La paleogenética, la disciplina que recupera y analiza genomas antiguos, ha revolucionado en los últimos años nuestra comprensión del pasado. Gracias a esta ciencia, los investigadores pueden ahora comprender el impacto de las migraciones registradas hace miles de años analizando directamente restos de individuos de los pueblos que intervinieron en estos procesos. Es un puzle de una complejidad enorme, pero sin duda fascinante y que indaga en los orígenes del humano moderno.
Uno de los principales expertos del mundo en ADN antiguo es Carles Lalueza-Fox (Barcelona, 1965), director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona e investigador del Instituto de Biología Evolutiva. Sus trabajos han logrado recuperar genomas de neandertales, pero también de numerosos individuos más recientes que han permitido arrojar luz y reconstruir estos movimientos poblacionales, que fueron mucho más frecuentes de lo que se pensaba.
Observando con calma los resultados de todas estas investigaciones, el biólogo evolutivo descubrió que las migraciones y los encuentros entre las distintas poblaciones asentadas en la misma tierra, probablemente con organizaciones sociales dispares y lenguajes mutuamente ininteligibles, posibilitaron la aparición de diferentes fuentes de desigualdad. Eso es lo que cuentan las marcas genéticas impresas en los esqueletos anónimos.
"Hay episodios de desigualdad donde intervienen sociedades avanzadas respecto a las tradicionales, hombres sobre mujeres o grupos con innovaciones tecnológicas como la domesticación del caballo sobre las que no. Esto ocurre de manera reiterada y se constata por los cambios de ancestralidad en los genomas de las personas implicadas en estos movimientos", explica a este periódico Lalueza-Fox, que acaba de publicar Desigualdad. Una historia genética (Crítica), un extraordinario e iluminador libro en el que recoge los últimos descubrimientos paleogenéticos y rastrea los orígenes de un problema que se está disparando en el presente.
En 2019, el investigador y su equipo publicaron en la revista Science un artículo chocante que revelaba que durante el periodo comprendido entre los años 2400 y 2000 a.C., durante la Edad del Bronce, el linaje neolítico masculino predominante hasta entonces en la Península Ibérica, proveniente de grupos de Europa central, fue sustituido por el de los llamados yamnayas, las poblaciones de las estepas del este del continente. Es decir, los migrantes dejaron sin posibilidad de descendencia a los varones locales.
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Fue un proceso en el que se manifiesta una sólida desigualdad, ¿pero estuvo articulado por la violencia? "Cuando llegan a Iberia, los nómadas de las estepas llevan 500 años cruzando Europa, donde sí dejaron signos de masacres y muertes terribles. Además, habían domesticado el caballo, lo que les permitía mucha más movilidad, además de ser un arma poderosa", detalla el genetista. "No obstante, en la Península Ibérica su aparición no parece muy disruptiva desde el punto de vista arqueológico. Hay que pensar en procesos complejos que a veces necesitan algún tipo de estructuración social para llevarse a cabo, y que pueden provocar desde episodios de violencia hasta de convivencia".
"El vínculo entre desigualdad y agresividad es tenue, pero no me parece improbable. En el Pleistoceno medio ya hay evidencias de agresión, y creo que es posible que este fuera uno de los mecanismos para asentar episodios de desigualdad", añade. En la Sima de los Huesos de Atapuerca, por ejemplo, se han documentado una veintena de cráneos reventados de hombres y mujeres adultos, jóvenes y niños que habitaron el lugar hace 400.000 años.
"Desde el punto de vista del registro paleontológico, hay evidencias de violencia antes del Neolítico y luego momentos en los que la desigualdad se incrementa más fácilmente; por ejemplo, con el desarrollo de la agricultura, que provocó que las poblaciones acumulasen excesos y controlasen recursos, y cuando aparecen las sociedades palatinas o los reinos en la Edad del Bronce", detalla el investigador.
