancia de estima e incomprensión.
P. La imagen de la colaboración marítima hispano-francesa puede que esté muy condicionada por el resultado de la batalla de Trafalgar. ¿Pero cómo fue esa alianza durante el siglo XVIII? ¿En qué aspectos tuvo éxito y en cuáles fracasó?
AG. Hubo coyunturas en que la alianza dio buenos frutos, caso de su colaboración durante la guerra de Independencia de Estados Unidos, con las campañas conjuntas en el Canal de La Mancha, o la conquista de Menorca y la Florida. Ahora bien, los trabajos citados nos hablan de dificultades de carácter estructural para llevar a cabo grandes operaciones navales franco-españolas. Faltó siempre tiempo para crear una cultura común en el campo operativo y táctico. Este hecho dio una ventaja añadida a la Royal Navy.
La Marina fue un coloso qie pudo servir durante casi un siglo a los intereses de la monarquía hispana
P. Además de la crisis económica de finales de siglo, ¿qué otros factores explican el derrumbe, en unos pocos años, de la titánica obra realizada en décadas?
AG. La crisis política fue otro agravante. En ella influyeron el cambio de paradigma en las relaciones internacionales, originado por la Revolución francesa y el imperio napoleónico, además de la ausencia de liderazgo del primer ministro Godoy o el enfrentamiento entre facciones en la Corte hispana. El acto final de esta crisis fue el choque entre Carlos IV y el príncipe de Asturias, que en 1808 acudieron al arbitraje de Napoléon en este pleito, con los resultados ya conocidos. Todo ello se enmarca en la crisis del denominado "reformismo borbónico " y del Antiguo Régimen.
OC. Una armada es muy cara. Al igual que Francia en la segunda mitad de la década de 1780, España llegó unos años más tarde al límite de su capacidad financiera. Sin embargo, si Gran Bretaña había perdido la guerra americana, había ganado la posguerra financiera, que tuvo graves consecuencias cuando se anunció el enfrentamiento decisivo con las potencias continentales, primero desunidas por la Revolución Francesa y luego más o menos bien reunidas con Godoy y Bonaparte.
P. Enlazando con la primera pregunta, el interés por esta época tiene una contrapartida evidente: la aparición de las visiones heroicas —véase Blas de Lezo— y excesivamente positivas que dibujan otra imagen distorsionada. ¿Cuál es la mejor medicina para construir una historia reposada, profunda, sin excitación ideológica?
AG. Debemos acudir a la historia comparada con otras potencias navales de la época, especialmente Francia y Gran Bretaña. Así podremos comprobar que las tres marinas se enfrentaron a los mismos retos, a idénticos problemas, aunque, a la larga, Gran Bretaña supo resolverlos con mejor fortuna, gracias a su apuesta por el poder marítimo en sí mismo (seapower). En el caso hispano, los logros de la Real Armada fueron espectaculares hasta 1795, aunque a veces se tuviese que pagar un precio alto, como las derrotas de Cabo Passaro (1719), La Habana y Manila (1762) o Cabo de Santa María (1780). Nuestro deseo fue ofrecer una visión general de la Marina borbónica, donde los éxitos superaron con mucho los fracasos. La imagen derrotista de la antigua historiografía naval pertenece ya al pasado.
OC. No se puede juzgar todo el siglo XVIII en base a las derrotas, si no, ¿cómo entender que el apogeo territorial del imperio español fuera en 1783?