Sobre el caso concreto del poblamiento de la Península Ibérica —otro estudio reciente ha revelado más migraciones a principios de la Edad del Hierro— todavía quedan unos cuantos interrogantes por resolver. "La parte más antigua es un misterio", confiesa Lalueza-Fox. "El genoma humano moderno más antiguo que tenemos de Iberia es un individuo de hace 18.000 años hallado en la cueva de El Mirón. Tenemos genomas de neandertales pero nada entre ellos y este sujeto. Sería muy interesante conocer el Paleolítico Superior ibérico porque la Península fue un refugio probable durante el Último Máximo Glacial (hace entre 26.500 y 19.000 años) y es crucial para comprender el poblamiento de esta época en Europa que tiene muchos cambios de ancestralidad". También dice que hay muy poco dato genético publicado sobre los últimos 2.000 años.
Cromosoma Y
En el ensayo, el biólogo evolutivo aborda otros temas interesantes como la herencia de la riqueza, fenómeno que se observa en los ajuares de las necrópolis, en la abismal diferencia entre los objetos que acompañaron los enterramientos de los miembros de la élite y de la gente común; o el sesgo de género, según el cual los hombres y las mujeres no contribuyeron por igual a las poblaciones mixtas actuales. Algunos de los factores que lo explican son la patrilocalidad, una estrategia de apareamiento según la cual los varones forman clanes patrilineales y se desplazan menos que las mujeres, o la poliginia, una práctica social que consiste en que un hombre puede aparearse con varias mujeres.
Es paradigmático el ejemplo del conquistador mongol Gengis Kan. Tanto él como sus descendientes tuvieron numerosas esposas y descendientes. Un estudio de 2003 descubrió que una combinación de marcadores genéticos del cromosoma Y, solo presente en los varones, se encontraba en 16 millones de hombres asiáticos. Cuando el análisis se circunscribió a la zona que ocupó el Imperio mongol, el linaje esta presente en el 8% de los individuos masculinos.
"El cromosoma paterno que se transmite de padres a hijos es el que más ha sufrido por culpa de la desigualdad", resume Lalueza-Fox, pero también el que ha contribuido en mayor porcentaje a las poblaciones mixtas actuales. En Norteamérica, por ejemplo, cuando se han analizado genomas enteros se ha visto que los afroamericanos tienen de promedio un 24% de genes europeos —la marca genética de la conquista iniciada en el siglo XVI—. "En algunos casos el 90% del cromosoma Y es europeo mientras que el ADN mitocondrial, afroamericano. Imagino que para estos grupos representa una herencia problemática porque proviene de episodios de dominación social", valora el genetista.
Este ensayo, por el que discurren Tutankamón, el arquero de Amesbury o la princesa de El Argar, ofrece un novedoso enfoque para abordar un tema de máxima actualidad como la desigualdad socioeconómica, que se ha visto agravada por la pandemia. "La desigualdad es un fenómeno prevalente en el pasado que ha modelado los genomas de la población actual: los que estamos aquí somos descendientes de los que practicaron la desigualdad", analiza Lalueza-Fox.
Episodios similares en el pasado se han resuelto a través de guerras, revoluciones o catástrofes naturales. "Pero no sabemos si son consecuencia de la propia desigualdad. Lo que está claro es que el nivel actual no es bueno para la estabilidad del sistema", comenta.
Si bien hace poco más de una década era impensable una riada de estudios genéticos tan revolucionarios, el investigador no considera que a corto plazo se vaya a desarrollar una nueva tecnología que vuelva a cambiarlo todo. "Ahora hay algunas investigaciones que se acercan a estudiar los genomas de mil individuos; en el futuro quizá haya alguno de 10.000", hipotetiza. En cualquier caso, el límite siempre va a ser la presencia de restos humanos que analizar, por mucho que en algunos lugares como Atapuerca ya se haya logrado recuperar ADN del sedimento e identificar individuos sin la presencia de sus huesos. "Lo que hace falta es una mejor integración con otras fuentes y disciplinas que investigan el pasado. La genética observa cosas, pero después hay que volver a mirar el registro arqueológico. Se requiere una visión multidisciplinar que todavía no existe".